sábado, 6 de noviembre de 2010

EL VERDADERO SENTIDO DE UN VIAJE

    Benedicto XVI llega hoy a España. Este viaje, aunque pastoral, no deja indiferente a nadie. Es más, no son pocos los que han querido desvirtuarlo convirtiéndolo en una visita político-nacionalista, caso de algunos líderes catalanes, o en la excusa perfecta para sacar a pasear la bandera del laicismo o el ateismo de Estado, caso de los socialistas. Sin embargo, la institución a la que representa el Papa –la Iglesia católica- está acostumbrada a superar todo tipo de contratiempos a lo largo de sus dos mil años de existencia, y sus roces institucionales con personajes históricos como Nerón, Calígula, Diocleciano, Enrique VIII, Napoleón, Robespierre, Hitler, Mussolini o Stalin, por ejemplo, no han logrado apartarla de su universal ideario, aunque su figura central y actual, el Papa Benedicto XVI, despierta también tanta pasión y odio como ya lo hizo su fundador: Jesucristo.

  Tras el arrollador y carismático Juan Pablo II, la Iglesia católica tiene ahora como cabeza visible a un indiscutible intelectual de formación germana, suave en las formas pero incorruptible en los contenidos.

    Sin embargo, lo que siempre ha hecho, tanto de cardenal como de Papa, ha sido luchar contra los relativismos morales que han ido agitando el mundo en los últimos decenios. Juan Pablo II se opuso a los totalitarismos –comunismo o nazismo–, Benedicto XVI se enfrenta ahora a la utopía relativista que vende libertad sin verdades objetivas, sin valores y sin una esperanza real. El Papa alemán no sólo señala dónde están los peligros de la sociedad de hoy –“las democracias sin valores degeneran en totalitarismos”–, sino que ofrece y propone un encuentro con la Verdad encarnada, Cristo, y descubre la verdadera dignidad del hombre. Sin meterse en políticas partidistas, Benedicto XVI propone un modelo de sociedad en el que la armonía entre fe y razón sea la medida del verdadero humanismo, y donde una positiva idea de laicidad –que respete derechos inalienables, como la libertad de culto y de conciencia– permita arrinconar el fundamentalismo laicista.

    Pero aunque el Papa no se meta en política partidista, los políticos de partido sí se meten con Benedicto XVI, y han intentado durante estos días, sobre todo nacionalistas como Artur Mas, adulterar la visita a Barcelona y promover un toque de catetismo regionalista recordándole que no viaja a un lugar cualquiera, sino a una nación con lengua propia llamada Cataluña.

    Por su parte, el Gobierno socialista también ha dado muestras de no saber valorar esta visita pastoral del Papa, y con declaraciones como las del ministro Jáuregui que aclaraba que iba a recibir al Papa en Santiago de Compostela como político, y no como cristiano; ironías baratas del ministro del Interior, Rubalcaba, sobre la seguridad del viaje papal, a raíz de unos papeles extraviados en una calle de Barcelona, o la ausencia de Zapatero en los actos litúrgicos, después de haberse arrodillado ante Obama en un Desayuno de Oración en EE UU. A ello se unen las críticas de algunos periódicos laicistas, las protestas de unos ateos desorientados que se toman muchas molestias para gritar contra alguien que no creen que exista… En pocas palabras: nada nuevo bajo este sol que lleva alumbrando a la Iglesia católica desde hace dos mil años y que seguirá haciéndolo cuando ya nadie hable de nacionalistas intolerantes y miopes o de anticlericales sin fronteras, como Ateos de Cataluña’.

LA GACETA

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