Hawking tiene realmente “razón”. Su “cielo” no existe. Ese “cielo” que, en sus palabras, “es un cuento de hadas para los que tienen miedo a la muerte, para los que temen la oscuridad”.
Efectivamente, ese “cielo”, el “cielo” de Hawking no existe. Y a Dios gracias. ¿Para que tenía que existir un “cielo” tan inútil?
A los hombres jamás se les hubiera ocurrido inventarse un “cielo” para calmar sus temores a la muerte; sencillamente, porque si el Cielo no existiera, jamás el hombre hubiera tenido el mínimo temor a la muerte. Como no tiene “miedo a la muerte” ni la hormiga, ni el gato, ni el orangután, ni el jilguero, ni la mariposa, ni el pez más escuálido ni la ballena más voluminosa.
¿Por qué Hawking tiene esa preocupación de un “cielo” que no “existe”? Me viene a la cabeza un par de escolios de Gómez Dávila: “El ateo nunca le perdona a Dios su inexistencia”; “Es más fácil creer en los dioses del Olimpo o de los Indigitamenta que en la inexistencia de Dios”.
Hawking es muy libre de seguir haciendo afirmaciones sobre “dios”, sobre “el cielo”. ¿Añora quizá el Cielo que sí existe, el Dios que sí existe? Quizá eso podría explicar que vuelva de vez en cuando sobre estos temas. ¿Busca acaso que alguien le convenza de que la existencia de Dios está fuera del alcance de sus fórmulas físico-matemáticas? Y que, por consiguiente más allá de la razón existe la Fe, una Fe tan llena de inteligencia como la razón misma.
Reconozco que rezo para que Hawking abra su inteligencia, su prodigiosa inteligencia a la Fe. La Fe cristiana no se opone, en absoluto, al saber científico. Al contrario, la Fe amplía el horizonte de nuestro conocimiento y empuja el corazón del hombre a conquistar cada más profundamente el conocimiento del universo.
“Dejadme ir a la casa del Padre”. Juan Pablo II, y con él muchos otros hombres y mujeres, no han tenido ningún miedo a la muerte. No se inventaron nada, ni tuvieron la más mínima necesidad de “cuentos de hadas”. ¿Qué sentido tiene inventarse algo que ya existe? Sencillamente descubrieron en el fondo de su corazón “lo que el Señor tiene reservado para quienes le aman”: el Cielo, el Amor de Dios.
Quizá algún día Hawking amplíe el horizonte de su visión del mundo, de su visión de la Creación –que no cabe, ciertamente, en ninguna fórmula matemática. Y entonces se dará cuenta de que el hombre es lo suficientemente inteligente para ser consciente de que su vida no acaba aquí.
Y no necesitará ni temblar ante la muerte, ni buscarse un refugio en un “cuento de hadas”. Sencillamente dirá, con serenidad y paz: “Dejadme ir a la casa del Padre”.
Efectivamente, ese “cielo”, el “cielo” de Hawking no existe. Y a Dios gracias. ¿Para que tenía que existir un “cielo” tan inútil?
A los hombres jamás se les hubiera ocurrido inventarse un “cielo” para calmar sus temores a la muerte; sencillamente, porque si el Cielo no existiera, jamás el hombre hubiera tenido el mínimo temor a la muerte. Como no tiene “miedo a la muerte” ni la hormiga, ni el gato, ni el orangután, ni el jilguero, ni la mariposa, ni el pez más escuálido ni la ballena más voluminosa.
¿Por qué Hawking tiene esa preocupación de un “cielo” que no “existe”? Me viene a la cabeza un par de escolios de Gómez Dávila: “El ateo nunca le perdona a Dios su inexistencia”; “Es más fácil creer en los dioses del Olimpo o de los Indigitamenta que en la inexistencia de Dios”.
Hawking es muy libre de seguir haciendo afirmaciones sobre “dios”, sobre “el cielo”. ¿Añora quizá el Cielo que sí existe, el Dios que sí existe? Quizá eso podría explicar que vuelva de vez en cuando sobre estos temas. ¿Busca acaso que alguien le convenza de que la existencia de Dios está fuera del alcance de sus fórmulas físico-matemáticas? Y que, por consiguiente más allá de la razón existe la Fe, una Fe tan llena de inteligencia como la razón misma.
Reconozco que rezo para que Hawking abra su inteligencia, su prodigiosa inteligencia a la Fe. La Fe cristiana no se opone, en absoluto, al saber científico. Al contrario, la Fe amplía el horizonte de nuestro conocimiento y empuja el corazón del hombre a conquistar cada más profundamente el conocimiento del universo.
“Dejadme ir a la casa del Padre”. Juan Pablo II, y con él muchos otros hombres y mujeres, no han tenido ningún miedo a la muerte. No se inventaron nada, ni tuvieron la más mínima necesidad de “cuentos de hadas”. ¿Qué sentido tiene inventarse algo que ya existe? Sencillamente descubrieron en el fondo de su corazón “lo que el Señor tiene reservado para quienes le aman”: el Cielo, el Amor de Dios.
Quizá algún día Hawking amplíe el horizonte de su visión del mundo, de su visión de la Creación –que no cabe, ciertamente, en ninguna fórmula matemática. Y entonces se dará cuenta de que el hombre es lo suficientemente inteligente para ser consciente de que su vida no acaba aquí.
Y no necesitará ni temblar ante la muerte, ni buscarse un refugio en un “cuento de hadas”. Sencillamente dirá, con serenidad y paz: “Dejadme ir a la casa del Padre”.
Ernesto Juliá Díaz
RELIGIÓN CONFIDENCIAL
No hay comentarios:
Publicar un comentario