Gregorio Luri, un navarro de letras y pensamiento que vive en Cataluña, ha dejado caer en su blog una oración laica, «Yo sí te espero», de bienvenida al Papa, que dice así:
....«Yo sí te espero…Por una simple cuestión de ecología cultural.Por cada una de las iglesias de cada uno de los municipios catalanes y sus torres que anuncian los pueblos desde lejos.Porque los que protestan contra ti lo hacen en nombre de la virtud bíblica de la probidad.Por todos los cristianos anónimos que conozco y que hacen bien sin mirar a quién.Porque fui bautizado.Por esa iglesia de la calle Pere IV que tiene en la puerta la pintada "Alá es grande" sin que pase nada.Por las Bienaventuranzas, por el "Cántico espiritual", por "Las Florecillas"...
Ratzinger acostumbra citar la frase famosa de la carta de Newman al duque de Norfolk:
— «Si yo tuviera que brindar por la religión, lo cual es altamente improbable, lo haría por el Papa. Pero en primer lugar por la conciencia. Solo después lo haría por el Papa».
El verdadero sentido de la autoridad doctrinal del Papa reside en que es abogado de la memoria cristiana —explica Ratzinger—. El Papa no impone desde fuera, sino que desarrolla la memoria cristiana y la defiende: «Por eso el brindis por la conciencia debe preceder, en efecto, al brindis por el Papa, pues sin conciencia no habría Papado. Todo el poder del Papado es poder de la conciencia. Es servicio al doble recuerdo sobre el que descansa la fe, y que debe ser conciliado, ensanchado y defendido de nuevo contra la destrucción de la memoria, amenazada tanto por una subjetividad olvidadiza de su fundamento como por la presión del conformismo cultural y social».
El Papa llega a España, cuya única explicación es el catolicismo.
— «Se dice que los católicos rebosan sentimiento de culpa frente a Dios» —planteó Peter Seewald a Ratzinger.
— «Los católicos están invadidos sobre todo por el gran sentimiento de indulgencia —contestó el cardenal—. Observemos el arte del barroco o del rococó. Desprenden una gran alegría. De típicas naciones católicas como Italia o España se dice, no sin razón, que poseen una ligereza interna».
ABC / ALMUDÍ
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