Escribe Ignacio García de Leaniz: La advertencia de Tocqueville sobre el presentismo anejo a nuestras democracias y su tendencia a despreocuparse por el futuro, tiene a su vez directa consecuencia en la estructura y proyección demográfica de un país.
Cuando Tocqueville visita en 1833 Estados Unidos para estudiar su sistema penitenciario, trasciende su misión oficial para acabar analizando todo el régimen democrático americano. De donde nace su clásico La democracia en América, en la que hay una observación de mucha vigencia hoy. Esa en la que Tocqueville comenta que la democracia borra tanto el pasado como el porvenir: "No sólo la democracia −escribe− hace olvidar a cada uno sus propios antepasados, sino que le oculta también sus descendientes". En tanto que asamblea de votantes vivos es lógico que los que ya han sido-los muertos- no puedan votar y queden al margen de las decisiones. Y que los que todavía no son, los por venir, tampoco: su capacidad de voto y por tanto de influencia política es igualmente nula. Por eso, deduce el pensador francés, la democracia es un magnífico sistema para gestionar el presente pero con serias dificultades para hacerlo con el eje pasado-futuro.