En el periodo comprendido entre las dos Guerras Mundiales (1919-1939) surgen en Europa una serie de pensadores lúcidos que desarrollan la idea de una gran crisis mundial a nivel ideológico. Intelectuales y literatos importantes como Kafka, Malraux, Spengler, Toynbee, Max Scheller, Husserl, Thomas Mann, Proust, Huxley, Erich Fromm, Maritain, Adorno T.S. Eliot, Berdiaeff, y otros muchos, coinciden en afirmar que estamos ante el final de un ciclo histórico o de toda una civilización que podemos conocer como Modernidad y que se basa en la afirmación de la autonomía absoluta del hombre. Una característica común de estos críticos es darse cuenta que la causa última de la crisis es una concepción equivocada de la naturaleza humana.
La afirmación absoluta de la autonomía del hombre, basada en un concepto de conciencia que no admite instancias superiores -la conciencia no tendría ningún parámetro objetivo con el cual medirse-, llevó al enfrentamiento entre millones de hombres, debido quizá a que el hombre no es un individuo absolutamente autónomo, o que las distintas naciones, idolatradas por el nacionalismo, en realidad no los valores más altos.
Esta conciencia de la ausencia de una fundamentación antropológica de las ideas post-ilustradas, traía como consecuencia una crisis en la concepción del Estado y de la economía -crisis que el "crash" de Wall Street en 1929 hará más evidente-. Si los autores buscan la salida de esta Modernidad ideológica, redescubren al hombre como persona, es decir no como mero individuo autónomo sino como individualidad espiritual abierta a la trascendencia interpersonal (Dios y los demás).
El nihilismo que se difunde después de la Guerra asimila la supuesta radical falta de sentido del hombre y de la historia. El nihilismo puede desembocar en el totalitarismo: si la vida del hombre no tiene sentido la voluntad humana debe proporcionar nadie mente un sentido a la vida y a la historia. Si no existe un orden moral objetivo, es la voluntad humana quien debe proporcionar un sentido a la vida y a la historia. Si no existe un orden moral objetivo, hay que crear una moral subjetiva fuerte que terminará por debilitar el sistema democrático mismo, dando paso a la afirmación ciega de valores irracionales como algo apetecible a la voluntad de poder del fascismo o del nacional-socialismo.
Tomado de Mariano Fazio en "Historia de las ideas contemporáneas".
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