lunes, 1 de marzo de 2010

Dios está donde se sufre


En el año sacerdotal y en el marco de la cuaresma, cabe recordar que este tiempo litúrgico nos prepara para revivir la Pascua, es decir, la muerte y resurrección de Cristo. Es un camino que en cierto sentido recorremos durante toda nuestra vida, y algunos de modo particularmente intenso; así sucedió con muchos africanos en los años noventa, como representa la película “Disparando a perros” (Shooting dogs, M. Caton-Jones, 2005), concretamente en Ruanda.

La acción se desarrolla en un campo de refugiados tutsi, custodiado por un destacamento de la ONU. El director de la escuela del campo es el padre Christopher, que cuenta con un ayudante, Joe, joven maestro británico.

En la catequesis, Christopher les dice a los niños que Jesús no está sólo en la Eucaristía: “Jesús está en todas las cosas. Está en todos los corazones humanos, en todo lo que vemos, tocamos y sentimos”. Y les va explicando que Jesús sacrificó, en la cruz, su vida por todos nosotros, sólo por un motivo: el amor. Esta escena anuncia el tema de fondo del proceso interior de Cristopher.

Son enjundiosas las conversaciones entre el sacerdote y el maestro, con frecuencia justo antes de la celebración de la misa.

En una primera conversación, el maestro le pregunta por qué no dejar la misa para después y organizar mejor las necesidades de alimentos entre la gente. El sacerdote le contesta que esas personas tienen ante todo necesidad de Dios, y anima a Joe a participar en la Misa.

Es impresionante la celebración, sencilla y alegre, con canciones y sobrias danzas, como deben de ser las misas de las comunidades cristianas africanas. También impresiona ver el modo sencillo y sentido de un bautismo administrado por Christopher —después de hacer de comadrona en el plano natural—, incorporando a un niño a la comunidad de los cristianos.

No menos impresionante, en la catequesis con los más jóvenes, resulta la secuencia a raíz de la pregunta de una de ellas sobre si Dios ama también a los que están fuera de la verja, gritando y esperando la ocasión para matarlos a machetazos.

Tras un breve silencio, el sacerdote le responde:

— “Dios no ama todo lo que hacemos. Eso es cosa nuestra. Pero ama a todos sus hijos”.


Ramiro Pellitero. Instituto Superior de Ciencias Religiosas, Universidad de Navarra


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