La honradez es una virtud que abarca muchos aspectos de la vida. Cuando
aplicamos a alguien el calificativo de honrado estamos afirmando que es una
persona íntegra, sincera, irreprochable, que procura ser justa, insobornable,
respetuosa con lo ajeno, ecuánime, leal, ejemplar. Quien reúne este conjunto de
virtudes, actitudes y formas de actuar es admirado por los demás, es bien
valorado, tiene prestigio y todos saben que se puede confiar en él.
La persona honrada, sin embargo, no actúa de forma justa solo por respeto a la
ley ni por temor al castigo: la honradez como virtud va más allá de los
preceptos porque nace del interior del hombre que ha comprendido el valor y la
dignidad de las personas, sabe que existen unos derechos fundamentales de todos,
ha decidido respetarlos y está dispuesto a vivir la solidaridad, la lealtad y
la caridad aunque esto le exija sacrificios y renuncias.
La honradez es una característica que define a alguien como una persona justa en todos los aspectos que se le presenten. Una persona honrada valora como una gran virtud el poder inspirar confianza en los demás demostrando siempre que es un individuo íntegro y que en todos los ámbitos de su vida la equidad es quien protagoniza su actuar.
Educar a las personas para ser honradas implica el desarrollo de una conciencia que les conduzca a apreciar y elegir todo aquello que representa la verdad, la integridad y el respeto por los demás.
Con la honradez tratas de ser absoluta y completamente sincero sobre todo contigo mismo para así poder reflejarlo ante los demás, y no se basa únicamente en un respeto hacia las cosas materiales, sino que también se debe respetar al ser humano como individuo aceptándolo con sus virtudes y defectos y sin perjuicios hacia nada ni nadie, y así demostrar calidad humana.
Quien es honrado se muestra como una persona recta y justa tiene mucho valor, se guía por aquello considerado como correcto y adecuado a nivel social.
En oriente existe un famoso proverbio chino: “El oro auténtico no teme la prueba del fuego.”. Una persona honrada es el resultado de la integración total de sus valores, y el hábito de toda la práctica que conlleva.
Es una persona que ha desarrollado tan fuertemente su conciencia, que sin importar si está siendo observada o no, y sin importar si las circunstancias le convienen o no, siempre decidirá lo que es correcto para sí mismo y para todos.
La práctica de la honradez también implica desapego, no sólo de los bienes materiales, sino de los placeres que pueda ofrecer el mundo, porque lo correcto no siempre será lo que queramos.
El mundo ya lleva demasiados años de historia y la cultura nos propone los valores por una razón: las acciones correctas nos hacen mejores personas a largo plazo.
Por eso ser honrado nos enseña a ser felices y a comprender que lo más importante (nuestros valores) es aquello que existe dentro de nosotros.
Accionar por lo que en el fondo creemos independientemente de las circunstancias, nos hace inmunes a los deseos superficiales y a recurrir a lo que ya existe dentro de nosotros: nuestra buena virtud como personas morales.
Un aspecto fundamental de esta virtud es el que se refiere al respeto de los
bienes ajenos.
Es preciso recordar que los bienes del planeta están destinados a todo el
género humano: una persona honrada emplea los recursos pensando no sólo en su
bien personal sino también en el de los demás.
El concepto de honradez, a pesar de su amplitud, señala comportamientos muy precisos
y consiste en:
·
Respetar la propiedad ajena, también en lo
pequeño.
Dar a cada uno lo suyo.
·
No adueñarse de un objeto encontrado como si
este hallazgo fuera un título de propiedad.
·
Devolver lo prestado. También los libros.
·
Cuidar los bienes materiales públicos como si
fueran propios.
·
Trabajar bien, con rectitud, ser fieles a la
empresa.
·
Ser fieles también a los compromisos
adquiridos. Cumplir las promesas. También las que parecen pequeñas.
Más
allá de leyes y preceptos
Preceptos de diverso rango señalan la obligación de respetar los bienes de
todos:
La ley natural prohíbe la usurpación del bien ajeno contra la voluntad
razonable de su dueño.
Las leyes civiles y penales establecen los principios que protegen la propiedad
privada y los derechos y deberes de todos: tráfico, impuestos…
Existe el deber, que se apoya en la confianza de quien otorga el encargo, de
gestionar correctamente los bienes, públicos y privados, y administrarlos con
responsabilidad, mejor que si fueran propios.
A veces se falta a la honradez con acciones a las que no se concede mucha
importancia: en algunas personas se ha adormecido la conciencia y no reconocen
que determinadas intenciones, acciones y conductas atentan contra el bien y los
bienes de otros.
Son faltas de honradez en temas poco importantes en apariencia.
