martes, 13 de julio de 2010

Varlam Shalamov, 20 años en el gulag confrontando la existencia humana

          El escritor ruso dedicó el resto de su vida a escribir 'Los relatos de la Kolymá', un libro que “permite reconocer la esencia humana y su capacidad de resistencia aún en las más terribles condiciones”

          El régimen comunista condenó al escritor ruso Varlam Shalamov a 10 años de gulag por difundir el testamento de Lenin donde se criticaba a Stalin. Era un intelectual que discrepaba de lo que hacían los comunistas en Rusia. Mientras cumplía condena en el gulag, fue condenado otros 10 años por haber reconocido, en una crítica literaria, que el escritor Iván Bunin (autor ruso anticomunista) era un gran escritor ruso.

La palabra gulag ha venido a denominar no sólo la administración de los campos de concentración sino también al sistema soviético de trabajos forzados en sí mismo, en todas sus formas y variedades: campos de trabajo, de castigo, de criminales y políticos, de mujeres, de niños o de tránsito. O incluso más, los prisioneros en alguna ocasión lo llamaron triturador de carne: las detenciones, los interrogatorios, el transporte en vehículos de ganado, el trabajo forzoso, la destrucción de familias, los años perdidos en el exilio, las muertes prematuras e innecesarias.

          En Los relatos de la Kolymá, Varlam Shalamov sumerge al lector en su mundo -con un estilo parangonable a los grandes de la literatura rusa como Tolstoi o Dostoievski- a través de un relato literario que va más allá del testimonio y la mera descripción, en él hay 20 años de vida en condiciones extremas. Sus páginas son una referencia continua a la resistencia humana.

En medio de la muerte halló la confirmación del bien

          El libro se inicia con una frase terrible "he visto demasiadas muertes, más de las que un hombre puede ver, para seguir deseando estar en vida".

          En una ocasión el autor reveló que para él "Los relatos de la Kolymá son la confirmación del bien". Y dice esto después de escribir dos tomos repletos de relatos donde se habla de muerte, de sufrimiento y tortura. Leerlo -al contrario de lo que se puede pensar-, no produce una sensación deprimente ni melancólica, en él hay siempre coraje, orgullo y el honor de seguir siendo humano en ese infierno.

          Dedicando su vida a relatar su historia, Shalamov quiere hacer participar al lector de todo aquello que hay que preservar del alma humana. Leer sus páginas es, de algún modo, salvar todo aquello que él ha creído toda su vida, en eso también está la confirmación del bien. Un bien cotidiano, gestos de bondad que nacen de actuar en conciencia -que el escritor ruso muestra en pequeñas dosis a lo largo del relato- lejos de cualquier idea genérica por la cual sacrificar todo lo demás (bastantes barbaridades se han hecho en nombre de una idea).

          En este sentido, no quiere sólo mostrar todo lo malo, bárbaro y cruel que puede llegar a ser el hombre sino que quiere traer el siguiente mensaje a la humanidad: ésta dañada tierra puede gestionarse de otro modo, nosotros -los seres humanos- somos diferentes. 

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