viernes, 26 de noviembre de 2010

Inquietud por el más allá

   Se ha dicho que en el fondo de todos los miedos está el de morir. Parece que actualmente se plantea la posibilidad de volcar en un ordenador (download) la “configuración” y “preferencias” personales, de modo que quedaran en algún sitio…

   Nos resistimos a desaparecer del mundo y penetrar en lo desconocido. Esto se explica porque, de un lado, la vida nos proporciona la experiencia de que todos morimos, y, por otra parte, nadie ha vuelto del más allá para contarnos qué pasa. Además, está la separación de los seres queridos.

   También el cine actual, como en la película “Más allá de la vida” (Hereafter, Clint Eastwood 2010), se pregunta por lo que hay después y por la comunicación con los que se han muerto, sólo que sin nombrar a Dios; en algún momento se evoca la fe cristiana, pero de un modo desleído y poco convincente. Sin embargo, la inquietud sigue en pie, y toda la película es testimonio de ello.

   “Tal vez –escribe Benedicto XVI en su encíclica sobre la esperanza (2007)– muchas personas rechazan hoy la fe simplemente porque la vida eterna no les parece algo deseable. En modo alguno quieren la vida eterna, sino la presente y, para esto, la fe en la vida eterna les parece más bien un obstáculo”. Querrían –prosigue– aplazar la muerte lo más posible. Pero –argumenta– seguir viviendo sin fin sería más bien una condena o una carga, algo aburrido e insoportable.
   San Agustín, que trató el tema, concluye que en el fondo sólo queremos una cosa, llámese la vida bienaventurada o, simplemente, la felicidad. Con palabras del Papa, “de algún modo deseamos la vida misma, la verdadera, la que no se vea afectada ni siquiera por la muerte”. Querríamos eternizar “el momento pleno de satisfacción, en el cual la totalidad nos abraza y nosotros abrazamos la totalidad.... el momento del sumergirse en el océano del amor infinito, en el cual el tiempo –el antes y el después– ya no existe”. Este momento sería “la vida en sentido pleno, sumergirse siempre de nuevo en la inmensidad del ser, a la vez que estamos desbordados simplemente por la alegría”.

Ramiro Pellitero, Instituto Superior de Ciencias Religiosas, Universidad de Navarra
RELIGIÓN CONFIDENCIAL 
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3 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho este articulo, toca lo que más afecta al hombre hoy en día. Pero añadiría que la ausencia del sentido del compromiso es lo que mata a muchas personas y rechazan la fe por ello. El compromiso añade en sí muchos otros aspectos o virtudes como la generosidad (vocaciones sacerdotales), la amistad verdadera (la caridad, desinteresada) y otros muchos aspectos que se centran en una sola palabra: Compromiso por la verdad. La comodidad, el placer, mata esa palabra que en sí es mucho más de lo que nos podemos imaginar.

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  2. Me ha gustado mucho este artículo. Toca muchos aspectos del ser humnano que hoy en día están muriendo. Por mi parte añadiría que el compromiso es otro de los aspectos que en el hombre se está perdiendo (por no decir que se ha perdido). El compromiso en la fe. Muchos son católicos de boca, no de obras, muchos hablan, pocos hacen. En el compromiso se descubren muchos aspectos y vistudes que son más de lo que nos podemos imaginar; la generosidad, la amistad desinteresada, la caridad, etc. Creo que es importante transmitir esto ya que muchos se creen que el compromiso es quedar a jugar un partido de fútbol y ser puntual o incluso llegar un poco tarde (¿qué va a pasar?). No, esta palabra va mucho más allá. ¿Por qué las empresas no buscan ya un nivel académico excelente en el curriculum?, porque buscan la honradez, la honestidad, el trabajo bien hecho, en definitiva un verdadero compromiso. Esta es, diría yo, una de las claves para un verdadero cambio social.

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  3. Es un mal muy extendido. Se entiende la libertad como ausencia de compromiso: comprometerse, para muchos, conlleva perder la libertad.
    Olvidan que es esencial en la persona humana. Y que está íntimamente relacionado con el amor, que, si es auténtico, conduce al compromiso.
    Hay que recordar también que, el compromiso que reclama nuestra fe, es consecuencia del encuentro PERSONAL con Jesucristo.
    Una manera eficaz para ayudar a los que piensan así es la solidaridad. Involucrar a la gente en obras de misericordia les lleva a descubrir a los demás y, al tiempo que les ayudan, empiezan a descubrir que se enriquecen como personas.

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