Se pretende cambiar radicalmente las personas y la sociedad aprovechando una voluntad de poder que se inspira claramente en Nietzsche.
La autora del libro La revolución sexual global, la socióloga y publicista alemana Gabriele Kuby, es una de las pocas voces que con autoridad reconocida se elevan para criticar el relativismo occidental actual.
A ella se debe, por ejemplo, que la ministro federal de la familia Ursula von der Leyen se haya visto obligada a quitar de la circulación el libro de educación sexual, 'Cuerpo, amor, el juego del doctor', en el que entre otras aberraciones se invita a los padres a jugar sexualmente con sus hijos.
El ensayo del que me ocupo hace referencia a algunos temas de dos de sus obras precedentes: Revolución Gender (2006) y Nacionalización de la educación. El camino para convertirse en hombres nuevos (2007). Ahora su denuncia adquiere una dimensión universal. De aquí el título del libro La revolución sexual global; una revolución que, como indica el subtítulo (Destrucción de la libertad en nombre de la libertad), pretende cambiar radicalmente las personas y la sociedad aprovechando una voluntad de poder que se inspira claramente en Nietzsche.
A partir de esta clave interpretativa, Kuby logra contar la historia, los métodos y las consecuencias de una potentísima agenda global que busca modificar las constituciones de los países, las instituciones educativas y las costumbres de los ciudadanos con un solo fin: la construcción de una sociedad global en la que las personas sean pocas y completamente manipulables.
A alguno le podría venir a la mente: "Es otro libro sobre los complots". Basta sin embargo mirar a la cantidad de documentos analizados, a los hechos y a las estadísticas recogidas, para entender que nos encontramos frente a un libro riguroso y objetivo.
No obstante la cantidad de documentación, la lectura del libro, lejos de ser aburrida está llena de suspense y de revelaciones sorprendentes, página tras página. El lector es informado de los antecedentes, de cuáles son los medios de comunicación y la red de organizaciones gubernamentales implicadas en la misma práctica de esta agenda global. Al mismo tiempo, se ofrecen las categorías antropológicas y sociológicas necesarias para que los lectores puedan realizar las valoraciones pertinentes con las que poder tomar las decisiones.
En la primera parte del libro (capítulos 1-4), la autora presenta brevemente el marco histórico de la actual revolución sexual. Después de haber señalado la revolución francesa como el origen histórico de la lucha para alcanzar la igualdad, indica el movimiento feminista del 68 como etapa previa a la ideología de género, según la cual, la humanidad no está hecha de hombres y mujeres, sino de una masa uniforme de iguales que tiene el derecho de construir su propia identidad sexual.
El hilo conductor que une el 68 y la ideología de género, según la autora, es el maltusianismo, es decir, el intento de disminuir la población mundial, sobre todo los pobres de Occidente y de los países en vías de desarrollo. Desde este punto de vista, son muy interesantes los retratos intelectuales de algunas figuras como, Margret Sanger, Alexandra Kollonti, Wilhelm Reich, Eddie Bernays, Simone de Beauvoir, John Money, Judith Butler, etc.
El impulso global de la revolución sexual no procede solo de las ideas, sino sobre todo de las conferencias organizadas por las Naciones Unidas (Pekín, El Cairo, etc.) con las que se ha intentado destruir los derechos humanos, la sexualidad, la familia.
De allí han surgido algunos slogans que han dado la vuelta al mundo, como el aborto es un derecho de la mujer, o el "género" no se impone sino que se elige. No obstante los siglos transcurridos, los métodos de la revolución sexual global son los mismos de la vieja revolución francesa: el terror. Hoy, sin embargo, la guillotina no corta las cabezas de los opositores, sino "sólo" el puesto de trabajo, la carrera académica o política.
En la segunda parte (capítulos 5-10), Kuby continúa su análisis de los organismos y de los documentos con los que se trata de introducir la ideología de género. Entre estos últimos concede particular valor a los 29 principios de Yakarta, que fueron formulados en 2007 por un grupo de "famosos expertos", sin autorización ni legitimación, en un encuentro privado que tuvo lugar en la capital indonesia.
En marzo del mismo año, estos principios fueron presentados a la opinión pública en la sede de las Naciones Unidas en Ginebra. La Unión Europea los acogió enseguida y comenzó a imponerlos a instituciones, hospitales, tribunales... y también en guarderías y escuelas. Porque, como explica la autora en otro capítulo, para destruir el fundamento de la familia se debe socavar la unión heterosexual, algo no muy fácil entre adultos que son heterosexuales en su gran mayoría.
Sin embargo, los niños y los adolescentes pueden ser formados fácilmente, sobre todo si quien ocupa el ministerio de las políticas familiares comparte esta ideología. Como documenta Kuby, cada vez más a menudo en las escuelas y jardines de infancia los niños son sexualizados con juegos, cuentos y representaciones teatrales. De esta forma se les roba la inocencia típica de la infancia. Se presenta a los niños una especie de práctica sexual desviada como elección equivalente, animándoles a experimentarla. Con ello su personalidad puede sufrir cambios irreversibles.
Además, las instancias estatales crean estructuras para minar el derecho y la autoridad de los padres, a través de la educación sexual generalizada y obligatoria, a partir de la escuela primara. En la implementación de la ideología de género juega también un rol decisivo la violencia lingüística y la pornografía, definida por la autora como la nueva plaga global.
Mediante la creación de neologismos como "gender", la sustitución de palabras como progenitor A (padre) y progenitor (B) y el ataque al lenguaje, no solo se corrompen las palabras, sino que se da origen a "nuevas realidades", ya que −como han pensado siempre los ideólogos de todas las épocas− "no es la verdad que nos hace libres, sino la libertad que hace la verdad".
En la última parte del libro (capítulo 11-15), Kuby analiza las armas que el nuevo totalitarismo usa para combatir a los rebeldes: la intolerancia y la discriminación. De esta forma la autora subraya la paradoja, ya mencionada en el subtítulo, de buscar quitar la libertad en el nombre de la libertad. Frente a esta dictadura relativista que instrumentaliza la sexualidad para imponer una nueva concepción de la persona, la autora aconseja formar la propia conciencia enraizándola en la verdad. Como antídoto a las derivaciones de la ideología de género, ella propone no educar en la sexualidad, sino en el amor.
Como escribe Spaemann en la introducción, se debe dar las gracias a la autora por el valor de ir contracorriente, ofreciéndonos un ensayo que ilumina lo que se esconde bajo los cambios lingüísticos, los modos pedagógicos y académicos que a simple vista parecerían solo una extrañeza, cuando en realidad son instrumentos de una voluntad de potencia comprometida en la construcción de una nueva humanidad. Por ello creo que este libro merecería ser traducido en las principales lenguas.
Con este fin, me permito hacer dos sugerencias a la autora. En primer lugar, revisar los capítulos de la última parte para darle más unidad, quitando repeticiones; en segundo lugar, distinguir al menos dos tipos de feminismo: por un lado, el que ha luchado y continúa haciéndolo por el reconocimiento de los derechos políticos y sociales de las mujeres, es decir por la igualdad de la mujer como persona; y, por otro, el radical, que imita una sexualidad masculina degenerada, por la cual el sexo se reduce al uso de la genitalidad sin responsabilidad. De esta forma aparecerá con más claridad lo que constituye el genio femenino, la donación, cuya reivindicación, lejos de ser un obstáculo al amor, es la premisa.
Antonio Malo es catedrático de Antropología de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz (Roma)
No hay comentarios:
Publicar un comentario