miércoles, 31 de agosto de 2011

Primero Atila, luego los turcos, ahora el relativismo


Primero Atila, luego los turcos, ahora el relativismo
Es muy temprano para juzgar la influencia social de Benedicto XVI. De todas formas, es evidente que desde hace años nos está ayudando a recordar, en continuidad con sus predecesores, la existencia de la verdad y la capacidad de la razón humana para conocerla 

     La dimensión religiosa no es un apéndice ni una etiqueta: ordena y finaliza toda la conducta de la persona. Quien enseña a los demás, con la autoridad recibida de Cristo, a conocer y vivir la verdad de su relación con Dios influye indirecta pero eficazmente en sus actividades sociales, culturales, políticas y económicas.

      Por eso se puede decir que la influencia de los Papas no se ha limitado al mundo religioso: ha tenido y tiene repercusiones en todos los ámbitos de la vida social.

      Algunos Papas, sin embargo, han intervenido de un modo más directo en los acontecimientos de la Humanidad. Sólo mencionaré tres casos, muy alejados en el tiempo, que podrían venir fácilmente a la memoria de los aficionados a la Historia.

      El primero sucede en el siglo V. Durante más de 20 años, los hunos habían extendido el terror, la devastación y la muerte por toda Europa. A pesar de su parcial derrota en los Campos Cataláunicos, Atila se apodera del Norte de Italia en el año 452. No sólo estaba en peligro la vida de miles de personas, sino también el acervo cultural y religioso romano y cristiano. Cuando la destrucción parecía inevitable, un hombre, León Magno, sale al encuentro de Atila: el Vicario de Cristo se enfrenta al que, a partir del siglo VIII, sería designado como azote de Dios. Como fruto de este encuentro, Atila retrocede con todo su ejército y se retira a la Panonia. Roma e Italia se salvan de la masacre y la civilización romano-cristiana, que podría haber desaparecido, sigue adelante.

      El segundo caso sólo puede ser valorado positivamente por quienes se esfuercen en juzgar los hechos del pasado con los criterios del contexto cultural correspondiente, condición esencial de toda crítica histórica que no quiera caer en el ridículo. Se trata también de una situación en la que la cultura cristiana, con 16 siglos de desarrollo, estaba a punto de ser sustituida por otra, la otomana, apoyada en la fuerza de un enorme ejército. El único medio de salvación era la defensa armada. Ante la necesaria unión de fuerzas, prevalecieron, en muchos casos, los intereses económicos particulares. La victoria sobre el invasor fue posible gracias al tesón de un hombre: San Pío V. Y si hoy podemos admirar los logros culturales de los siglos posteriores (incluido El Quijote), es gracias a Lepanto.

      El tercer caso es el más conocido: Juan Pablo II y el comunismo. Me limito a transcribir un texto de José Ramón Garitagoitia, cuya tesis doctoral, El pensamiento ético-político de Juan Pablo II (2002), fue publicada con un prólogo del último presidente de la URSS y premio Nobel de la Paz, Mijail Gorbachov: «La influencia del primer Papa eslavo de la historia aceleró, de algún modo, el cambio del ‘statu quo’ en su nación. Desde Polonia, la llama de la libertad se traspasó a los demás países al otro lado del Telón de Acero. Mijail Gorbachov, uno de los protagonistas de aquellos acontecimientos, así lo ha reconocido. En octubre de 2004, todavía en vida de Juan Pablo II, recibí una carta del que fuera último presidente de la URSS y secretario general del Partido Comunista soviético: "Estoy totalmente de acuerdo con usted" —escribía Gorbachov— "en que Su Santidad Juan Pablo II ha desempeñado un papel sincero y activo en todo el proceso de la unificación de Europa". Y poco más adelante afirmaba: "Actúa como un gran político contemporáneo que persigue con coherencia alcanzar una victoria: la de conseguir que los principios humanísticos estén en la esencia de toda sociedad humana"» (ABC, 10-11-2009).

      Cuando se alaban los avances positivos de la civilización occidental, hay que hacer justicia a todas las personas que los han hecho posibles: científicos, pensadores, artistas... y también a tantos Pontífices de la Iglesia católica que, gracias a su amor a Dios y a los demás, a su prestigio y coraje, fueron elementos providenciales para la defensa de lo humano y el progreso de la Humanidad.

      Es muy temprano para juzgar la influencia social de Benedicto XVI. De todas formas, es evidente que desde hace años nos está ayudando a recordar, en continuidad con sus predecesores, la existencia de la verdad y la capacidad de la razón humana para conocerla. Estamos seguros de que, dentro de no muchos años, se podrá decir que, gracias a las enseñanzas de Benedicto XVI, el relativismo, causante de tantas desesperanzas de la juventud, perdió su crédito, y que por todas partes se renovó el deseo de buscar en serio la verdad. Se demostraría una vez más que la Iglesia, siempre iluminada por el Espíritu Santo, es fuente de progreso, esperanza y alegría para todos los hombres.

Tomás Trigo es profesor de Teología Moral
La Gaceta / Almudí

martes, 30 de agosto de 2011

"Una verdadera cascada de luz"

   Con las palabras que dan título a estas líneas, Benedicto XVI se ha referido a la recién concluida Jornada Mundial de la Juventud, en la primera Audiencia General en Castelgandolfo, después de su regreso a Roma.
Y al hacer un breve repaso de lo ocurrido en esa Jornada que él mismo Papa califica de "un acontecimiento eclesial emocionante", hace mención especialmente a la recomendación que hizo a los profesores en el Monasterio de El Escorial:

"A los profesores les recordé que sean verdaderos formadores de las nuevas generaciones, guiándoles en la búsqueda de la verdad no sólo con las palabras sino también con la vida, consciente de que la Verdad es Cristo mismo".

Los aficionados a las estadísticas ya nos han comunicado que las palabras "Jesús, Jesucristo, el Señor, Cristo, Dios, Maestro, Hijo", aparecen  341 veces en los discursos –ni muy extensos, ni muy numerosos- que pronunció el Papa en Madrid.

La "cascada de luz" es, sin duda alguna la "Luz de Cristo", la "Luz que ilumina al mundo".  Esa Luz a la que Benedicto XVI ha invitado a buscar a los jóvenes, sin desfallecer.

"Tenéis interrogantes y buscáis respuestas –les dijo a los franceses en la Cibeles-  Es bueno buscar siempre. Buscar sobre todo la Verdad que no es una idea, una ideología o un eslogan, sino una Persona, Cristo, Dios mismo que ha venido entre los hombres".

"Nosotros predicamos a Cristo, y a Cristo crucificado", dijo ya san Pablo en los albores de la aventura de la Iglesia, y así han seguido predicando tantos hombres y mujeres a lo largo de la historia.
Quizá muchas personas que vivieron aquellos momentos en Cuatro Vientos, y muchos más que siguieron la Jornada por televisión, recordarán en su alma el silencio de la adoración a Cristo Eucaristía después de la tormenta.

Muchos se preguntarán por el significado de ese silencio, qué razones, qué fuerzas, podría haber detrás de un  silencio semejante sostenido en el respirar de más de millón y medio de personas.

Fue el silencio de la "soledad sonora", el silencio de la "cascada de luz"; el silencio de la alegría incontenible ante Cristo Resucitado; el silencio que esconde todo  el amor de Dios creador; el silencio del hombre asombrado ante Cristo vivo, presente en la Eucaristía, "le alaba, le da gracias le pide ayuda y luz".  El silencio sinfónico del amor del hombre que contempla la entrega amorosa de Dios. El silencio de la Verdad, que se hace Vida y Camino.

