También la Iglesia está incluida en esta espiral de falsificación que dice ser verdad, de muchos modos.
Escribe Lucetta Scaraffia: En las décadas pasadas, el catolicismo, pero más en general el cristianismo, debió confrontarse con un fenómeno nuevo, el relativismo, que ponía en duda la existencia misma de una verdad. No fue fácil, pero al menos se trataba de una contraposición clara entre quien creía en la verdad y quien negaba incluso la posibilidad. Hoy al relativismo le ha sustituido la llamada posverdad, su pariente cercano, pero que es más difícil de afrontar porque es evasiva y generalizada. Sobre todo también porque la posverdad −que según el filósofo francés Marcel Gauchet es la hija adulterina de lo políticamente correcto− pretende ser una verdad más auténtica porque se presenta precisamente como un discurso alternativo al oficial.