jueves, 30 de junio de 2011

Los antisistema laicistas, indignados con la Iglesia…

   Caramba, qué poco han tardado los “antisistema” laicistas de siempre en arremeter contra la Iglesia –sobre todo contra Rouco Varela- por su Declaración sobre los indicios eutanásicos que contiene el nuevo proyecto de ley sobre la “muerte digna” que la señora Pajín ha llevado al Congreso para ir completando el cuadro ideológico del zapaterismo.

   Tanto “El País” como “El Mundo”, dos periódicos que rivalizan en relativismo desde perspectivas diferentes, uno aferrado a la ubre monclovita y otro al liberalismo a ultranza, se han puesto de acuerdo para desacreditar a la Conferencia Episcopal sobre la que arrojan todos los tópicos acumulados a lo largo de la historia contra el cristianismo. Curiosamente, los autores de sendas columnas sobre tan apetitosa materia como es la muerte, tratan de salvar la figura del fundador de la Iglesia, es decir, de Cristo, para acentuar así su desprecio hacia quienes lo representan. Algo es algo.

    Sin embargo, sus argumentos difieren. Fernando Delgado, acreditado admirador de toda disidencia eclesial, ha encontrado en esos 120 curas de barrio que no están de acuerdo con la Jornada Mundial de la Juventud ni con la “dispensiosa” visita del Papa a Madrid el próximo mes de agosto, la mejor manera para desacreditar a Rouco al que reprochan haberse hecho la foto con el poder económico “para hacer caja”… ¡Ya está ahí rondando la acusación eterna de contubernio entre la Iglesia y el dinero!

   Así, de los “curas indignados” por el coste “escandaloso” de la visita del Papa,  el señor Delgado pasa sin transición a denostar a la Iglesia “amuermada y anacrónica” por el hecho de oponerse a la muerte digna, al derecho al aborto, y a toda esa lista de ingeniería social del zapaterismo que el autor del artículo considera justa y necesaria en una sociedad laica. ¿Acaso tiene la Iglesia derecho a expresar su opinión sobre asuntos que conciernen directamente a su misión evangelizadora? Ah, de eso ni una palabra. Al señor Delgado, además de denostar a la Iglesia, lo que le motiva más es dirigir la “indignación” de los citados curas hacia los poderes públicos –es decir, al Gobierno que tanto admira- por el hecho de atender las “orientaciones” de los monseñores ¡en perjuicio de las libertades de los ciudadanos! Lo que le conduce a una afirmación de pura carcajada: que el presidente del Gobierno está haciendo el papel del buen cristiano que pone la otra mejilla…

   Lo que en definitiva pretende el autor es algo más que una crítica: es simple y llanamente difamar a la Iglesia acusándola de buscar la tranquilidad de sus cuentas con un Gobierno al que luego critica, como si la financiación acodada a través del IRPF, que pagan voluntariamente los contribuyentes, obligase a la Iglesia a callar ante leyes indignas … Todo para, al final, dejar caer todo el peso de su propia indignación contra la Iglesia porque no ordena sacerdotes a mujeres, gais y casados. De esta manera, da a entender el inteligente columnista, la Iglesia dejaría de ocuparse de bagatelas como el aborto, la orientación sexual dirigida por el Estado y eso de la muerte digna que, en realidad, no le importa a nadie más que a los monseñores anacrónicos…

   En cuanto al columnista de “El Mundo”, un tal David Torres, no vale siquiera la pena de dedicarle un comentario. Se lo hace él solo cuando acusa a la fe católica de haberse opuesto siempre a cualquier avance científico, tecnológico, político, ético y hasta estético… ¡Pero hombre, cómo se olvida del origen mismo de la Universidad como centro del saber y de los propios Derechos Humanos!  Este David, que haría bien en leer algún Salmo de su antecesor bíblico, afirma él solito que “no hay un solo logro alcanzado en cualquier actividad humana, desde la democracia hasta el trasplante de órganos, desde la igualdad de la mujer hasta la libertad de expresión al que la Iglesia no se haya opuesto con todas sus fuerzas”… Caramba: da la impresión de que don David ha descubierto que todo el progreso humano es fruto de paganismo, de la esclavitud, del despotismo, del ateísmo, de la magia y, por supuesto, del aborto y, sobre todo, de la eutanasia, que de eso se trata, de llegar a la conclusión de: que la Iglesia no tiene ningún derecho “a decirnos cómo hay que comportarse a la hora de morir”…