Y una vez más, el Papa invitó a todos a que ese silencio les lleve a descubrir la "roca", que hace posible su alegría y su paz.

"Se preguntarán por el secreto de vuestra vida y descubrirán que la roca que sostiene todo el edificio y sobre la que se asienta toda vuestra existencia es la persona misma de Cristo, vuestro amigo, hermano y Señor, el Hijo de Dios hecho hombre, que da consistencia a todo el Universo".

"Una verdadera cascada de Luz", que ilumina hasta los más recónditos recovecos del espíritu de esos verdaderos adoradores de Dios, "en Espíritu, en Verdad".

Ernesto Juliá Díaz
RELIGIÓN CONFIDENCIAL

lunes, 29 de agosto de 2011

Entiendo a los discrepantes


Entiendo a los discrepantes
Creyentes y no creyentes han acudido al argumento del gasto, de quién lo paga y de lo que habría hecho hoy día Jesús de Nazaret

      Comprendo a los discrepantes de la visita papal porque ni todo el mundo es católico ni todos los católicos andamos en la misma onda. Me cuesta más comprender a éstos de onda diversa, porque suele consistir en negar la necesaria coexistencia y complementariedad de tres asuntos sin los que perece la vida cristiana: tradición —no en el sentido de antiguo o anquilosado, sino de recibido de Dios— escritura y magisterio. Comprendo más a los que no tienen fe porque sin ella no se puede aceptar casi nada de lo sucedido de la JMJ y el papa. Y cada uno juzga desde sus coordenadas mentales. 

      He recordado la escena evangélica del encuentro nocturno, a escondidas, de Nicodemo con Jesús. Éste le habla un lenguaje diferente, incluso provocador. Se refiere a una vida nueva, un nuevo nacimiento. Nicodemo se asombra: ¿Cómo puede uno volver al seno de su madre y nacer de nuevo? Más adelante, Jesús dice: Si os he hablado de cosas terrenas y no creéis, ¿cómo ibais a creer si os hablara de cosas celestiales? Hay que decir que, por los resultados —Nicodemo solicitará de Pilatos el cuerpo muerto de Jesús— la relación acabó bien. 

      Pero muchos se hallan en las iniciales palabras duras de roer. Porque sin fe en la tradición y la escritura leídas en la Iglesia, nada se entiende, hasta puede parecer lo más normal que Dios no exista, lo más razonable, pero pienso que a Dios se puede llegar por la razón, pero no puede ser comprehendido por ella. Sólo la fe tiene acceso. Creo que lo racional es que la idea total de Dios no puede caber en inteligencia alguna. Si cabe, no es Dios. Si pretendemos juzgar su existencia porque no cabe, tal vez es pretencioso. 

      Creyentes y no creyentes han acudido al argumento del gasto, de quién lo paga y de lo que habría hecho hoy día Jesús de Nazaret. Haré unas preguntas: ¿son locos de atar ese millón o dos que desean estar con un padre y que no producen actos de vandalismo? ¿No será una necesidad? Y si lo es, puede pagarlo quien quiera, pero incluso debería pagarlo el Estado. O ¿es menos necesario que un deporte masas, un concierto de rock, un sindicato que sufragamos todos, un partido político que costeamos todos o una monumental fuente que abonamos todos? Tampoco sirve el argumento: sí, pero no con mi dinero, porque, oiga, con el mío pagan muchas cosas que no me gustan y puedo decir que no me gustan, puedo expresarlo, pero sé que es legal. Podrán tomarnos por locos pero para una masa grande de población es más importante el servicio prestado por la religión, que los ejemplos citados, que tampoco tienen por qué ser incompatibles. 

      ¿Se escandalizaría Cristo? Pienso que no: se utilizan medios actuales para difundir su mensaje. El papa es una persona de 84 años que, por seguridad, ha de ser visto por sus hijos en una especie de jaula, que no vive para sí mismo, mientras se prodiga en jornadas extenuantes. Y su mensaje ha sido uno: Cristo. Otros asuntos son el mismo: Cristo.

Pablo Cabellos Llorente
Levante / Almudí

domingo, 28 de agosto de 2011

La Iglesia se ha mostrado como es: la familia de Dios


Un momento expresivo de comunión y afecto




   El cardenal Rouco ha acompañado al Papa en todo momento, durante los días de la JMJ. Y le ha visto feliz, emocionado muchas veces; al ver, por ejemplo, el formidable recibimiento en las calles de la ciudad, o tras presenciar un Via Crucis que le llegó a lo más profundo del alma. Llega el momento del descanso para el arzobispo de Madrid, tiempo que será breve, porque ahora se abre una nueva e intensa etapa para la Iglesia en Madrid y en España, sobre todo en su relación con los jóvenes. «Estamos en un momento nuevo», dice el cardenal a los lectores de Alfa y Omega

¿Cuál es su valoración de esta Jornada?
    Ha sido una gran fiesta; muy original. Original, en el sentido de que las fiestas que organiza la sociedad y que organizan los hombres tienen otros contenidos y otras fórmulas de expresión, sobre todo las que están alejadas del mundo de la fe. Ha sido una fiesta original porque ha salido del origen, del origen de la experiencia cristiana, de la afirmación de Cristo resucitado; ha surgido de ese nuevo pueblo que ha nacido de Cristo resucitado y de su gozosa esperanza de que va a vivir la realidad de lo que el Apocalipsis vislumbra en el futuro: la Jerusalén celestial, la Iglesia de la gloria, la Humanidad salvada y redimida.

    Creo que ésa ha sido la realidad de esta JMJ, donde la Iglesia se ha mostrado como es: como el cuerpo de Cristo, que vive del Señor resucitado, de su gracia y de las promesas de su gloria, del don del Espíritu. Y ha mostrado esa realidad doble que le caracteriza, divina y humana: con el Papa, su cabeza visible, que representa al Señor, y es cabeza también del Colegio episcopal, cuyos miembros, a su vez, estaban rodeados de miles de presbíteros, como en ninguna otra JMJ. Era impresionante la vista, desde arriba, de los concelebrantes, con los jóvenes de la Iglesia, y también con algunas personas mayores, padres de familia y niños, aunque la mayoría eran jóvenes.

    Y la Iglesia se mostró al mundo como lo que es: la casa de Dios, la familia de Dios, donde el Resucitado está vivo. El domingo, mirando desde el altar, decía: Señor, aquí estás Tú. Él era el centro de todo lo que estábamos viviendo, del mismo modo que, en la noche, durante la Vigilia, había estado sacramentalmente presente. La Iglesia se ha presentado como lo que es, y también cuál es su razón de ser: llevar al hombre al encuentro, a través de Cristo, con el Dios que lo salva.

    Y ha sido también humanamente una gran fiesta de los jóvenes, que son quienes atraviesan los momentos de mayores incertidumbres personales e incógnitas en relación con el futuro, porque ése es el momento en el que hay que despejar el camino de la vida con opciones fundamentales, según la propia vocación, en el matrimonio, la vida consagrada, el sacerdocio… Se ha demostrado que, efectivamente, los jóvenes, en la Iglesia, viven la Iglesia a fondo, y cuando la Iglesia se presenta ante ellos en su plenitud, como signo del Resucitado que salva al mundo, se llenan de gozo, de alegría y de esperanza, y la transmiten al mundo. Por eso, la JMJ ha sido, una vez más, una especie de gran acción misionera.

