Si repasamos la historia descubriremos dos tipos de hombres: los bárbaros amantes de la guerra y con una ley elemental que es la “ley del más fuerte” y los bárbaros desbastados por la ley que alcanza su máxima perfección en la justicia. En realidad esas dos maneras de vivir siguen luchando por la supremacía en el mundo. Como en un lance parejo en ocasiones parece que se impone la justicia y en otros momentos la barbarie.
Sólo recuerdo un intento de superar esta dualidad: Jesucristo. Sólo Él se atrevió a decir que existe otra alternativa: el amor que redime; debemos amar incluso a los enemigos, superando así la barbarie y también la justicia. “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, rogad por los que os persiguen” (Mateo 5, 44).
La mitología griega nos habla de la diosa-maga Circe, que transformaba en bestias a sus enemigos humanos por medio del placer y la brujería. Jesús es el anti-Circe, que salva de la animalidad con una fuerza más poderosa que el placer. La idea es ésta: transformar a los hombres de bestias en santos por medio del amor. Sólo unos pocos conocen esta propuesta y son menos aún los que la siguen, pero se cuentan por millones los que dicen creer el Él y se llaman discípulos suyos.
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