   No sé hasta qué punto este señor Torres, al que no he leído jamás hasta hoy, se ha especializado en provocar náuseas. Pero aquí dejo otra muestra de su sabiduría anticristiana: “”La historia del catolicismo es la historia de la infamia, de la mentira, de la tortura y de la abominación”… Pues nada, hombre, a vivir que son dos días, pero déjenos a los católicos creer que todo el progreso humano se inicia con el mandato divino de trabajar y amar a Dios -, el Camino, la Verdad y la Vida- así como al prójimo, incluido el mismísimo don David.

MANUEL CRUZ
ANÁLISIS DIGITAL

miércoles, 29 de junio de 2011

SACERDOTES

Sacerdotes
    Por encima de todo, ha de ser hombre de oración, sacerdote para la Misa, siempre dispuesto al servicio de los sacramentos y de la caridad.  El Dr. Cabellos reflexiona sobre el sacerdocio católico con ocasión del jubileo del Papa

       Con ocasión del sesenta aniversario de la ordenación de Benedicto XVI —es ya mañana—, se han puesto en marcha numerosas iniciativas para orar por el Papa y por los sacerdotes, de las que me he hecho receptor y donante, si se puede expresar así. Sin duda es una ocasión de oro para hablar sobre el sacerdocio.

      Voy a comenzar con un recuerdo personal del entonces Cardenal Ratzinger: en 2002, fui invitado a una conferencia sobre Cristo Único Mediador, que pronunciaba en la Universidad Católica de Murcia. He de decir que me impresionó fuertemente la conferencia porque, sin perder de ningún modo el tono académico que le era propio, traslucía precisamente un algo sacerdotal, profundo y tierno a la vez, cordial y con calado intelectual.

      Después tuve la gran suerte de estar en un almuerzo en el que participamos unas veinte personas junto al cardenal. Yo era entonces Vicario del Opus Dei en esa zona, y como tal fui presentado antes de la comida. Enseguida hizo una referencia al fundador de la Prelatura del Opus Dei —era muy reciente su canonización—, por medio de un artículo que Ratzinger publicó en L’Osservatore Romano del mismo día 6 de octubre de 2002. Su título era Dejar obrar a Dios, unas palabras que condensan toda una existencia con un solo empeño: ser instrumento fiel de lo que Dios le pedía. Algo que le resultó alegre, muy alegre, pero duro, muy duro.

      De mi primera impresión sobre el cardenal —estaba ante un sacerdote cien por cien—, he de confesar que salí conmovido, con la emoción de ver un ideal hecho vida en una persona. Porque ¿qué hace que uno tenga compostura sacerdotal, talante propio de un sacerdote? El Santo Cura de Ars decía muy brevemente que «el sacerdocio es el amor del Corazón de Jesús».

      Algo muy parecido, aunque más explicitado, escribía san Josemaría: «¿Cuál es la identidad del sacerdote? La de Cristo. Todos los cristianos podemos y debemos ser no ya ‘alter Christus’, sino ‘ipse Christus’: otros Cristos, ¡el mismo Cristo! Pero en el sacerdote esto se da inmediatamente, de forma sacramental (...). En esto se ve la incomparable dignidad del sacerdote. Una grandeza prestada, compatible con la poquedad mía. Yo pido a Dios Nuestro Señor que nos dé a todos los sacerdotes la gracia de realizar santamente las cosas santas, de reflejar, también en nuestra vida, las maravillas de las grandezas del Señor» (Sacerdote para la eternidad).

      Pienso que no importa pasarse de citas, si nos sirven de ayuda: «Sois siempre y en todo lugar —decía el Beato Juan Pablo IIportadores de vuestra específica vocación: sois portadores de la gracia de Cristo, Eterno Sacerdote, y del carisma del Buen Pastor. No lo olvidéis jamás; no renunciéis nunca a esto, debéis actuar conforme a ello en todo tiempo».

