Recuerda el Prelado en su carta la fecha reciente, el pasado 26 de Junio, en que Dios llamó a nuestro Padre [San Josemaría] a gozar para siempre de su presencia en el Cielo y cómo, al igual que en aniversarios anteriores, ha sido innumerable el número de personas que han acudido a las Misas en su honor y que en todas partes se ha levantado hasta el Señor una intensa acción de gracias por haber concedido al mundo y a la Iglesia un pastor como nuestro santo Fundador, que es modelo de conducta cristiana y valioso intercesor en todas nuestras necesidades espirituales y materiales.
Una ocasión, afirma, para considerar a fondo el mensaje que San Josemaría, por voluntad divina, difundió entre las mujeres y los hombres: que, con la ayuda de la gracia, podemos y debemos alcanzar la santidad -es decir, la perfección de la caridad, la unión plena con Dios- a través de la realización fiel y acabada del trabajo profesional y en medio de las demás circunstancias ordinarias de la vida, e invita a profundizar en lo que constituye el núcleo de esta enseñanza: la necesidad de esforzarse por convertir el trabajo -cualquier trabajo, manual o intelectual- en verdadera oración.
Recuerda cómo Juan Pablo II, en la carta apostólica, invitando a la santidad, que escribió al comienzo del nuevo milenio, se expresaba de esta manera: «Este ideal de perfección no ha de ser malentendido, como si implicase una especie de vida extraordinaria, practicable sólo por algunos "genios" de la santidad. Los caminos de la santidad son múltiples y adecuados a la vocación de cada uno (...). Es el momento de proponer de nuevo a todos con convicción este "alto grado" de la vida cristiana ordinaria. La vida entera de la comunidad eclesial y de las familias cristianas debe ir en esta dirección»
San Josemaría reiteró constantemente esta doctrina, afirmando que la contemplación no es cosa de privilegiados y afirma que la piedad auténtica impulsa a referir todo al Señor: el trabajo y el descanso, las alegrías y las penas, los éxitos y los fracasos, el sueño y la vigilia. Como escribía don Álvaro en 1984, «entre las ocupaciones temporales y la vida espiritual, entre el trabajo y la oración no puede haber sólo un "armisticio", más o menos conseguido; debe existir una unión plena, una fusión que no deja residuos. El trabajo alimenta la oración y la oración empapa de sí el trabajo».
Comentando su próximo viaje a Ecuador, Perú y Brasil, para estar con mis hijas y con mis hijos, y alentar su labor apostólica, pide a todos que, como siempre, me acompañéis en este viaje con vuestra oración, con el ofrecimiento de vuestro trabajo (...).
Para concluir su carta, Mons. Echevarría recuerda que este mes se cumple el 75º aniversario de cuando el queridísimo don Álvaro respondió al Señor: ¡aquí estoy! A su intercesión confío vuestra fidelidad y la mía, para que sea diariamente enteriza, y para que me sostengáis en mis intenciones.
ALMUDÍ
No hay comentarios:
Publicar un comentario