La ceremonia de inauguración de esta Olimpiada de 2012 en Londres ha combinado espectacularidad con valores humanos, más que otras veces, bajo la batuta de Danny Boyle.
Llama la atención la compleja sincronización al presentar el tránsito
de una sociedad agrícola a otra industrial nacida en Inglaterra.
Pero
sobre todo destacan algunos valores humanos sólidos que tanto necesita
la sociedad líquida actual. Me refiero al valor de la historia,
"magistra vitae", pues tan válido es lo antiguo como lo moderno, algo
que muchos han olvidado.
También destacaría en esta ceremonia el valor de la vida humana
mediante las espléndidas imágenes de los niños en sus camas atendidos
por alegres enfermeras, que cuentan historias de Peter Pan y conjuran la
presencia de Mary Poppins. El recuerdo a los seres queridos fallecidos
permite vislumbrar una idea trascendente de la vida y la muerte, ausente
en otras pomposas ceremonias olímpicas como la de Pekín, atiborrada de
frías tecnologías pero como poca humanidad, o la inmersión en el lado
oscuro en la Clausura de Barcelona en 1992.