Se cumplen hoy treinta y cinco años del dies natalis de San Josemaría Escrivá. Al celebrar la fiesta litúrgica, llenos de alegría y agradecimiento a Dios, resulta de particular utilidad para todos nosotros el pasaje del Génesis de la primera lectura. Después de haber terminado la obra de la creación, dice la Sagrada Escritura, Dios tomó al hombre, hecho a su imagen y semejanza, y lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivara y lo cuidara (Gen 2, 15), ut operaretur!
Me vienen a la memoria las palabras del Siervo de Dios Juan Pablo II, cuando el 6 de octubre de 2002, en la homilía de la Misa de la canonización del Fundador del Opus Dei, recordando sus enseñanzas, afirmaba que «los creyentes, actuando en las diversas realidades de este mundo, contribuyen a realizar este proyecto divino universal. El trabajo y cualquier otra actividad, llevada a cabo con la ayuda de la gracia, se convierten en medios de santificación cotidiana» (Juan Pablo II, Homilía en la Canonización de San Josemaría, 6-X-2002).
Demos gracias al Señor porque este mensaje es ya un hecho, no sólo en la teología sino, sobre todo, en la vida de muchas personas. Desgraciadamente, sin embargo, en tantas otras, todavía está presente sólo a nivel teórico, sin consecuencias prácticas en la vida cotidiana. Precisamente por esto quiero referirme hoy a algunos aspectos fundamentales de las enseñanzas de San Josemaría que pueden ayudarnos a llevar a cabo su mensaje. Pidamos ayuda a Dios, con las palabras de la oración colecta: Oh Dios, que has suscitado en la Iglesia a san Josemaría, sacerdote, para proclamar la vocación universal a la santidad y al apostolado, concédenos, por su intercesión y su ejemplo, que en el ejercicio del trabajo ordinario nos configuremos a tu Hijo Jesucristo y sirvamos con ardiente amor a la obra de la Redención (Misa de San Josemaría, Colecta).
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