¿Usted esperaba tanto de esta JMJ?
    Hay cosas que sí esperaba. Con respecto al comportamiento de los jóvenes, no tenía ninguna duda de que iba a ser como efectivamente ha sido. Tenía esa certeza en base a la experiencia del pasado, y en base también al conocimiento de nuestros jóvenes, y de lo que es un joven cristiano. También tenía certeza moral sobre cómo iba a responder la organización, que había vivido un proceso de configuración y de trabajo de tal calidad, y de tal entrega, que sabía yo que eso también iba a funcionar.
    Y estaba seguro de que la archidiócesis de Madrid, y también las diócesis de Alcalá de Henares y Getafe, iban a responder casi perfectamente al reto de la acogida de los peregrinos, y que las quejas serían mínimas, las inevitables en un acontecimiento de estas dimensiones.
    Estaba también seguro de que la oración de la Iglesia no nos faltaba. Lo dije en el saludo al Santo Padre en el acto de las jóvenes religiosas: la JMJ, sin ellas, hubiera sido inexplicable.

Los jóvenes también han rezado mucho.
    Claro. La JMJ no sólo son los actos centrales, que son la expresión de todo lo que se ha vivido durante la semana. La Jornada Mundial es también la red de catequesis, la red parroquial, los cuatro o cinco mil lugares de acogida, los encuentros personales...
    Eso fue la base y el día a día, el tejido, el fluir vivo de la Jornada. Los encuentros con el Papa fueron la expresión culminante de todo lo que se estaba viviendo. ¡Y cómo no hablar de la oración en las noches! Madrid reunió, todas esas noches, a una inmensa comunidad orante y adoradora del Señor. Después, en los actos culturales se mostró ese reflejo fantástico de la experiencia cristiana en el arte, en la música, en el teatro… Han sido casi cuatrocientos actos.
    Y quisiera hacer un subrayado de la música. El Santo Padre la valoró positivamente. Yo le expliqué que habíamos preparado el coro y la orquesta para esta JMJ. Y es bueno que lo sepan los músicos, porque éste ha sido uno de los aspectos de la preparación y del engranaje de la Jornada más bellos, y que se han elaborado en poco tiempo, en sólo cinco o seis meses, con un entusiasmo enorme.

Algunos periodistas extranjeros han captado la naturalidad de la dimensión religiosa, unas propuestas culturales de altísima calidad. Y les ha sorprendido también esta acogida, cuando lo que a menudo se dice es que, en esta España, lo católicos están en retroceso, incluso marginados...
    Quizá también les llamó la atención esa simbiosis de vida ciudadana, de vida de fe, de expresión de fe, natural, de esa capacidad de una ciudad y de su entorno de abrirse en todos los ámbitos de su existencia personal y social a una visita tan fantástica y formidable de jóvenes de todo el mundo. Y todo ello sin estridencias; al contrario, con gozo por ambas partes.
La gente de Madrid está encantada de lo que se ha vivido estos días; la gente ha salido en masa a la calle. Hasta altos personajes de la nación lo han hecho de incógnito, según me consta, para mezclarse entre el bullicio, y se han quedado absolutamente asombrados y fascinados de lo que estaban viviendo...

¿Algún nombre?
    Hablo de lo que sé y de lo que me dicen. No puedo decir nombres, pero, efectivamente, lo han vivido en primera persona, disfrazados, con gafas y con gorros… Pero sí, allí han estado.

¿Qué ha dicho el Santo Padre, al ver esta acogida?
    El Papa estaba muy admirado, cuando recorríamos las calles, de cómo Madrid se volcó. Yo le explicaba: «La mitad de Madrid está fuera, pero la otra mitad está en la calle». Le llamaba muchísimo la atención. «Sí, aquí están abuelas, padres, niños… ¡Está todo el mundo!» Eso le impresionó muchísimo al Papa.

El desbordamiento se percibía ya desde el martes, en la Misa de inauguración.
    Sí. Creo que fue la más nutrida y la más masiva de todas las Misas de inauguración de las JMJ. Recuerdo la del año 89, que la celebramos, el día de la Asunción de Nuestra Señora, en la Plaza del Obradoiro, que no estaba llena, una plaza que ya con 10.000 personas se pone a tope. Pues desde aquella Misa del Obradoiro, a esta misa de la Cibeles del año 2011, hay casi que multiplicarla por 10, o incluso por 100.

¡Qué pena la intolerancia de los cafres del odio...!
    Pues la verdad es que un poco de pena da que haya un grupo que no tenga ese respeto mínimo a gente que te visita, que viene a tu casa. No me imagino a un hijo de una familia, en la que sus padres o sus hermanos metan a alguien en su casa, y llegue él y empiece a insultar a los visitantes. Pero en fin…
Los éxitos son de nuestro Señor
Una las novedades y signos más visibles de esta JMJ ha sido que el Papa confiese personalmente a algunos jóvenes.
    Creo que sí. La Fiesta del Perdón ha sido la expresión más visible y más comunicada, y quizás de más impacto exterior y mediático de lo que se vivió en la JMJ. En todos los lugares de catequesis, de acogida, en los actos centrales, el sacramento de la Penitencia se vivió y se impartió masivamente. ¿Cuántos chavales se habrán confesado? Cientos de miles. Nosotros le dimos esa forma expresiva, espectacular, en el Paseo de Carruajes del Retiro, con esos confesionarios de Nacho Vicens, tan sugestivos. Y junto a ellos estaba la carpa de oración de las Hermanas de la Madre Teresa, síntesis y médula de la vida cristiana: adorar, creer, entregarte al Señor, pedirle perdón constantemente para ir venciendo en tu carne al pecado y a la muerte... Y todo ello, desde la certeza de que Él está allí, en medio de la Iglesia, a través del signo sacramental de la Eucaristía. Eso produce después una caridad sin límites, una caridad que no conoce el mundo. Eso es el cristianismo.

Bueno, y tras el éxito, ¿ahora qué?
    Los éxitos son sólo de nuestro Señor, una inmensa gracia. Ese cauce, ese conducto a través del cual vino la gracia para la JMJ, hay que ampliarlo ahora más; hay que hacerlo más limpio, sin obstáculos, para que fluya más y llegue a todos.

   Hay un fruto inmediato que es el de la atención pastoral a los jóvenes. Eso es de primer orden, el fruto mejor y el mandato más inmediato y más urgente, respecto al día a día y al quehacer de la Iglesia en estos próximos meses y años. Yo creo que estamos en un momento nuevo realmente de comunicación entre los jóvenes católicos, los jóvenes y la Iglesia. No se puede seguir a Jesús al margen de la Iglesia.

La JMJ ha generado, estos días, nuevos espacios de libertad para los jóvenes católicos, que han podido vivir su fe con más naturalidad que nunca, en un ambiente limpio, alegre… ¿Ha habido una conquista de nuevos espacios, por ejemplo en el mundo universitario, a veces hostil al cristianismo? Hemos visto, por ejemplo, que profesores de una misma Universidad se han conocido y reconocido como católicos, gracias a su encuentro con el Papa; que han visto que son más de los que ellos pensaban. ¿Y todo esto cómo se consolida, cómo se mantiene?
    Creo que por la vía de la positividad; es decir, por la vía de seguir afirmando personalmente la identidad católica, y desarrollarla en clave de comunión y de vida de comunidad, buscando también fórmulas de asociación.
    La asociación es una fórmula de expresión de la Iglesia que hay que cultivar; sobre todo, desde el punto de vista del testimonio apostólico y de la santificación de las realidades temporales. Todas las Jornadas ayudan a este fin, y ésta creo que va a ayudar mucho, y en concreto en ese ámbito, el universitario. Por cierto, en la policía había una cierta preocupación de cómo iban a contener el entusiasmo las religiosas, cuando llegara al Papa. Con los profesores universitarios, en cambio, creían que no iba a pasar nada, que iban a permanecer hieráticos y muy dignos y nobles… ¡Pues fue al revés! Hubo profesores que se subieron a la silla para ver al Papa.
¡Muy notable y simpático el fenómeno!
Alfa y Omega

sábado, 27 de agosto de 2011

Y, ahora, ¿qué?


