Antonio Orozco reproduce esta interesante conversación con el profesor Cardona (+1993)
Conversación con Carlos Cardona
Carlos Cardona, filósofo atípico, concebía la filosofía, en la estela de la mejor tradición occidental, como sabiduría, a la vez teorética y práctica alojada y ejercida en un contexto de exquisita amistad. Como ha dicho Tomás Melendo, su singularidad no nacía de un epidérmico deseo de diferenciarse ni, menos todavía, de una presunta conciencia de personal superioridad. Muy al contrario, se encontraba determinada por lo que con humilde pero férrea convicción consideraba la mejor y casi única posibilidad de servir con eficacia, justo como filósofo, a una humanidad desorientada… a causa precisamente de sus carencias metafísicas. Surgía, por expresarlo con pocas palabras, de su muy enraizada hombría de bien, que no le permitía ceder, en aras de un presumible pero efímero éxito, a las solicitaciones o a los reclamos del ambiente, poniendo para ello en sordina exigencias menos vistosas pero que en conciencia sentía como ineludibles
Carlos Cardona (1930-1993), autor, entre otros libros, de Metafísica de la opción intelectual, Metafísica del bien común, Metafísica del bien y del mal, Ética del quehacer educativo y Olvido y memoria del ser, fue uno de mis primeros profesores de filosofía y tuve ocasión de mantener con el profesor y amigo múltiples conversaciones. Hace muchos años pergeñamos la modesta publicación de una «entrevista» sobre algunos puntos ya tratados en su Ética del quehacer educativo. Se da la circunstancia que hoy un buen amigo me ha pedido el texto y aprovecho la ocasión para publicarlo en Arvo.net. Hay que entenderla como simples «flashes» de su pensamiento, que sin duda pueden activar la reflexión.
CONVERSACION CON CARLOS CARDONA
AO.- Quienes hemos tomado el estudio y la comunicación de la verdad como lo que constituye el sentido último de nuestra existencia en el mundo, tenemos la impresión a veces de que actualmente se ama poco la verdad, que interesa poco, o a pocos. Quizá haya tenido usted esa misma impresión.
CC.- Yo más bien diría que a todo el mundo interesa la verdad, que le digan la verdad. San Agustín, en sus Confesiones, dice que trató a muchos hombres que querían engañar, pero a ninguno que quisiera ser engañado. Aman la verdad explica porque no quieren ser engañados, y, por cierto, no la amarían si no tuvieran ninguna noción de ella en la memoria. Y los que aman más algo distinto a la verdad, quisieran que aquello que aman fuera la verdad; y como no quisieran ser engañados, no quieren ser convencidos de su engaño. De modo que por amor a lo que toman por verdad, en rigor odian la verdad. Aman la verdad cuando les parece amable, la odian cuando les reprende. Añade San Agustín que, en estos casos, el corazón humano está ciego, enfermo, torpe y vergonzoso, y quiere permanecer escondido, pero no quiere que a él nada se le esconda. Pero sucede lo contrario, y es que él no queda oculto a la verdad y la verdad permanece oculta para él.
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