Son comportamientos contrarios a esta
virtud:
·
divulgar lo que se conoce confidencialmente,
·
utilizar en beneficio propio bienes que
pertenecen a la empresa o institución en la que se trabaja,
·
ocultar información que deben conocer los
demás,
·
publicar noticias falsas o interpretadas
torcidamente,
·
dirigir negocios que encubren actividades
poco lícitas,
·
no pagar impuestos justos,
·
no respetar la propiedad intelectual y hacer
propio lo que pertenece a otros autores sin citar la fuente,
·
murmurar, difamar, calumniar, robar.
Cuando en una sociedad se
hacen frecuentes estas conductas, el clima social queda contaminado, se
generaliza la desconfianza y lentamente se adormecen las conciencias ante lo
que en sí es malo.
La
virtud brota del interior
La persona honrada, sin
embargo, no actúa de forma justa solo por respeto a la ley ni por temor al
castigo: la honradez como virtud va más allá de los preceptos porque nace del
interior del hombre que ha comprendido el valor y la dignidad de las personas,
sabe que existen unos derechos fundamentales de todos, ha decidido respetarlos
y está dispuesto a vivir la solidaridad, la lealtad y la caridad aunque esto le
exija sacrificios y renuncias.
Existen múltiples modos de
actuar contrarios a la justicia, y hay comportamientos diversos que deshonran a
los hombres.
Malversar es destinar bienes
materiales a una finalidad distinta a la que fueron destinados, y emplearlos de
forma opuesta o diferente a los deseos de su propietario o depositario. Quien
por su oficio es administrador de propiedades ajenas está obligado a respetar
su finalidad. Además, quienes de manera directa o indirecta se han apoderado de
un bien ajeno, están obligados a restituirlo o a devolver el equivalente en
naturaleza o en especie si la cosa ha desaparecido, así como los frutos y
beneficios que su propietario hubiera obtenido legítimamente de ese bien.
Cuando se actúa en contra de
estas obligaciones se violan derechos inalienables, causando daños a personas.
En los casos de corrupción de gobernantes o empresarios las injusticias son más
graves, incluso gravísimas.
Otros
deberes de carácter económico
Hay obligaciones
inexcusables derivadas del derecho a la propiedad:
·
Es también moralmente ilícita la especulación
mediante la cual se pretende hacer variar artificialmente la valoración de los
bienes con el fin de obtener un beneficio en detrimento ajeno.
·
Es injusto no pagar a los organismos de la
seguridad social las cotizaciones establecidas por las autoridades legítimas.
·
Son también ilícitos el fraude fiscal, la
falsificación de cheques y facturas.
·
Los gastos excesivos y el despilfarro atentan
contra la justicia y la caridad.
La virtud de la honradez
modera la tentación de la avaricia, la inclinación a conseguir riquezas
innecesarias; frena el afán de imponerse sobre los demás y ejercer el poder en
provecho propio.
En su raíz nace de la
decisión de hacer el bien, de respetar los derechos humanos, de elegir en toda
ocasión la justicia, de optar por la caridad en cualquier dilema.
Es
vivir en verdad
Esta virtud es incompatible con la mentira, con las medias verdades. Donde
aparece la mentira, el terreno en que se apoyan las relaciones entre las
personas se resquebraja: se ha introducido un elemento falso e irreal que
impide el buen entendimiento, la tarea en común, la verdadera comunicación; se
traiciona la confianza de las personas.
La ambigüedad, el engaño, los subterfugios, la ocultación malintencionada de
información son actos contrarios a la honradez y, aunque los afectados no
tuvieran conocimiento de ello, se ofende al prójimo y a Dios.
Prometer
para cumplir
Si se hace una promesa, es para cumplirla. También en política. Cuando no se
tiene intención de mantener lo prometido, lo oportuno es callar. Cuando se jura
un cargo, se firma un contrato, se establece un compromiso y es preciso cumplir
con él a pesar de las dificultades que ello implique.
Las promesas deben ser cumplidas, y los contratos, rigurosamente observados en
la medida en que el compromiso adquirido es moralmente justo.
Intenciones
rectas y claras
La libertad de elección permite tomar múltiples decisiones y a través de ellas
conseguir un fin o varios fines: quien es honrado actúa con rectitud, de forma
que sus objetivos sean siempre claros; no guarda segundas intenciones ocultas
ni falsea sus acciones haciendo creer que le mueve un buen deseo cuando en
realidad no es así.
La expresión «rectitud de
intención» significa claridad de conducta, ausencia de disimulo o hipocresía. Se
trata de que nuestro sí sea sí y nuestro no sea no.
Juan Ramón Domínguez
Palacios
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