Mientras media Europa y Estados Unidos se encuentran en estado de alarma máxima por las amenazas del terrorismo islamista, un grupo de fanáticos asaltaba este pasado domingo una iglesia católica durante la celebración de la Santa Misa, en pleno centro de Bagdad, con decenas de muertos como resultado. Desde los atentados del 11-S y la serie que le ha seguido en todo el mundo, las atrocidades de estos fanáticos apenas sorprenden ya.
Tampoco la persecución de los cristianos árabes que viven en su tierra desde mucho antes de ser islamizada y que han sido objeto del Sínodo concluido hace tan solo una semana. Pero lo que de verdad sigue sorprendiendo es que los propios países musulmanes, igualmente amenazados por el terrorismo, no se hayan unido todavía para luchar conjuntamente contra esta lacra que contamina y pervierte al Islam.
No se trata ya de condenar el terrorismo, sino de ofrecer al mundo una lección de firmeza contra los peores enemigos que haya podido tener nunca una religión: los que hacen cómplices de sus crímenes a un Dios que paradójicamente, proclaman clemente y misericordioso. El paso necesario es que los líderes musulmanes se pongan de acuerdo para promulgar la libertad religiosa y condenar las interpretaciones que sirven de pretexto a los violentos para asesinar a supuestos infieles, como si fuese un acto virtuoso.
No se trata ya de condenar el terrorismo, sino de ofrecer al mundo una lección de firmeza contra los peores enemigos que haya podido tener nunca una religión: los que hacen cómplices de sus crímenes a un Dios que paradójicamente, proclaman clemente y misericordioso. El paso necesario es que los líderes musulmanes se pongan de acuerdo para promulgar la libertad religiosa y condenar las interpretaciones que sirven de pretexto a los violentos para asesinar a supuestos infieles, como si fuese un acto virtuoso.
Especialmente doloroso resulta el episodio sangriento de Bagdad cuando hace tan solo una semana que el Sínodo especial para Oriente Medio ponía el acento en la necesidad de continuar el diálogo entre cristianos y musulmanes, dentro del respeto mutuo que exige esa sumisión a Dios que predica el Corán.
ANÁLISIS DIGITAL
Dolor entre los cristianos iraquíes tras la masacre en la catedral de Bagdad : LEER AQUÍ
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