martes, 16 de marzo de 2010

FORMARNOS PARA DAR RAZÓN DE NOSOTROS MISMOS


Este artículo de Juan Ángel Brage ahonda en la necesidad de formación en todas las edades y aporta un puñado de reflexiones interesantes

Cuenta la leyenda que a un carbonero que cruzaba el Danubio, camino de la ciudad, con su carga de picón, se le acercó el demonio pidiéndole que le explicara algunos de los misterios de la Fe. El carbonero pretendió contentar con su exposición al caminante, pero no lo consiguió. Ante las preguntas cada vez más agresivas, el sencillo hombre de campo, con la fe firme, declinó esa tarea para los doctores de la Iglesia.

DAR RAZÓN DE NUESTRA ESPERANZA


En la actualidad, sin embargo, necesitamos conocer los fundamentos de nuestra Fe y saber exponerlos sencillamente, cuando la ocasión lo requiera, bien en nuestro provecho, bien en el de los demás. No podemos conformarnos con la fe del carbonero, que trasladaba la responsabilidad a los doctores de la Iglesia, hemos de poder defender nuestras convicciones no sólo con nuestra vida, sino también con nuestros argumentos, porque la fe es razonable.

Dar razón de nuestra esperanza era el lema del primer viaje a España de Juan Pablo II, en 1982. Nos invitaba a que supiéramos no sólo vivir cristianamente, sino que supiéramos explicárselo a los demás, a los que nos preguntan: ¿por qué vas a Misa? ¿por qué vives unas prácticas cristianas? ¿por qué educas cristianamente a tus hijos?, etc. Era una invitación a que nos convirtiéramos en comunicadores de esperanza, porque a cada generación de cristianos le corresponde redimir su propio tiempo.

Juan Ángel Brage
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