Hoy se ha puesto de moda declararse “espiritual pero no religioso”, cláusula que sirve para atribuirse lo que da buena imagen a la fe –sentimientos filantrópicos, tolerancia universal–, sin los inconvenientes de la “religión organizada” –dogmas, preceptos, exclusividad–. Pero unas creencias blandas no nos sostendrán cuando necesitemos agarrarnos a algo firme, como advierte el autor de este artículo.
La afirmación de que uno es “espiritual pero no religioso” constituye una colosal e interesada jerigonza que oímos de labios de casi todos los que hablan de religión en público, excepción hecha de aquellos a quienes el mundo define como fundamentalistas (yo, probablemente usted, Joseph Bottum, David Goldman, Benedicto XVI, los judíos hasídicos, los musulmanes devotos o las familias creyentes que tienen más de cuatro hijos).
Es una de esas frases sencillas de recordar que funciona como una cédula de “excarcelación” para cualquiera que tenga la sensación de que ha de explicar su falta de práctica religiosa; y como reivindicación de excelencia para los preocupados por ser superiores a los que practican una religión establecida. Es el equivalente religioso de “yo ya hice una donación en la oficina” o “me llaman por la otra línea” o “yo no como carne”.
David Mills
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El artículo original, Spirituality Without Spirits, lo encontraréis: AQUÍ

propia en caso de que llegue a resultar insoportable. La vida de una persona que sufre no tiene importancia para los demás.
rísticas singulares y de enorme actualidad por la conexión que realizó desde la periferia, el norte de Europa, con Roma, en pleno y agitado siglo XIV, con los Papas aún en Avignon. Se comprende que 
facilitase la grabación que hicimos y por eso hoy la comparto con vosotros.
Sabemos que la principal causa de la pobre respuesta al llamado de Dios es la falta de oración. Por un lado, la oración en cada comunidad. Jesús nos dijo que rogásemos al Dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. Seguramente no estamos rogando bastante. Por otro lado, no enseñamos suficientemente a orar a los niños, que luego serán jóvenes y adultos sin el hábito de la oración. Y sin diálogo personal con Dios todo se complica.
No sé si acertaré, pero escribo desde el conocimiento, el cariño y la verdad. No teorizaré. Narro unas pocas vivencias, al cumplirse treinta y cinco años de su muerte.
Tomás de Aquino
ley”.
entendamos», como
relaciones sociales, educativas, profesionales y comerciales. 

eutanasia como objetivo social.
Navarra
n de los niños a contenidos perjudiciales (violencia, pornografía, sitios que promueven odio, estafas y acoso de predadores). Así lo probó ya el estudio de
En una ocasión el autor reveló que para él "Los relatos de la Kolymá son la confirmación del bien". Y dice esto después de escribir dos tomos repletos de relatos donde se habla de muerte, de sufrimiento y tortura. Leerlo -al contrario de lo que se puede pensar-, no produce una sensación deprimente ni melancólica, en él hay siempre coraje, orgullo y el honor de seguir siendo humano en ese infierno.