sábado, 13 de noviembre de 2010

El peligro de un humanismo secular

Interesante entrada de Joan Figuerola que os reproduzco.




   En la sociedad existe una especie de sucedáneo del humanismo, de corte materialista, que tiende a configurar una cosmovisión en la que el ser humano no sólo es independiente de Dios, sino que es totalmente antagónico. Este humanismo, que algunos denominan secular, se encuentra arraigado en el naturalismo filosófico cuyos postulados son la no existencia de Dios a partir de ideas estrictamente ideológicas o filosóficas, como en el caso del señor del video, Richard Dawkins, para quien sólo existe la materia física – en este sentido sería interesante un debate con el señor Gustavo Bueno, autor de Ensayos materialistas –; que la vida es producto de una combinación azarosa de factores a partir de una célula primordial; que el ser humano es un producto de la evolución que puede explicarse exclusivamente a partir de las leyes físico-químicas que reinan en el sistema biológico; que el ser humano carece de sentido y propósito, sino que su existencia es un mero acontecer, y con ello, que la moral es una realidad simplemente socio-cultural construida por el hombre que se modifica arbitrariamente porque carece de fundamento último.    

   Esta tarde leía en un blog más que recomendable una entrada titulada El antipapa y la finesse que me ha hecho pensar, de nuevo, en todos los comportamientos contrarios a la visita del Papa a Barcelona. Desde aquellos que simplemente se muestran contrarios intelectualmente hasta aquellos que expresan su repulsa de manera más virulenta. Si analizamos bien dichos comportamientos observamos que se sustentan en la no razón o en el uso indebido de los límites de cada conocimiento. Como siempre, la que sale perdiendo es la ciencia, a la que recurrentemente se manipula para hacerle decir aquello que no puede afirmar mediante su método. Cuando los señores Dawkins y Harris, por citar algunos ejemplos, se oponen íntegramente a la existencia de Dios no lo hacen desde una razón científica, sino desde una perspectiva filosófica anclada en el naturalismo o el materialismo. Sus palabras no son científicas, tampoco producto del raciocinio, sino que se edifican sobre fundamentos antirreligiosos.

   Estas personas no hablan desde la ciencia, sino desde una postura atea, respetable, pero alejada de toda rigurosidad académica. Como vemos en el video, el señor Dawkins se deja llevar por el fanatismo, acusando a la Iglesia con los mismos ejemplos de siempre, como si la petición de perdón tuviera que ser diaria. Este señor, que busca el fervor de la turba, olvida que en el siglo XX fueron asesinados por su fe más de 69 millones de cristianos y que cada año, desde inicios del siglo XXI, perecen 169.000 cristianos por el simple hecho de serlo (World Christian Encyclopedia). Este señor considera que la religión, especialmente la cristiana, es una mera droga para amortizar la hostilidad de una existencia sin propósito o, aún peor, una especie de herramienta de dominación para controlar a la humanidad. Estas palabras, sin duda, proceden del rencor y la ira. El ateismo no ofrece ningún servicio a la humanidad, al contrario. Cuando no se tienen respuestas, esta pseudociencia y este pseudohumanismo construyen hipótesis incoherentes cuando no trágicas al considerar que no existe la Verdad.   

   Notable paradoja, no existe la Verdad pero el conocimiento tiende a ella; se tilda a la religión de supersticiosa y fanática, pero se afirma desde esta perspectiva que no hay sentido, propósito ni verdad a alcanzar, que el único conocimiento existente es el conocimiento humano sin más. Sin duda, como humilde buscador de la verdad, como amante del conocimiento, me quedo con él “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6) que con el “no existe la verdad”. El peligro, no obstante, no está en el señor Hawkins o el señor Hitchens, pues estos son sujetos estimables, sino con sus palabras, con la asimilación de éstas por parte una turba exaltada. Repito, son personas altamente morales, pero venden una moralidad subjetiva desconectada de un fundamento, de un principio último a la que se sujeta; en consecuencia, tampoco existe una base real para el valor único de cada existencia humana. El ser humano, al margen de sus accidentes, no es más que una ameba o una bacteria. El ser humano pierde su singularidad al no ser obra de Dios, sino una mera combinación azarosa.

   Esta cosmovisión es impracticable, es más, poca gente puede mantener estos postulados activos en su existencia; sin embargo ejerce una gran influencia en la sociedad, y estos días lo vimos con la visita del Papa. Hay mucha gente, lamentablemente, que hace suyo el “comamos y bebamos, que mañana moriremos”. Sólo se busca el placer y la consecución de bienes materiales a partir de un relativismo moral que llega a despreciar la vida humana misma. Estos días el Papa nos ha mostrado la necesidad de huir de filosofías huecas y alienadoras como la que aquí abordamos para redescubrir el verdadero sentido del hombre y su realización.   

JOAN FIGUEROLA

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