Escribe Jose María Carrascal: La salida del Reino Unido de la Unión Europea y el intento de independencia en Cataluña han sido dos errores garrafales, producto del nacionalismo más primario. Los ingleses sólo ingleses estaban hartos de que Bruselas les diera órdenes, y los catalanes sólo catalanes, de recibirlas de Madrid.
Error también de sus clases políticas, que no se atrevieron a enfrentarse a la pulsión nacionalista, y error de ambas intelectualidades al no advertir, como era su deber, de los males que seguirían. Los británicos alargan las negociaciones en espera de que los europeos se aburran, se olviden y puedan quedarse.
Los catalanes, tras no ver cumplidas ni una sola de sus expectativas, se contentan con no ir a la cárcel en vez de proclamar la independencia, modestos que son, y quedarse como estaban, listos que son. Como en toda estafa, parte de la culpa es de sus seguidores por haberles creído, algo extraño en dos pueblos de buenos comerciantes, pero la primera reacción ha sido mostrar pesadumbre sin pedir responsabilidades y decir para su coleto «la próxima vez será».