      Lo que va quedando de estas palabras y recuerdos es que cada sacerdote es Cristo para repartir la gracia entre los hombres, lo que realizaremos mucho mejor si siempre procuramos actuar como lo que somos, el mismo Cristo, si permitimos que ese Cristo, que los demás han de ver particularmente en nosotros, sea fruto de dejar obrar a Dios, mucho más que de nuestras cualidades humanas, aunque procuremos tenerlas para acoger mejor a todos los miembros del pueblo de Dios.

      El sacerdote —el santo, y el sacerdote debe buscar la santidad en su estado— ha de ser experto en humanidad, comprensivo, claro, hombre que sepa escuchar, alguien dispuesto a aprender de todos y a enseñar con humildad a todos, una persona con buen humor, con un talante abierto, dialogante y —a la vez, porque no son términos opuestos— firme en la fe, lleno de caridad, abierto a la esperanza. Pero, por encima de todo, ha de ser hombre de oración, sacerdote para la Misa, siempre dispuesto al servicio de los sacramentos —habría que citar muy especialmente el de la Penitencia auricular, personal y secreta— y de la caridad.

      Hay algo que escribe Tomás de Aquino, citando a San Jerónimo, que tal vez resulte útil, tal vez no en su literalidad: «Hay sacerdotes que, abandonando los Evangelios y los Profetas, se dedican a leer comedias y a cantar estrofas amatorias de versos bucólicos» (S.T. II-II, q. 167, a. 1). Sirve a modo de parábola para recordar que todas las horas del día resultan pocas para ejercer el ministerio. No es infrecuente escuchar la queja de que el mundo se laiciza y vienen menos fieles por las iglesias. Es la hora, para sacerdotes y laicos, de vivir literalmente la parábola de los invitados a las bodas, que excusaron su asistencia. Salid a los caminos, dirá Jesús, y traed a todos los que encontréis. Y salieron y se llenó el convite. No necesita comentarios.

      Todos conocemos la famosa frase de San Agustín, que resumo: para vosotros soy obispo; con vosotros, soy sacerdote. Es casi lo que acaba de afirmar Benedicto XVI diciendo que él, fundamentalmente, es sacerdote. En su obra Convocados en el camino de la fe, Ratzinger se pregunta cómo se compatibilizan dos afirmaciones del Magisterio acerca de la misión del sacerdote aparentemente contradictorias: por un lado, se dice que su primer deber «consiste en ofrecer el sacrificio eucarístico y administrar los sacramentos» mientras que también se afirma que ese «primer deber (primum officium) es anunciar el Evangelio». Es interesante la cuestión porque, en ocasiones se ha hecho caballo de batalla de la insistencia en uno u otro campo cuando en realidad es el mismo.

      Por resumir, con el riesgo de resultar insuficiente, viene a decir que Jesús no separa su predicación de muchos signos —algunos claro anticipo de los sacramentos— como los milagros. Él mismo es la Palabra encarnada, una perfecta correspondencia entre palabra y signo, tal como es la estructura sacramental. Además, dice Ratzinger que Jesús no comparte contenidos ajenos a su Persona, como puede hacer un narrador. Lo que pide es estar con Él. Y toda la predicación quedaría vacía si no conduce a la vida en Cristo, lo que también comporta llevarlo a los demás, algo a realizar por el predicador cristiano, pero no para hablar de sí mismo, sino para hablar de Cristo y, a través de la comunión con el hombre Jesús, conducir a la comunión con el Dios vivo, uno y trino.

      Termino con unas palabras del mismo texto que, por razones obvias, me son especialmente queridas: «Me viene a la memoria una anécdota de los orígenes del Opus Dei. Una joven había tenido la ocasión de participar por primera vez en conferencias de D. Josemaría Escrivá. Sobre todo tenía curiosidad por escuchar a tan elogiado orador. Pero cuando participó con él de la misa —así lo contaba después— ya no quería seguir escuchando a un orador humano, sino sólo reconocer la palabra y la voluntad de Dios. El servicio de la palabra exige del sacerdote la participación en la Kénosis de Cristo, el abrirse y el parecerse a Cristo».

Pablo Cabellos Llorente
Almudí

martes, 28 de junio de 2011

Las raíces morales de la crisis económica


   ¿Qué principios morales o formas de actuación han conducido a la crisis? Es importante identificar estos principios para encontrar soluciones. 

