lunes, 5 de julio de 2010

La embestida del pensamiento único

           Me produce una gran pesar el hecho de ser testigo, una y otra vez, de los comentarios humillantes y miradas de desaprobación que sufren, una y otra vez, mis amigas embarazadas de su cuarto o sexto hijo. Hace no demasiados años, el hecho de que una nueva vida comenzara a gestarse, era percibido como un motivo de esperanza, como un acontecimiento que engrandecía a la propia mujer, como un bien para la sociedad en su conjunto.

           Sin embargo, de un tiempo a esta parte, da la sensación de que nos hayamos sumergido en una mentalidad profundamente antinatalista, que nos encorseta hasta el extremo de tener que pedir permiso, no se sabe muy bien a quién, o tener que pedir perdón, no se sabe muy bien por qué, si alguien se desvía de modelo de familia preestablecido, no se sabe muy bien por quién.

           Al mismo tiempo, parece como si, en los últimos años, nos hubiese invadido una mentalidad terriblemente materialista, en función de la cual, para que un niño crezca feliz, es imprescindible que un aluvión de no sé cuántos cachivaches invada por doquier nuestras modernas viviendas de uno o dos dormitorios.

           Es como si ambas formas de pensar confluyeran, finalmente, en una mentalidad asombrosamente hedonista, que presenta la vida de las personas como una travesía entreverada de letreros luminosos que, a modo de indicadores huérfanos de ideales, van marcando las pautas de una vida ilusoria, que nada tiene que ver con la realidad de nuestra existencia, letreros que nos deslumbran con sus mensajes falaces: "prohibido complicarse la vida", "prohibido sufrir", "prohibido renunciar". "Lo más triste es que esta mentalidad parece haber calado profundamente a nuestro alrededor.

Susana Álvarez Sánchez
Licenciada en Derecho 

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