La figura del abuelo, definida hasta ahora como la de un viejecito al que cuidar y atender amorosamente, que únicamente sirve para simples cometidos de “canguro”… ha dejado de ser real
Lo dicen las estadísticas: desde hace algunos años, las praderas de Europa se convierten cada vez más en hábitat de una nueva especie animal, el abuelo.
El abuelo, que a inicios del pasado siglo era un “trípode tembloroso”, se está convirtiendo en un diferente y fornido bípedo, muy activo, aunque haya superado los 65 años; y con una ventaja más, respeto a ejemplares más jóvenes: lleva sobre sus espaldas el gran bagaje de la experiencia adquirida en un mundo que, en los últimos decenios, ha cambiado y se ha transformado vertiginosamente; lo que le ha obligado a desarrollar una especial capacidad de gestionar los múltiples cambios (profesionales, sociales, instrumentales, etc.), de los que derivan considerables y muy diversas competencias.