martes, 9 de marzo de 2010

El don de Dios en una sociedad posreligiosa


Acertado análisis de Antonio Rubio sobre la sociedad actual, que trata de expulsar a Dios y se sumerge en el relativismo

“Si conocieras el don de Dios…” (Jn 4, 10). Cuando pensamos en este evangelio del encuentro entre Jesús y la samaritana, nos acude a la mente esta frase de Jesús, que parece dirigida a tantos que no conocen a Dios y no se han parado siquiera a pensar que lo necesitan.

La samaritana sabía de la llegada de un Mesías, pero lo entiende como algo difuso y lejano, que no afecta a su vida ni a sus intereses. Cuando encuentre a Cristo, será consciente de que Dios ha bajado a buscar al ser humano y que la suerte de nadie le es indiferente.

Mucha gente que vive a nuestro lado, en cambio, no espera nada de nadie, y menos todavía de Dios. La dignidad y los derechos del ser humano, que tanto se predican en el discurso político-social y pretende plasmarse en las leyes, se entienden como el triunfo del individuo soberano que no tiene que agradecer nada a nadie. ¿Cómo reconocer, dada esa mentalidad, que hay un Dios que tiene algo que ofrecernos? El don de Dios no es otro que el de sí mismo.

Expulsar a Dios, vivir como si no existiera, no es ser más libre. Es llenarse de dudas e incertidumbres que se pretenden acallar con una orgullosa autoafirmación. Sin Dios, no nos llenamos de seguridad si no que nos pasamos la vida dando la vuelta a opiniones discutibles. Tendremos que resignarnos a que las controversias sean resueltas por la fuerza o por los dictados de una mayoría coyuntural y muchas veces cambiante.

La expulsión de Dios es siempre el triunfo del relativismo. Sin Dios, nadie nos puede decir quiénes somos y qué estamos buscando. Posiblemente pensaremos que no hay nada que buscar y nos dejaremos llevar por la indiferencia o por la inacción.

Antonio R. Rubio Plo. Doctor en Derecho y Analista de Política Internacional
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