Y, ahora, ¿qué?
Ahora, el tiempo nuevo que tanto necesita España. Ahora, es cuando realmente comienza la JMJ, según el Papa, ‘inolvidable, arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe’, para que todo no quede en fulgurantes fuegos artificiales

Ahora, como ayer y como siempre, Cristo. El Vicario de Cristo que se ha sentido muy bien en España, viene y se va. Cristo permanece. No os guardéis a Cristo para vosotros mismos

¿Qué con qué me quedo de la JMJ?
      Me quedo con el clamoroso silencio de dos millones de jóvenes, de todos los rincones del mundo, de rodillas, en Cuatro Vientos, ante Cristo sacramentado.
       Me quedo con las lágrimas que miles de chicas y chicos jovencísimos no podían contener.
     Me quedo con el aplauso incontenible a la Madre de Dios y con el abrazo y el enjugar una lágrima a una voluntaria en silla de ruedas.
     Me quedo con el tsunami de esperanza firme que estas Jornadas han evidenciado, con el vendaval y el aguacero interior de Cuatro Vientos.
     Me quedo con la certeza de la fe, con la firmeza joven y alegre de la fe en Cristo, sin complejos ni mediocridad.
       Me quedo con esta generación de Benedicto XVI, que ha sustituido, por las calles y plazas de Madrid, el grito ¡Benedicto, Benedicto! Por el de ¡Jesucristo, Jesucristo!, lo que significa que su corazón y su inteligencia han entendido lo esencial.
     Me quedo con las tímidas caricias del Papa, llenas de ternura, a la criatura con un tumor cerebral, a la religiosa de 104 años.
      Me quedo con las confesiones en el Parque del Perdón y con la Madrugá madrileña, tras el prodigioso Via Crucis.
      Me quedo con la naturalidad irrebatible de la vivencia de la fe públicamente. La religiosidad no es, no puede ser, no será nunca algo privado, ni impuesto, sino Verdad en la libertad. Usted, igual que yo, ha palpado, estos días, por las calles de Madrid felicidad; pero como ha dicho monseñor Munilla, la de verdad, no la de Walt Disney, sino la de un joven que se emociona cuando el Papa le dice: «No pases de largo ante el sufrimiento humano»; o «la fe no la puedes vivir en solitario y por tu cuenta, sino en la Iglesia».

      Ha sido la JMJ de la visibilidad de la dimensión religiosa que Dios puso en el corazón de todo ser humano, con propuestas culturales de altísima calidad que nadie inteligente puede confundir con el folklore. Gozosa, contagiosa vivencia de la fe, de la esperanza y del amor. Y eso, en la España de hoy, desnortada, sistemáticamente manipulada, con los zafios y violentos del odio tolerado y alentado desde ciertas terminales mediáticas. Señor, perdónalos, aunque crean que sí saben lo que dicen y lo que hacen.

      Me quedo con el Evangelio de la vida y con la denuncia, sin tapujos ni complejos, de la incultura de la muerte. «Aquí no hay crisis de valores», decía un mocetón de Bérgamo, bajo el pentecostal aguacero de Cuatro Vientos, recio vendaval que llenó toda la casa.

      Me quedo con una Iglesia que no teme la búsqueda de la Verdad, sin adjetivos, porque tiene la respuesta; con unos chicos y chicas que han aprendido, sacrificadamente, a tener confianza en sí mismos y en Dios, sin Quien, como señaló el cardenal Rylko, «las cuentas no cuadran», y que están desengañados de un mundo indigente de verdadera y sólida esperanza, en el que las palabras, como dijo el Papa, sólo sirven para entretener.

      Me quedo, en fin, con unos jóvenes a los que el cardenal Rouco definió insuperablemente testigos de la alegría, y que dio el abrazo de despedida al Papa diciéndole: «Santo Padre, cuente con ellos».
      «Son sanos, transmiten alegría…», me comentaba un taxista.

Bueno; y ahora ¿qué?
      Ahora, como ayer y como siempre, Cristo. El Vicario de Cristo que se ha sentido muy bien en España, viene y se va. Cristo permanece. No os guardéis a Cristo para vosotros mismos.
      Ahora, el tiempo nuevo que tanto necesita España. Ahora, es cuando realmente comienza la JMJ, según el Papa, inolvidable, arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe, para que todo no quede en fulgurantes fuegos artificiales. Preciosos, pero artificiales.
      Ahora, la palabra segura y permanente del Señor:
      Sin Mí no podéis hacer nada. (Ni en Madrid, ni en Río de Janeiro, ni en ninguna parte). No temáis. Yo estoy siempre con vosotros, hasta el final de los siglos…

Miguel Ángel Velasco

La interpretación que nadie quiere escuchar sobre la causa de los disturbios de Londres


   William Oddie fue director del «Catholic Herald» y sigue siendo columnista en él, y no tiene en este caso temor a la incorrección política.


   David Cameron ha anunciado que tomará medidas contra el "colapso moral" del que son síntomas los disturbios de la pasada semana en Londres y otras ciudades del Reino Unido.

    Y si quiere una guía para evitarlo, se la brinda William Oddie, uno de los creadores de opinión más importantes del catolicismo inglés, columnista del Catholic Herald, del que fue director entre 1998 y 2004, y autor de obras como The Roman option [La opción romana] y Chesterton and the romance of the orthodoxy [Chesterton y la novela de la ortodoxia].

   
Oddie publicó este lunes un artículo en el Herald con un título largo y provocador: "Ahora tenemos la prueba de que abolir los derechos de los padres y animar a las familias monoparentales era algo desastroso: el desastre ha sucedido".

Datos que intentan taparse
Y es que los datos son tan claros, que diarios del establishment como el Times no ofrecen en internet los datos que sí han publicado en papel sobre las circunstancias personales de cientos de menores implicados en los estragos, amenazas y vandalismo que han conmocionado a la sociedad británica. Oddie reproduce esos datos, para que al menos sí queden así a disposición de todo el mundo.

    Un informe del Instituto de Investigación de las Políticas Públicas (IPPR) destaca la mayoritaria proporción de hijos de familias monoparentales y hogares desestructurados entre los autores de los actos criminales. De hecho, ese factor ha sido mucho más relevante en la caracterización de los delincuentes que su origen social, pues como es sabido han sido detenidos varios vástagos de familias acomodadas e incluso millonarias como autores de robos y asaltos a tiendas y supermercados.

    Es más: los mismos jueces se han visto sorprendidos al comprobar que en los juicios a chicos de trece y catorce años que llevaban cuarenta y ocho horas detenidos no estaban ninguno de sus padres. "Salvo en un caso", afirma el juez Jonathan Feinstein, de Manchester", "no he visto a ningún padre en el tribunal". Por su parte, la juez Elizabeth Roscoe, del distrito de Westminster, declaró que no podía concebir que "a los padres no les importase" que a una niña de 14 años que compareció ante ella se la estuviese acusando de delitos gravísimos que incluso podían afectar a la misma custodia, hasta el punto de no comparecer en la vista oral.