    Cuando los economistas, periodistas y políticos han descubierto ya las causas de la crisis económica, y han dedicado numerosos artículos periodísticos, ensayos e incluso libros para dar a conocer sus hallazgos y explicaciones, siguen sin debatirse y analizarse las raíces morales de la crisis. Existe acuerdo en relación con las principales causas: endeudamiento por encima de las posibilidades, especulación inmobiliaria y abuso financiero. Pero, ¿qué principios morales o formas de actuación han conducido a la crisis? Es importante identificar estos principios para encontrar soluciones. 

      En primer lugar, durante los últimos 30 años lo único que ha importado a políticos y entidades financieras es el crecimiento económico del país, sin preocuparse por los riesgos de basar este crecimiento básicamente en la construcción de viviendas y las obras públicas. No se ha potenciado suficientemente la investigación y el desarrollo, uno de los principios motores en todos los países desarrollados. 

      En segundo lugar, durante estos años ha imperado la filosofía de “el fin  justifica los medios”. Si era necesario crecer, no importaba cómo. Y de esta manera, la vivienda se ha convertido en un negocio, dejando el país en la paradójica situación de disponer de un millón de viviendas que no se venden porque sus precios no son los que la mayoría de personas que buscan vivienda están dispuestos a pagar, en función de sus ingresos. Durante años, se ha vivido en una burbuja inmobiliaria que no han querido reconocer políticos, inmobiliarias y financieras. 

      En tercer lugar, aparte de conseguir un crecimiento económico cómo fuera, la otra gran preocupación de nuestros políticos ha sido mantenerse en el poder. Y de nuevo, la filosofía de “el fin justifica los medios” ha servido para justificar gastos que nunca debieron de hacerse en un período de tiempo tan corto. 

      La crisis económica tiene sus raíces en estos principios que tienen en común anteponer el desarrollo económico al desarrollo humano. La moral cristiana puede ayudar a reconducir la situación actual, ya que es necesario cambiar las raíces morales que han conducido a la crisis económica. 

Pedro Plans RubióForumLibertas.com / Almudí

lunes, 27 de junio de 2011

San Josemaría Escrivá, maestro de perdón

   Las enseñanzas sobre el perdón en San Josemaría Escrivá de Balaguer revisten una actualidad innegable: es necesario redescubrir el perdón y aprender a amar. Aquí tenéis un extenso estudio del Dr. Cárdenas sobre este tema. Os presento un fragmento y un enlace a todo su contenido.
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  c) Perdonar y rezar 
      La actitud de san Josemaría ante las calumnias fue la de perdonar siempre y desde el primer instante[92] y rezar por las personas que le habían ofendido. Era consciente de su propia debilidad como hombre y decía que era capaz de “todos los horrores y todos los errores”[93]. Pensaba que Dios le perdonaba siempre; que es el Dios de la mano tendida. Si Él nos perdona así, el cristiano debería hacer lo mismo, también siempre.  

      “Pude ver que su reacción ante los ataques, algunos tremendos, era siempre sobrenatural y llena de caridad. Pero quisiera aclarar que esto no suponía en él algo así como una reacción estoica, pasiva, o apática. Su reacción era dinámica, de muchísima oración y mortificación (…) y de total confianza en Dios”[94].  

      El cúmulo de calumnias podría haber dejado en él un poso de amargura, de desconfianza o de cinismo, pero gracias al perdón concedido siempre y desde el primer momento se convirtió en una persona profundamente humana y comprensiva. “En éstas y otras circunstancias semejantes, jamás le vi una reacción de rencor. No era hombre para eso, sino para comprender, perdonar y olvidar”[95].  

      Traemos también a colación el testimonio sobre san Josemaría de Mons. Juan Hervás, fundador de los Cursillos de Cristiandad. Este prelado sufrió calumnias a causa de los Cursillos en los años cincuenta del siglo pasado. En medio de esa contradicción tuvo que viajar a Roma, pues había sido acusado ante el Santo Oficio. Como era amigo de san Josemaría aprovechó para entrevistarse con él.  

