Se trata de reconocer lo valioso que cada persona tenga y no dejar que eso se contamine por las cosas menos encomiables o más rechazables que también tendrá.
Me cuenta una amiga que está muy empalagada por los grandes elogios indiscriminados que se regalan ahora a la mínima de cambio (y que se exigen), tan huecos sonajeros.
Son la otra cara de los odios cerrados que vemos crecer a nuestro alrededor. Nos estamos polarizando no sólo en política, sino también en nuestros juicios personales, sociales, artísticos o filosóficos. O todo o nada. O fan o hater. U óptimo u horroroso.