domingo, 3 de julio de 2011

¿Cuesta tanto hablar claro?

¿Cuesta tanto hablar claro?
¿Qué puede impedir hablar claro en un caso semejante? ¿Quién puede amordazar la boca de la Iglesia?
Vuelvo sobre este asunto, porque continúa ahí, en primera página, en toda su actualidad, aunque no pocas personas desearían que pasara completamente en silencio.
      A las peticiones para que se aclarara si ha habido o no abortos —interrupción voluntaria del embarazo, interrupción de la vida de la criatura en el seno materno, o como quiera llamársele— en los dos Hospitales catalanes, de Barcelona y de Granollers, la Delegación de Medios de Comunicación Social, del Arzobispado de Barcelona se limita a decir que en esos hospitales se practica la medicina “en conformidad con los principios éticos del humanismo cristiano y con las normas morales de la Iglesia católica. Esta línea de actuación ha sido la constante seguida en el Hospital a lo largo de toda su historia”.
      Una declaración de principios, que posiblemente conste en el ideario del Hospital, pero que difícilmente puede ser considerada una respuesta adecuada a la cuestión planteada. No se trata de cuestión de principios, sino de hechos.
      A renglón seguido, el comunicado insiste en que “los dos canónigos presentes en el Patronato del Hospital y el arzobispo han trabajado para que se respete este ideario”. Y no hay razón para dudar de la verdad de estas palabras. Lástima que tampoco afectan directamente a la cuestión planteada. No sería la primera vez que los mejores deseos coinciden con malas acciones.
      Las afirmaciones siguientes de esa Delegación tampoco aportan la deseada claridad sobre esta cuestión que, de verdad, tanto escándalo está originando entre los fieles. Y a mí es lo que, de verdad, me duele. Porque el mal ejemplo, por desgracia, llena de sombras la luz de tantas vidas cristianas, sacerdotales, ejemplares y heroicas.
      El hecho de que el Hospital de San Pablo “nunca ha pedido la acreditación como centro autorizado para la práctica de interrupciones del embarazo”, además de estar en contradicción con lo afirmado por el Ministerio de Sanidad, diciendo claramente lo contrario —uno de los dos, obviamente, miente—, tampoco da una respuesta a la cuestión de si se han practicado o no abortos.
      ¿Por qué no se habla claro? 
      La Jornada Mundial de la Juventud, y con ella la venida de Benedicto XVI a España, está ya a las puertas. Eso quiere decir que un escándalo en España, se puede convertir —si no se ha convertido ya— en un escándalo en todo el mundo.
      Si se han realizado abortos, es el momento de pedir públicamente perdón, arrepentirse, y que cualquier representación de la Iglesia abandone esos hospitales; salvo que, lógicamente, se comprometan a que no vuelva a suceder; y se comprometan en serio, sin limitarse a “dar instrucciones al Director del Servicio de Ginecología y Obstetricia para que no se lleve a cabo esta práctica en este hospital”.
      Y, si no se han realizado, es el momento de hacer una afirmación neta, rotunda, tajante, que disipe todas las nubes de la duda acumuladas ya, por desgracia, en el horizonte.
      ¿Qué puede impedir hablar claro en un caso semejante? ¿Quién puede amordazar la boca de la Iglesia?
      Desde los primeros tiempos, los cristianos han sido reconocidos —entre otras señales indiscutibles— como quienes “no matan a los hijos en el seno de la madre”. Y hasta que Dios ponga punto final a la historia de los hombres sobre este plantea, será así. Y la Madre de Dios, en Montserrat, lo sabe.
Ernesto Juliá DíazReligionConfidencial.com / Almudí

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