    Siempre según el Times, un trabajador social de Lambeth, en el sur de Londres, afirma que en muchas familias monoparentales en las que la madre ha criado al hijo sin el padre, el hijo se ha adueñado de la situación: "Las madres solas tienen a menudo miedo de sus hijos", afirma, y además cuando éstos se meten en el mundo del crimen, llegan a ingresar más dinero que ellas: "Roban más de lo que sus madres ganan, y se convierten en la figura paterna, en la principal fuente de ingresos".

Un designio político deliberado
Pero Oddie no se limita a recoger estos datos, sino que aporta su propia visión de las cosas: "La familia basada en el matrimonio es la institución que hay que reconstruir con mayor urgencia... Durante décadas nuestro país ha minado el matrimonio, la familia, los derechos de los padres... y ahora de golpe queremos que los padres les digan a sus hijos adolescentes cómo tienen que comportarse".

    Y esto no es sólo obra del laborismo, a pesar de que los gobiernos de Tony Blair incidieron en esa labor destructiva. Oddie critica la Ley Infantil de 1989, bajo gobierno tory, que "abolió los derechos de los padres, les animaba a no pasar demasiado tiempo con sus hijos, que incluso concedía a los hijos la posibilidad de proceder legalmente contra sus padres por intentar meterles en vereda, que incluso perseguía el cachete si no era ´razonable´ y debilitaba la autoridad de los padres hasta convertir al hijo en una especie de co-padre".

    Oddie también señala que desde los años sesenta "el divorcio ha sido cada vez más fácil de conseguir y se ha difundido la idea de que hay muchas formas de familia y de que el matrimonio es sólo una opción más. Y si considerabas que la paternidad o maternidad en solitario debía ser desaconsejada, en vez de animar a ella mediante el sistema fiscal y de subvenciones, entonces eras considerado un fascista".

"En los años 50", concluye Oddie, "todo el mundo, incluidos gobiernos de todos los colores, sabían que el matrimonio es la base de la estabilidad social. Así que no ha habido nada de inevitable en lo que ha sucedido tras la ´liberación´ de los años 60, llevada a cabo por ideologías de todo tipo, no la última el feminismo radical: ha sido un designio político deliberado. Así que lo que un designio político puede hacer, otro designio político lo puede deshacer".

    Esperemos que sea eso a lo que David Cameron se refería con lo de evitar el "colapso moral", y que no se diluya el proyecto en cuanto se diluya en el tiempo el recuerdo del salvajismo vivido.

   William Oddie
Religión en libertad

viernes, 26 de agosto de 2011

Con los ojos a cuadros


Con los ojos a cuadros
Lo sucedido en Madrid estos días con jóvenes de lenguas, etnias y culturas diversas ha demostrado que hay alternativas al dominio de "la corriente"

      Este podría ser un modo de sintetizar el mensaje que nos deja el testimonio global de la JMJ 2011: es una felicidad mayúscula poseer y llevar la mejor de las noticias nadando contracorriente

      El testimonio del Papa confirmando en la fe de la Iglesia a millón y medio, o dos millones de jóvenes, más o menos, venidos de 190 países es impresionante. Los medios que han tenido la sinceridad de mostrar imágenes completas del evento son de elocuencia indiscutible. La acogida del Papa Sucesor de Pedro, Cabeza visible de la Iglesia católica, por parte de la juventud, asombrosa. Si no se ve no se cree. Lo sucedido en Madrid estos días con jóvenes de lenguas, etnias y culturas diversas ha demostrado que hay alternativas al dominio de la corriente

      Aunque el número sea un valor relativo en asuntos del espíritu, la presente dimensión es altamente significativa. Ha descolocado a unos y a otros ha devuelto la esperanza en las nuevas generaciones. Porque esto no es un fenómeno aislado que no deja huella. Esto va in crescendo desde la primera edición hace veinticinco años. No es una tormenta de verano. No se trata de un entusiasmo veinteañero. Es una manifestación de que Dios es Dios y el ser humano su criatura predilecta, creada a su imagen. 

      Se diría que los jóvenes perciben más que los mayores el horror vacui, el horror a esos vacíos que como agujeros negros han creado las ideologías de los pasados siglos hasta hoy. Los jóvenes de hoy, como nosotros cuando teníamos su edad, aman el amor y la libertad en su sentido prístino, el que viene de la Verdad y la Vida que es Jesucristo, el Logos hecho carne. 

      Me ha venido al recuerdo lo que san Josemaría solía repetir a la gente joven que tenía abundante a su alrededor. Eran las palabras de un Salmo. En latín sonaba así: Super senes intellexi quia mandata tua quaesivi. En castellano: «entendí más que los ancianos, porque cumplí, Señor, tus Mandamientos». Los Mandamientos son la amorosa sabiduría divina impresa en el alma humana. Cumplirlos, intentarlo al menos, es llenar de amor el conocimiento y de conocimiento el amor (cfr. Discurso del Escorial). Es entender más que los "ancianos" de cualquier edad desencantados de la verdad, de la bondad, de la belleza y de la libertad. Así han desembocado en el viejo relativismo. 

      Puede interpretarse esta palabra del papa, relativismo, igual que otras, como una irritante "denuncia". "El papa en tal discurso ha denunciado que…". Convertir al Papa en un agente denunciador es lo mismo que convertir el diagnóstico o una receta médica en una especie de acoso judicial. La nueva juventud lo entiende mejor. Desea la verdad por áspera que a veces resulte. 

      Con la fe y también con la sola apertura a la posibilidad de la fe, se puede capear un temporal. Se puede cantar y danzar alegremente bajo la lluvia, sacudidos por un viento impetuoso que irrumpe en el momento más inoportuno, el de mayor suspense de la vigilia de Cuatro Vientos, cuando el deseo de escucha era más intenso. 

      Al grito de ¡viva el Papa!, hay alternativa. La habido siempre. Es la alternativa por la verdad de Dios y la verdad del hombre, atisbada, quizá, entre nieblas o sombras, pero cercana como una mano que se nos tiende en un mar proceloso, confuso y desconcertante. Es la alternativa del progreso en humanidad, a favor de la dignidad del ser humano, sea quien sea. La alternativa por la comprensión, la disculpa y el perdón, por el respeto al otro y a los otros, por la caridad que es amor-don, entrega de sí, búsqueda del bien común a todos. 

      La alternativa es vivir según Dios, frente al vivir como si Dios no existiese, que sí existe. Los que dudan, son libres de dudar porque la fe no se impone, es don. Don en la razón, luz en la inteligencia. Al que duda le convendría vivir como si Dios existiese, que a lo mejor resulta que sí existe. Los Mandamientos son más humanos que sus contrarios. En todo caso no nos vamos a pelear por eso. Dios es Logos, recuerda el Papa. Y el Logos crea diálogos

      Otras veces lo ha dicho así y, en mi opinión, éste es el núcleo del mensaje a los jóvenes profesores universitarios en la Basílica de El Escorial. El Logos se hizo carne y puso su morada entre nosotros (Jn 1, 14). Para que dialoguemos con él y entre nosotros. No a base de tanques, garrotes o insultos, sino con palabras claras, nobles, respetuosas, abiertas a la verdad. Ni siquiera al que niega que la verdad exista le gusta que le engañen. Prueba de que le importa la verdad. 

