domingo, 11 de diciembre de 2016

Tres manifestaciones de amor verdadero

¿Qué cualidades de esos amores, de suyo nobles y necesarios, hablan de su verdad e intensidad? Aquí unas preguntas que te ayudarán a saber si de verdad amas a tu pareja:

1. Abnegación: Se expresa por ejemplo cuando el esposo deja dormir a su amada que acaba de dar a luz, atendiendo al bebé por la noche para luego irse con ánimo a trabajar; o la esposa que apoya un exiguo presupuesto trabajando fuera del hogar, para regresar cansada y atender a los hijos sin perder la paz.
Lo normal es que entre esposos el amor de donación se viva en el ordinario acontecer de cada día a través del  sacrificio espontáneo, voluntarioso, de los propios intereses, de deseos, sin importar los costos.
Pero también la abnegación se deberá vivir en medio de duras experiencias, como enfermedades, crisis económicas, laborales, etc. que implican cambios, ajustes, y el recomienzo muchas veces penoso. Entonces a la pregunta ¿Cuánto me quieres?, corresponde más bien: ¿Cuánto estarías dispuesto a sacrificarte para hacerme feliz?

2. La lucha contra el amor propio:  Se expresa cuando se cede en las diferencias o en lo pequeño solo para hacer la vida agradable: la camisa con alguna arruga, la sopa un poco salada, un retraso, la impaciencia en la escucha al llegar de la oficina, tal o cual defecto de comunicación; o el no darse cumpliendo al pie de la letra los compromisos hechos hasta en los menores detalles.
Muchas veces, resulta difícil vencer egoísmos sutiles pero muy dañinos que nacen de la vanidad o del amor propio  y que escapan más fácilmente a la voluntad, por negarnos a reconocerlo o por ser defectos muy arraigados. Es necesario morir un poco a nosotros mismos para hacer felices a los demás.
Aquí la pregunta es: ¿Si no soy capaz de ser sacrificado y fiel en lo pequeño? ¿Lo seré en las exigencias y pruebas grandes a que la vida me pueda someter en mi matrimonio?

3. Rectitud de intención. En el egoísmo se da solo para recibir o se busca primero recibir antes que dar, se trata de un defecto que no suele ser muy evidente. 
Un ejemplo  en un diálogo:
—Mi amor: te invito a salir esta noche.
—Gracias, entonces vamos a cenar.
—Bien, me habría gustado ir al cine pero iremos a donde desees.
Quien invita sabe bien que la respuesta del cónyuge será:
—Bien, entonces iremos al cine, en otra ocasión cenaremos fuera.
Una misma acción puede tener distintas intenciones, y solo son rectas cuando no se antepone el propio provecho o interés al bien de la persona amada. Como cuando a propósito no se es claro o no se busca escuchar sinceramente al otro, porque seguimos nuestros propios motivos.
Si amar es primero dar y comprender, entonces debemos preguntarnos: ¿Soy feliz entregándome sinceramente o sigo mis propios deseos?


 Por Orfa Astorga de Lira, Máster en matrimonio y familia, Universidad de Navarra.
serpersona.info

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