domingo, 11 de julio de 2010

EL VUELO DEL ÁGUILA

          Valiosas reflexiones de Jose Luis Restán sobre el Papa         

          Siempre recordaré el comentario de un viejo amigo, todo menos conservador, que a mediados de los 90 me decía que "Ratzinger vuela como un águila, mientras sus críticos parecen ratones". Y eran los años duros en que el prefecto de la Doctrina de la Fe se batía el cobre con los rescoldos de una teología secularizada que gozaba del aplauso de la gran prensa. Podríamos decir con el Esclesiastés que no hay nada nuevo bajo el sol. Pero sí lo hay. O al menos, ahora lo vemos mejor.

Benedicto XVI
          La primera mitad del 2010 podría verse como un auténtico potro de tortura para Benedicto XVI, pero él lo ha vivido como una oportunidad de enseñar de nuevo qué es el cristianismo, una ocasión para volver a la fuente de la fe y para regenerar al pueblo cristiano. No ha habido tregua para el Papa: la histórica carta a los católicos de Irlanda, los viajes a Malta, Portugal y Chipre, los conmovedores encuentros con las víctimas de abusos sexuales, la impresionante guía del pueblo reunido en la Plaza de San Pedro el 16 de mayo, su planteamiento novedoso sobre el diálogo y la misión, la inolvidable clausura del Año Sacerdotal, los nombramientos en la Curia romana... Todo ello en medio de un chaparrón de fango lanzado desde las más poderosas tribunas del poder mundano, un chaparrón que en muchos casos le buscaba precisamente a él, a Benedicto, ese Papa extraña mezcla de inteligencia y mansedumbre, de pasión y serenidad, ese hombre que ama la tradición viva tanto como para no temer las preguntas inquietantes de los modernos. 

          Todavía esta semana el New York Times lanzaba su enésima andanada, su ideología desaforada y llena de engañosas construcciones y zafias mentiras contra el hombre que no se defiende en Roma, contra este Pedro del siglo XXI al que no hacen temblar las persecuciones, pero que llora por la traición de sus hijos. Y no sólo por el horrendo pecado de los abusos (frente al que ha lanzado una formidable operación de limpieza y transparencia) sino por el daño inmenso de una fe contaminada, deformada y vaciada. Todavía esta semana un mezquino imitador de la gran pompa neoyorkina, nuestro rancio El País, lanzaba un editorial-píldora condensado de mentiras descabelladas sin inmutarse. Es cierto que Pedro es ya poco más que basura para cierta prensa, pero al menos esperábamos cierta altura profesional de las grandes cabeceras del mundo laico. Ingenua esperanza. 

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