      Dialoguemos sobre la verdad. Cultivemos la interdisciplinariedad para que las ciencias no irrumpan más allá de sus límites como elefantes en una cacharrería, ni la religión pretenda dictar al científico lo que debe descubrir con el microscopio o lo que sea. Cada uno en su sitio, sabiendo que el ansia de verdad que todos llevamos en el corazón no la satisfacemos en parcelas aisladas del saber, sino desde la altura de la sabiduría trascendente que viene de Dios. 

      No somos poseedores de la verdad. Más bien, la verdad nos posee, en la medida en que nos es dada y en ciertos casos dolorosamente asimilada. Nunca la poseemos del todo. Necesitamos llenar de amor el conocimiento y el conocimiento de amor. Este es un imperativo de nuestro ser.
      Jesucristo es Palabra, Razón y Sentido de todo cuanto existe. Todo se hizo por él, y sin él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho. (cfr. Jn 1, 1-3). Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y por los siglos (Hbr 13, 8). Cristo no envejece jamás porque es la juventud misma, la juventud eterna, el amor eterno, siempre nuevo, siempre capaz de sortear obstáculos y derribar los muros que dividen a la familia humana. No hay progreso sin Él ni sobre Él porque Él está al principio y al final de la gran Historia. Fuera de Él siempre existe el riesgo de avanzar hacia la barbarie. La juventud es suya y suya la libertad en el amor y el amor en la libertad. Un amor más fuerte que la muerte. Un amor que ha vencido a la muerte y abierto caminos nuevos a la libertad.

El que estaba sentado en el trono dijo:
– Mira, hago nuevas todas las cosas.
Y añadió:
– Escribe: «Estas palabras son fidedignas y veraces».
También me dijo:
– Ya está hecho. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin.
    (Apc 21, 5-6)
      Un hecho que se ha producido en la JMJ 2011 seguramente pasará a la historia. Un hecho increíble en nuestro país. Los españoles de todos los colores, yo mismo, tras una dura campaña mediática contra la Iglesia, hemos visto a una multitud de jóvenes aplaudir calurosamente no ya al Papa, que esto se daba por supuesto, sino a los curas y hasta a los obispos. Yo lo he visto. Lo han visto millones de personas, al vivo y por tv. Con los ojos a cuadros. 

      ¿Qué pasará ahora que todo ha terminado? Muchos de los que como un solo hombre se arrodillaron en el barro ante el Santísimo Sacramento en medio de un silencio que sorprendió al mundo no volverán a Misa. ¿De qué habrá servido tanto trabajo, tanto esfuerzo? El económico ya se ve que ha dado réditos y no es problema para nadie. ¿Y el otro? 

      La respuesta se encuentra en la entrevista previa a la llegada del Papa a Madrid, concedida a los periodistas que le acompañaron en el vuelo:
      «La semilla de Dios es siempre silenciosa, no aparece de pronto en las estadísticas. Es la semilla que el Señor pone en la tierra con la JMJ, la semilla de la que Él habla en el Evangelio… parte cae fuera del camino y se pierde; parte cae sobre la piedra y se pierde; parte cae sobre espinas y se pierde. Pero algo cae sobre tierra buena y da mucho fruto. Con otras palabras del Señor: el grano de mostaza es pequeño, pero crece y se hace árbol grande. Sé de la anterior JMJ que han nacido tantas amistades, amistades para la vida; tantas nuevas experiencias de que Dios existe. Sobre este crecimiento silencioso ponemos nuestra confianza y estamos seguros, aunque las estadísticas no hablen mucho de ello, de que la semilla del Señor realmente crece y será para muchísimas personas el inicio de una amistad con Dios y con los demás, de una universalidad de pensamiento, de una responsabilidad común que realmente nos muestra que en estos tiempos da fruto».
 
      Basta por hoy. La JMJ 2011 ha sido lo indescriptible y ha calado hondo. La corriente contraria no cesa. Pero el mensaje es poderoso y la fuente de energía sobrenatural, inagotable. ¿Se requiere un milagro? Sí. Son incontables los vistos en estos últimos veinte siglos y pico. Tantos que parece cosa natural.

Antonio Orozco DelclósArvo.net / Almudí

jueves, 25 de agosto de 2011

A la sombra de Cristo

A la sombra de Cristo
Desde sus primeras intervenciones, el Santo Padre ha dejado claro que el verdadero árbol, el de la Vida que sana esta vida… es Jesús de Nazaret o, si se quiere, es el árbol de la cruz en el que estuvo clavada la salvación del mundo

      Reiteradamente afirmó san Josemaría que le gustaba plantar árboles, cuya sombra disfrutasen generaciones futuras. Por varios motivos, he recordado esta idea durante la estancia del Papa en España. En primer lugar porque es un hombre de ochenta y cuatro años que lógicamente planta para un futuro que, en buena medida, no será el suyo. También lo he recordado, con el mismo simbolismo, en el olivo plantado en la Puerta de Alcalá y en el árbol presente en el escenario de Cibeles. Es asentar el futuro por amor a Dios, a las gentes todas que poblamos el mundo. 

      Pero el árbol capital es Cristo. Desde sus primeras intervenciones, ha dejado claro que el verdadero árbol, el de la Vida que sana esta vida, el de los frutos imperecederos, el que sombrea las verdes praderas en que nos hace recostar —según palabras de la Escritura— es Jesús de Nazaret o, si se quiere, es el árbol de la cruz en el que estuvo clavada la salvación del mundo, como recuerda la liturgia del Viernes Santo o tal como lo escuchamos en latín tras cada estación del Vía Crucis de la Castellana. 

      Aunque escribo sin finalizar la JMJ, la invitación a radicarse en Cristo está siendo constante desde el principio. En Barajas definía así el motivo de su viaje: «Llego como Sucesor de Pedro para confirmar a todos en la fe, viviendo unos días de intensa actividad pastoral para anunciar que Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida. Para impulsar el compromiso de construir el Reino de Dios en el mundo, entre nosotros. Para exhortar a los jóvenes a encontrarse personalmente con Cristo Amigo y así, radicados en su Persona, convertirse en sus fieles seguidores y valerosos testigos»

      También el Reino de Dios es comparado en el Evangelio a una pequeña semilla que va convirtiéndose en árbol frondoso, cobijo de aves y hombres. Ese árbol de la vida es la Iglesia, que nos alimenta con la oración, los sacramentos, el dolor asumido como parte de la Cruz liberadora, sea en los grandes males que padece el mundo, sobre todo el pecado, resumen de muchos de ellos —como se recordó particularmente en el piadoso Vía Crucis—, sea también en los sucesos más ordinarios de nuestra vida, dando sentido al trabajo, a las pequeñas contrariedades, a los dolores habituales, a todo. 

      De otro modo, volvía en la recepción de Cibeles al mismo argumento: «Queridos amigos: sed prudentes y sabios, edificad vuestras vidas sobre el cimiento firme que es Cristo. Esta sabiduría y prudencia guiará vuestros pasos, nada os hará temblar y en vuestro corazón reinará la paz. Entonces seréis bienaventurados, dichosos, y vuestra alegría contagiará a los demás. Se preguntarán por el secreto de vuestra vida y descubrirán que la roca que sostiene todo el edificio y sobre la que se asienta toda vuestra existencia es la persona misma de Cristo, vuestro amigo, hermano y Señor, el Hijo de Dios hecho hombre, que da consistencia a todo el universo»

      Así, insistía reiterativamente en la esencia del cristianismo, que no es una teoría, sino el seguimiento e identificación con una Persona: Cristo, el Dios hecho hombre para dar sentido a todo nuestro caminar terreno y permitirnos alcanzar la vida futura. Ha hecho referencias al sacramento de la Confesión —la maravilla de un Dios que perdona— porque ninguno somos perfectos ni impecables. Necesitamos redescubrir a Dios en la confesión personal, auricular y secreta. 

