En las últimas semanas se han recibido noticias variadas sobre la toma de posición de alcaldes, concejales, y otros miembros de corporaciones municipales y autonómicas, etc, acerca de su participación, o no participación, en la celebración religiosa de las fiestas populares.
Una larga tradición de siglos, en no pocas ocasiones, ha llevado a habitantes de no pocos pueblos y ciudades a vivir esos días de los Santos, de las Santas Patronas, en buena unión y armonía.
Lógicamente, la celebración presuponía una unión en la Fe que todos, más o menos, procuraban vivir públicamente al menos unos cuantos días al año. Y en la celebración, los representantes populares de las diferentes congregaciones participaban quizá más por costumbre que por convicción religiosa, en todos los actos que se organizaban, desde la Santa Misa, hasta la tirada de cohetes en un lugar escogido de la ciudad, del pueblo.
Las fiestas religiosas, al conmemorar a santos y a santas cercanos y queridos por los creyentes, quieren ser una “memoria” de Dios eterno, y de la vida eterna, en medio de los avatares y circunstancias de la vida cotidiana. Como una parada en el camino trabajoso de cada día, para que el cristiano considere el final del camino, y goce un poco de la presencia de ese Dios eterno, de su Hijo, Jesucristo, y de la eternidad, en la cercanía de cada jornada.
¿Se ha perdido esa Fe?
La Iglesia habla a cada uno, a cada una. Sabe que el hombre vive en la tierra y camina hacia la eternidad. Los ayuntamientos, las instituciones son efímeras. Vienen y van; si acaso permanecen algunos edificios durante siglos; los alcaldes, las alcaldesas, los concejales, parlamentarios, etc. etc., pasan, desaparecen en apenas años, o meses. Que participen o no participen en esas fiestas religiosas, puede significar mucho y puede, también, significar apenas nada.
No hemos de olvidar que los ayuntamientos y cualesquiera otras corporaciones públicas políticas, no tienen la mínima representación de la vida religiosa de sus votantes: su misión es estrictamente política, y no toda la vida de la sociedad es política.
La procesión, la ofrenda, la Santa Misa, de esos días de los santos patronos, de las santas patronas, algunos las consideran actos sociales, culturales en los que, de alguna manera, participa todo el pueblo. Y es cierto, bajo algún aspecto, porque jamás se pueden incluir totalmente bajo ninguna de esas calificaciones. El pueblo que participa en ellas no reduce nunca el contenido religioso de la procesión, de la ofrenda, a su simple valor cultural, por muy amplio, y tradicional, que éste sea.
En la mente de algún alcalde, de alguna alcaldesa o concejal, que decide no participar, o que sus corporaciones no participen oficial y corporativamente, quizá se oculte el anhelo de eliminar la presencia de Dios, de Jesucristo, de toda la vida pública y política. Y la Iglesia, que lógicamente respeta el pensamiento y la voluntad de cada uno, seguirá adelante con las Misas, las procesiones, las ofrendas a los santos patronos y santas patronas, porque desea que cada cristiano, cada creyente, cada persona de la ciudad y del pueblo tenga un cauce para manifestar su Fe en Dios, su oración a Dios, su agradecimiento a Dios, a Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, por la compañía y la cercanía con la que vive con los hombres.
Las procesiones del Corpus Christi que, el entonces Cardenal Karol Woytila, celebró en Cracovia bajo el régimen comunista de Polonia, son un buen ejemplo. De aquel régimen solo queda la sombra; la procesión del Corpus Christi sigue recorriendo las calles de Cracovia cada año.
El próximo día 15 de agosto, cuando el primer rayo de sol acaricie la Puerta de Palos de la Catedral de Sevilla, la Virgen de los Reyes saldrá en procesión y será acogida por el corazón de los sevillanos. Que estén presentes más o menos concejales del ayuntamiento, o personas de la Junta, importará apenas nada. Si alguno de ellos se une a la multitud privadamente, como un fiel o un infiel más, en veneración de la Madre de Dios, se alegrará, sin duda, en lo profundo de su corazón y quizá su alma se verá iluminada por la mirada cariñosa y materna de la Virgen Madre.
Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com
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