jueves, 2 de septiembre de 2010

Juicios eclesiásticos sobre cuestiones temporales


          Casi nadie podía esperar una reacción tan fuerte contra las intervenciones de los obispos franceses Almudi.org - Salvador Bernalante las decisiones del gobierno de Sarkozy sobre la expulsión de gitanos de Rumania. Menos aún, al menos por mi parte, la descalificación de Benedicto XVI que hizo Alain Minc, a quien siempre tuve por hombre moderado.

          Pero lo cierto es que no supo digerir el comentario del Papa en la audiencia del domingo 22. Sus palabras no podían ser más prudentes y a la vez claras, en cuanto recordaba viejos principios de la doctrina social católica. Pero quizá no contaba con que el problema de la expulsión de los "roms" en Francia estaba alcanzando cotas de visceralidad impropias de una nación siempre caracterizada por su racionalidad. Tal vez se está imponiendo, en este caso como en otros, a falta de racionalidad, un laicismo insuficientemente fundamentado.

          Antes de entrar en la reacción global, medida por un sondeo encargado y publicado por el diario La Croix, me detendré en el caso de Minc. Su descalificación del Papa enlaza con el más puro y duro racismo, que es justamente la cuestión que está en juego en estos momentos. No se puede negar a Benedicto XVI la capacidad de hablar sobre un problema porque sea alemán y, por tanto, "heredero" de una historia en la que ocupa un rango excepcional el nazismo. 

          El Pontífice, en sus audiencias generales a la hora del ángelus, dirige siempre algunos mensajes en diversas lenguas. El domingo 22 invitaba a los peregrinos franceses a «saber acoger las legítimas diversidades humanes, siguiendo el ejemplo de Jesús, que vino a unir a hombres de todas las naciones y de todas las lenguas». No era difícil enlazar ese consejo con el de los obispos galos que denunciaba las expulsiones masivas de "roms"

          Para Alain Minc resultaba escandaloso que un papa alemán se expresase de esa manera, y además en lengua francesa. Se lo habría tolerado a su predecesor, Juan Palo II, pero no a él, en cuanto heredero del régimen nazi. Asombroso.

          Como es natural, Alain Minc ha sido fuertemente criticado por esta superficial toma de postura, y personas conspicuas le han pedido expresamente que rectifique. Pero no será fácil, porque esta cuestión se ha teñido de un exceso de visceralidad, que incluye el rechazo de la intervención eclesiástica.

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