      El Papa habló en conceptos substanciosos a sus "colegas", siempre con la misma partitura, adecuada a sus oyentes: «Sabemos que cuando la sola utilidad y el pragmatismo inmediato se erigen como criterio principal, las pérdidas pueden ser dramáticas: desde los abusos de una ciencia sin límites, más allá de ella misma, hasta el totalitarismo político que se aviva fácilmente cuando se elimina toda referencia superior al mero cálculo de poder. En cambio, la genuina idea de Universidad es precisamente lo que nos preserva de esa visión reduccionista y sesgada de lo humano». No en vano la fe cristiana creó las universidades buscando una verdad que siempre acaba enraizándose en el Logos, la Verdad creadora de cuanto ha sido hecho y la Palabra que se hace carne por amor al hombre. En Cristo, afirmará san Pablo están todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia. Por eso, jamás puede haber oposición alguna entre razón y fe, se requieren y potencian mutuamente. 

      En la Misa con los seminaristas se expresaba así: «El cuerpo desgarrado y la sangre vertida de Cristo, es decir su libertad entregada, se han convertido por los signos eucarísticos en la nueva fuente de la libertad redimida de los hombres. En Él tenemos la promesa de una redención definitiva y la esperanza cierta de los bienes futuros. Por Cristo sabemos que no somos caminantes hacia el abismo, hacia el silencio de la nada o de la muerte, sino viajeros hacia una tierra de promisión, hacia Él que es nuestra meta y también nuestro principio»

      Un Papa que se marchó contento de España porque pudo sembrar mucho, estar muy acompañado y vivir la más grande manifestación de fe contemplada.

Pablo Cabellos LlorenteLas Provincias / Almudí

‘Madrid, estupenda manifestación de fe para España y el mundo’

‘Madrid, estupenda manifestación de fe para España y el mundo’
«Para la multitud de jóvenes, provenientes de todos los rincones de la tierra, fue una ocasión especial para reflexionar, dialogar, intercambiar experiencias positivas y, sobre todo, rezar juntos y renovar su compromiso de arraigar su propia vida en Cristo, Amigo fiel»


      Benedicto XVI dedicó su audiencia general de hoy a «los extraordinarios días transcurridos en Madrid para la XXVI Jornada Mundial de la Juventud», con cerca de dos millones de jóvenes de todos los Continentes. Y anunció los lemas de las próximas citas. La del próximo año, que se desarrollará en cada Diócesis, tendrá como lema "Alegraos siempre en el Señor", tomado de la Carta a los Filipenses (4, 4). Mientras que en la Jornada Mundial de la Juventud del 2013 en Río de Janeiro, el lema será el mandato de Jesús "¡Id y haced discípulos a todos los pueblos!".

      «Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Honduras, Chile, Argentina, México y otros países Latinoamericanos. Invito a todos a dar gracias al Señor por mi visita apostólica a Madrid para la Jornada Mundial de la Juventud. A la vez que agradezco de corazón a quienes han hecho posible el magnífico desarrollo de esta iniciativa, ruego, por intercesión de María Santísima, que los jóvenes que en ella han participado, "arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe", lleven al mundo entero la alegría del Evangelio, con la palabra y una vida colmada de obras de caridad. Muchas gracias».

Texto íntegro de la catequesis de Benedicto XVI
Queridos hermanos y hermanas
      Hoy quisiera volver brevemente con el pensamiento y con el corazón a los extraordinarios días transcurridos en Madrid para la XXVI Jornada Mundial de la Juventud. Ha sido un evento eclesial emocionante, cerca de dos millones de jóvenes de todos los Continentes han vivido, con alegría, una formidable experiencia de fraternidad, de encuentro con el Señor, de compartir y de crecimiento en la fe: una verdadera cascada de luz. Doy gracias a Dios por este don precioso, que da esperanza para el futuro de la Iglesia: jóvenes con el deseo firme y sincero de enraizar su vida en Cristo, permanecer firmes en la fe, caminar juntos en la Iglesia. Un gracias a cuantos han trabajado generosamente por esta Jornada: al Cardenal Arzobispo de Madrid, a sus Auxiliares, a los demás Obispos de España y de las otras partes del mundo, al Pontificio Consejo para los Laicos, sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos. Renuevo mi reconocimiento a las Autoridades españolas, a las instituciones, a los voluntarios y a cuantos han ofrecido el apoyo de la oración. No puedo olvidar la calurosa acogida que he recibido de Sus Majestades los Reyes de España, así como de todo el País.
      En pocas palabras no puedo describir los momentos tan intensos que hemos vivido. Tengo en la mente el entusiasmo incontenible con el que los jóvenes me han recibido, el primer día, en la Plaza de Cibeles, sus palabras ricas de esperanza, su fuerte deseo de orientarse a la verdad más profunda y enraizarse en ella, aquella verdad que Dios nos ha dado a conocer en Cristo. En el imponente Monasterio de El Escorial, rico de historia, de espiritualidad y de cultura, he encontrado a las jóvenes religiosas y a los jóvenes docentes universitarios. A las primeras he recordado la belleza de su vocación vivida con fidelidad, y la importancia de su servicio apostólico y de su testimonio profético. A los profesores he recordado ser verdaderos formadores de las nuevas generaciones, guiándolas en la búsqueda de la verdad no solamente con las palabras, sino también con la vida, conscientes que la Verdad es Cristo mismo. Por la tarde, en la celebración del Vía Crucis, una multitud variada de jóvenes ha revivido con intensa participación las escenas de la pasión y muerte de Cristo: la cruz de Cristo da mucho más de aquello que exige, lo da todo, porque nos conduce a Dios.

      Al día siguiente, la Santa Misa en la Catedral de la Almudena, en Madrid, con los seminaristas: jóvenes que quieren enraizarse en Cristo para hacerlo presente un mañana, como ministros suyos. ¡Deseo que crezcan las vocaciones al sacerdocio! Entre los presentes había más de uno que había oído la llamada del Señor precisamente en las precedentes Jornadas Mundiales; estoy seguro que también en Madrid el Señor ha llamado a la puerta del corazón de muchos jóvenes para que le sigan con generosidad en el ministerio sacerdotal o en el de la vida religiosa. 

      La visita a un Centro para jóvenes discapacitados me hizo ver el gran respeto y amor que se nutre hacia toda persona y me dio la ocasión de agradecer a los miles de voluntarios, que testimonian silenciosamente el Evangelio de la caridad y de la vida. La Vigilia de oración de la tarde y la gran Celebración eucarística conclusiva del día siguiente fueron dos momentos muy intensos: en la tarde una multitud de jóvenes en fiesta, para nada atemorizados por la lluvia y por el viento, permaneció en adoración silenciosa de Cristo presente en la Eucaristía, para alabarlo, en acción de gracias, rogando su ayuda y luz. Luego, el domingo, los jóvenes manifestaron su exuberante alegría, celebrando al Señor en la Palabra y en la Eucaristía, para insertarse cada vez más en Él y reforzar su fe y vida cristiana. En un clima de entusiasmo, mantuve un encuentro con los voluntarios, agradeciéndoles su generosidad y con la ceremonia de despedida dejé el país, llevando en mi corazón estos días.

