Caramba, qué poco han tardado los “antisistema” laicistas de siempre en arremeter contra la Iglesia –sobre todo contra Rouco Varela- por su Declaración sobre los indicios eutanásicos que contiene el nuevo proyecto de ley sobre la “muerte digna” que la señora Pajín ha llevado al Congreso para ir completando el cuadro ideológico del zapaterismo.
Tanto “El País” como “El Mundo”, dos periódicos que rivalizan en relativismo desde perspectivas diferentes, uno aferrado a la ubre monclovita y otro al liberalismo a ultranza, se han puesto de acuerdo para desacreditar a la Conferencia Episcopal sobre la que arrojan todos los tópicos acumulados a lo largo de la historia contra el cristianismo. Curiosamente, los autores de sendas columnas sobre tan apetitosa materia como es la muerte, tratan de salvar la figura del fundador de la Iglesia, es decir, de Cristo, para acentuar así su desprecio hacia quienes lo representan. Algo es algo.
Sin embargo, sus argumentos difieren. Fernando Delgado, acreditado admirador de toda disidencia eclesial, ha encontrado en esos 120 curas de barrio que no están de acuerdo con la Jornada Mundial de la Juventud ni con la “dispensiosa” visita del Papa a Madrid el próximo mes de agosto, la mejor manera para desacreditar a Rouco al que reprochan haberse hecho la foto con el poder económico “para hacer caja”… ¡Ya está ahí rondando la acusación eterna de contubernio entre la Iglesia y el dinero!
Así, de los “curas indignados” por el coste “escandaloso” de la visita del Papa, el señor Delgado pasa sin transición a denostar a la Iglesia “amuermada y anacrónica” por el hecho de oponerse a la muerte digna, al derecho al aborto, y a toda esa lista de ingeniería social del zapaterismo que el autor del artículo considera justa y necesaria en una sociedad laica. ¿Acaso tiene la Iglesia derecho a expresar su opinión sobre asuntos que conciernen directamente a su misión evangelizadora? Ah, de eso ni una palabra. Al señor Delgado, además de denostar a la Iglesia, lo que le motiva más es dirigir la “indignación” de los citados curas hacia los poderes públicos –es decir, al Gobierno que tanto admira- por el hecho de atender las “orientaciones” de los monseñores ¡en perjuicio de las libertades de los ciudadanos! Lo que le conduce a una afirmación de pura carcajada: que el presidente del Gobierno está haciendo el papel del buen cristiano que pone la otra mejilla…
Lo que en definitiva pretende el autor es algo más que una crítica: es simple y llanamente difamar a la Iglesia acusándola de buscar la tranquilidad de sus cuentas con un Gobierno al que luego critica, como si la financiación acodada a través del IRPF, que pagan voluntariamente los contribuyentes, obligase a la Iglesia a callar ante leyes indignas … Todo para, al final, dejar caer todo el peso de su propia indignación contra la Iglesia porque no ordena sacerdotes a mujeres, gais y casados. De esta manera, da a entender el inteligente columnista, la Iglesia dejaría de ocuparse de bagatelas como el aborto, la orientación sexual dirigida por el Estado y eso de la muerte digna que, en realidad, no le importa a nadie más que a los monseñores anacrónicos…
En cuanto al columnista de “El Mundo”, un tal David Torres, no vale siquiera la pena de dedicarle un comentario. Se lo hace él solo cuando acusa a la fe católica de haberse opuesto siempre a cualquier avance científico, tecnológico, político, ético y hasta estético… ¡Pero hombre, cómo se olvida del origen mismo de la Universidad como centro del saber y de los propios Derechos Humanos! Este David, que haría bien en leer algún Salmo de su antecesor bíblico, afirma él solito que “no hay un solo logro alcanzado en cualquier actividad humana, desde la democracia hasta el trasplante de órganos, desde la igualdad de la mujer hasta la libertad de expresión al que la Iglesia no se haya opuesto con todas sus fuerzas”… Caramba: da la impresión de que don David ha descubierto que todo el progreso humano es fruto de paganismo, de la esclavitud, del despotismo, del ateísmo, de la magia y, por supuesto, del aborto y, sobre todo, de la eutanasia, que de eso se trata, de llegar a la conclusión de: que la Iglesia no tiene ningún derecho “a decirnos cómo hay que comportarse a la hora de morir”…
No sé hasta qué punto este señor Torres, al que no he leído jamás hasta hoy, se ha especializado en provocar náuseas. Pero aquí dejo otra muestra de su sabiduría anticristiana: “”La historia del catolicismo es la historia de la infamia, de la mentira, de la tortura y de la abominación”… Pues nada, hombre, a vivir que son dos días, pero déjenos a los católicos creer que todo el progreso humano se inicia con el mandato divino de trabajar y amar a Dios -, el Camino, la Verdad y la Vida- así como al prójimo, incluido el mismísimo don David.
MANUEL CRUZ
ANÁLISIS DIGITAL
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