sábado, 13 de noviembre de 2010

Europa está en Emaús

   Me ha gustado esta entrada de Rafa Monterde y os la reproduzco.

   La visita del Papa a España me ha hecho pensar en Europa, en sus raíces y en su situación actual. ¿Dónde está Europa? Podemos contestar: al Oeste de Asia y al Norte de África. Pero bueno, eso no es suficiente. Me refiero a los fundamentos de Europa como cultura, como sociedad. Ya que, siendo sinceros y un poco objetivos, Europa es fundamental para todas las culturas. A mi parecer, se la podría denominar cultura de culturas.

   No obstante, la cultura europea está en el banquillo. Ahora no parece que sea buena. Según nos dicen, la cultura europea es conflictiva y dominadora. Creo que estas consideraciones son inadecuadas. Ni es conflictiva ni dominadora. Es más, los europeos se caracterizan por ser capaces de innovar ante los problemas y ser capaces de unificar posiciones contrarias. Por eso es posible que en ocasiones sea “conflictiva”, porque es capaz de abarcar mucho entre sus brazos…

Hay actitudes en Europa que tienden a mirar hacia fuera, buscando la verdad en otras culturas. Como si en oriente o en las culturas indígenas se encontrase la razón pura e intacta, que aún no se ha enfrentado a las verdades científicas ni hace uso de la técnica. Me parece curioso. El sábado pasado estuve en Barcelona. Fui a ver al Papa. Pero antes de verlo tuve la ocasión de escuchar a un artista. Se llama Etsuro Scotoo. Es un escultor japonés que se está encargando de las esculturas de la Sagrada Familia, el famoso templo de Gaudí. Etsuro nos habló de su búsqueda de la verdad y de la belleza en el arte. Curiosamente, encontró esa verdad en Europa. Concretamente en el arte cristiano. Afirmó que se fue de Japón con las manos vacías y en Europa lo ha encontrado todo. Según parece, tenemos más de lo que nos merecemos. Los europeos nos valoramos poco, una pena.

Etsuro habló de la libertad. Se refirió a ella con dos términos: 1.Libertad horizontal; 2.Libertad vertical. La primera es la libertad común, la que nos encontramos cualquiera de nosotros. Es libertad de elección, simple elección, con la que no podemos llegar a mucho más, sólo podemos disponer de lo que nos es dado. En cambio, la libertad vertical es una libertad superior, no nos hace mirar hacia abajo, como la libertad horizontal, sino hacia arriba, hacia el cielo. Etsuro se refiere a la libertad de Dios. Dijo que las agujas de la Sagrada Familia le ayudaron a comprender esto. La Sagrada Familia es un templo que te hace mirar hacia el cielo, te ayuda a ver la luz entre las sombras. Los colores de las vidrieras se combinan como una sinfonía de estrellas, que resplandecen todas a la vez. Es la alegría de la verdad, la paz de la belleza.

   Estas afirmaciones me ayudaron a pensar. Me pregunté qué pasaba en Europa. Llegué a la conclusión de que Europa está mirando al suelo, sin ser capaz de ver todas las riquezas que tiene a su alrededor. Riquezas espirituales, mucho más importantes que las materiales, y que esperan la atención de nuestra mirada para dársenos a nosotros de una vez por todas. Creo que es una situación similar a la de los discípulos de Emaús.

   Los discípulos de Emaús estaban cansados, desencantados, como los europeos. Los discípulos “iban conversando entre sí de todo lo que había acontecido” (Lc 24, 14). Sin embargo, “mientras comentaban y discutían, el propio Jesús se acercó y se puso a caminar con ellos (…)” (Lc 24, 15). La belleza está en Europa y nosotros no la miramos, como los de Emaús que “(…) sus ojos eran incapaces de reconocerle (a Jesús)” (Lc 24, 16). Jesús se puso a hablar con ellos, escuchando sus preocupaciones por todos los hechos. Ellos le contaban sus desesperanzas por tan grandes expectativas. Ya que pensaban que, por fin, iba a venir el Reino de Dios. “Entonces Jesús les dijo: -¡Necios y torpes de corazón para creer todo lo que anunciaron los Profetas! ¿No era preciso que el Cristo padeciera estas cosas y así entrara en su gloria?” (Lc 24, 25-26). Esto le pasa a Europa, no tiene fuerzas para escuchar ni mirar a su alrededor. Ni siquiera puede ver el rostro de Cristo, que nunca ha apartado su mirada de ella, como una primogénita de su Iglesia.

   Por eso tengo esperanza en Europa. Sólo hay que dejar que recupere fuerzas, que se le caigan, como a Pablo, las escamas de los ojos. Está confundida: Europa está en Emaús. Y Cristo camina junto a ella hasta que sea capaz de verle de nuevo. Nada está perdido y todo está ganado.

RAFAEL MONTERDE

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