      Queridos amigos, el encuentro de Madrid fue una estupenda manifestación de fe para España y para el mundo. Para la multitud de jóvenes, provenientes de todos los rincones de la tierra, fue una ocasión especial para reflexionar, dialogar, intercambiar experiencias positivas y, sobre todo, rezar juntos y renovar su compromiso de arraigar su propia vida en Cristo, Amigo fiel. Estoy seguro de que han regresado a sus hogares con el firme propósito de ser levadura en la masa, llevando la esperanza que nace de la fe. De mi parte, sigo acompañándolos con la oración, para que permanezcan fieles a los compromisos asumidos. A la maternal intercesión de María, encomiendo los frutos de esta Jornada. 

      Y ahora deseo anunciar los temas de las próximas Jornadas Mundiales de la Juventud. La del próximo año, que se desarrollará en cada Diócesis, tendrá como lema "Alegraos siempre en el Señor", tomado de la Carta a los Filipenses (4, 4). Mientras que en la Jornada Mundial de la Juventud del 2013 en Río de Janeiro, el lema será el mandato de Jesús "¡Id y haced discípulos a todos los pueblos!" (cfr Mt 28,19). Desde ahora encomiendo a la oración de todos la preparación de estas importantes citas. Gracias

Traducción del italiano: Rafael Álvarez Taberner y Cecilia de MalakRadioVaticana.org / Almudí

miércoles, 24 de agosto de 2011

Encarnar la fe en la vida y en la inteligencia. La tarea universitaria a la luz de Cristo

Encarnar la fe en la vida y en la inteligencia. La tarea universitaria a la luz de Cristo

Benedicto XVI pide a los profesores un redescubrimiento de los núcleos existenciales de la tarea universitaria, y, en consecuencia, una revisión de las actitudes personales y de los hechos que la hacen posible

      En su encuentro con profesores jóvenes universitarios (El Escorial, 19-VIII-11), Benedicto XVI ha recordado sus años de profesor en la Universidad de Bonn, cuando, a pesar de la situación de carestía, «todo lo suplía la ilusión por una actividad apasionante, el trato con colegas de las diversas disciplinas, y el deseo de responder a las inquietudes últimas y fundamentales de los alumnos».

      Ilusión, interdisciplinariedad, investigación. De ahí brotaba el sentido y la definición de la universidad: «‘Universitas’ de profesores y estudiantes que buscan juntos la verdad en todos los saberes», o como dijo Alfonso X el Sabio, ese «ayuntamiento de maestros y escolares con voluntad y entendimiento de aprender los saberes» (Siete Partidas, partida II, tít. XXXI).

      El ser y quehacer universitario —señalaba el Papa— no permite ser reducido a una mera capacitación técnica, con una visión utilitarista de la educación movida por el pragmatismo inmediato, pues esto lleva a pérdidas dramáticas: «Desde los abusos de una ciencia sin límites, más allá de ella misma, hasta el totalitarismo político que se aviva fácilmente cuando se elimina toda referencia superior al mero cálculo de poder»; asimismo —añadirá después— esa visión puede llevar a ideologías cerradas a la razón, y conducir al servilismo de «una lógica utilitarista de simple mercado, que ve al hombre como mero consumidor».

      Por el contrario, «la Universidad ha sido, y está llamada a ser siempre, la casa donde se busca la verdad propia de la persona humana». La fe cristiana en Cristo como logos por quien todo fue hecho (Cf Jn 1, 3) ilumina y vivifica el ser y el trabajo universitario. «Esta buena noticia descubre una racionalidad en todo lo creado y contempla al hombre como una criatura que participa y puede llegar a reconocer esa racionalidad»

      La tarea del profesor universitario católico implica el ideal de «proponer y acreditar la fe ante la inteligencia de los hombres». ¿Cómo puede llevarse esto a la práctica? «El modo de hacerlo no solo es enseñarlo, sino vivirlo, encarnarlo, como también el Logos se encarnó para poner su morada entre nosotros». (Es decir, desarrollar ese proceso personalmente para luego poder transmitirlo a otros).

      «En este sentido —concreta el Papa— los jóvenes necesitan auténticos maestros; personas abiertas a la verdad total en las diferentes ramas del saber, sabiendo escuchar y viviendo en su propio interior ese diálogo interdisciplinar; personas convencidas, sobre todo, de la capacidad humana de avanzar en el camino hacia la verdad».

      De esta manera podrán transmitir ese ideal (buscar y encontrar la verdad) a los alumnos. A este propósito citó a Platón: «Busca la verdad mientras eres joven, pues si no lo haces, después se te escapará de entre las manos» (Parménides, 135d). Y añadió Benedicto XVI: «Esta alta aspiración es la más valiosa que podéis transmitir personal y vitalmente a vuestros estudiantes, y no simplemente unas técnicas instrumentales y anónimas, o unos datos fríos, usados sólo funcionalmente».

      Por tanto, continuó el Papa, «os animo encarecidamente a no perder nunca dicha sensibilidad e ilusión por la verdad; a no olvidar que la enseñanza no es una escueta comunicación de contenidos, sino una formación de jóvenes a quienes habéis de comprender y querer, en quienes debéis suscitar esa sed de verdad que poseen en lo profundo y ese afán de superación. Sed para ellos estímulo y fortaleza».

      Finalmente, concretó dos aspectos para esta tarea: la unidad entre el conocimiento y el amor, y la trascendencia de la verdad unida a la humildad.

      En primer lugar, «el camino hacia la verdad completa compromete también al ser humano por entero: es un camino de la inteligencia y del amor, de la razón y de la fe. No podemos avanzar en el conocimiento de algo si no nos mueve el amor; ni tampoco amar algo en lo que no vemos racionalidad: pues "no existe la inteligencia y después el amor: existe el amor rico en inteligencia y la inteligencia llena de amor" (Caritas in veritate, n. 30). Si verdad y bien están unidos, también lo están conocimiento y amor». Y observó: «De esta unidad deriva la coherencia de vida y pensamiento, la ejemplaridad que se exige a todo buen educador».

      En segundo lugar, «la verdad misma siempre va a estar más allá de nuestro alcance. Podemos buscarla y acercarnos a ella, pero no podemos poseerla del todo: más bien, es ella la que nos posee a nosotros y la que nos motiva».

      Y concluía: por eso, especialmente en el ejercicio intelectual y docente, «la humildad es asimismo una virtud indispensable, que protege de la vanidad que cierra el acceso a la verdad». Una consecuencia: «No debemos atraer a los estudiantes a nosotros mismos, sino encaminarlos hacia esa verdad que todos buscamos». Esto puede lograrse con la ayuda de Cristo, Verdad y Camino, «que os propone ser sencillos y eficaces como la sal, o como la lámpara, que da luz sin hacer ruido (cf. Mt 5,13-15)».

      En definitiva: buscar e impulsar la búsqueda de la verdad sin reduccionismos, promover la racionalidad propia de la sabiduría, hacer creíble la fe a base de vivirla (no sólo de enseñarla), y unir el conocimiento y el amor sobre la base de la humildad. He aquí la tarea de un profesor universitario cristiano. El compromiso con la verdad requiere coherencia de vida, y esta coherencia le viene de su unión real con la caridad. El discurso de Benedicto XVI no trata de meros conceptos. Pide un redescubrimiento de los núcleos existenciales de la tarea universitaria, y, en consecuencia, una revisión de las actitudes personales y de los hechos que la hacen posible. 

Ramiro Pellitero. Universidad de NavarraAnalisisDigital.com / Almudí