      Años después, en 1976, recordaba lo que le dijo, después de contarle las tribulaciones por las que pasaba en ese momento: “‘No te preocupes, son bienhechores, porque nos ayudan a purificarnos. Hay que quererles y pedir por ellos’, recalcaba sus palabras cuando me insistía en la necesidad de tener amor a los que no nos comprenden, de orar por los que juzgan sin querer enterarse, e insistía en el deber de prestar sólo nuestra atención a la voz de la Iglesia y no a los rumores de la calle, y mantener, con la ayuda de Dios, el corazón limpio de amarguras y resentimientos. ¡Qué bien me hicieron sus palabras! Era la comunicación de una experiencia personal (…). Aquellos consejos tenían una fuerza de convicción enorme por la autenticidad con que él mismo los había vivido, y los seguía viviendo entonces”[96].  

      Como ya hemos visto, la decisión de perdonar implica que el ofendido se libera de la carga del ciclo de agresiones. Esta liberación, desde el punto de vista psicológico, viene reforzada por el hecho de rezar por el agresor: desplazamos el centro de atención de uno mismo a otro, se experimenta un cambio en la percepción que tenemos del agresor[97], alejamos de nosotros el victimismo, nos ponemos de algún modo en su lugar y quizá comprendemos que, a veces, hemos podido contribuir al deterioro de la relación. Rezar por quien nos ha agredido también nos reafirma en la decisión de perdonar y de cerrar el paso a la venganza.

LEER EL ESTUDIO: AQUÍ
Jaime Cárdenas del Carre

es.JosemariaEscriva.info / Almudí

domingo, 26 de junio de 2011

El Papa explica la Eucaristía a los niños

El Papa explica la Eucaristía a los niños
Querido Papa, ¿qué recuerdo tienes del día de tu primera Comunión? - Mi catequista (…) me dijo que Jesús está presente en la Eucaristía. Pero ¿cómo? Yo no lo veo - ¿Puedes decirles una palabra a mis papás para que entiendan que es importante que vayamos juntos a misa todos los domingos?- (…)

Con ocasión  del Corpus Christi reproduzco parte de la catequesis que en forma de coloquio espontáneo dirigió Benedicto XVI a unos cien mil niños que hicieron este año o que van a hacer la primera Comunión, en un encuentro celebrado en la plaza de San Pedro del Vaticano el 15 de octubre de 2005 por la tarde.

      A continuación, algunas de las preguntas de los niños y las respuestas del Papa:

Andrés: Querido Papa, ¿qué recuerdo tienes del día de tu primera Comunión?
Recuerdo bien el día de mi primera Comunión. Fue un hermoso domingo de marzo de 1936; o sea, hace 69 años. Era un día de sol; era muy bella la iglesia y la música; eran muchas las cosas hermosas y aún las recuerdo. Éramos unos treinta niños y niñas de nuestra pequeña localidad, que apenas tenía 500 habitantes. Pero en el centro de mis recuerdos alegres y hermosos, está este pensamiento —el mismo que ha dicho ya vuestro portavoz—: comprendí que Jesús entraba en mi corazón, que me visitaba precisamente a mí. Y, junto con Jesús, Dios mismo estaba conmigo.
Y que era un don de amor que realmente valía mucho más que todo lo que se podía recibir en la vida; así me sentí realmente feliz, porque Jesús había venido a mí.
Y comprendí que entonces comenzaba una nueva etapa de mi vida —tenía 9 años— y que era importante permanecer fiel a ese encuentro, a esa Comunión. Prometí al Señor: "Quisiera estar siempre contigo" en la medida de lo posible, y le pedí: "Pero, sobre todo, está tú siempre conmigo". Y así he ido adelante por la vida. Gracias a Dios, el Señor me ha llevado siempre de la mano y me ha guiado incluso en situaciones difíciles. Así, esa alegría de la primera Comunión fue el inicio de un camino recorrido juntos. Espero que, también para todos vosotros, la primera Comunión, que habéis recibido en este Año de la Eucaristía, sea el inicio de una amistad con Jesús para toda la vida. El inicio de un camino juntos, porque yendo con Jesús vamos bien, y nuestra vida es buena.

Andrés: Mi catequista, al prepararme para el día de mi primera Comunión, me dijo que Jesús está presente en la Eucaristía. Pero ¿cómo? Yo no lo veo.
Sí, no lo vemos, pero hay muchas cosas que no vemos y que existen y son esenciales. Por ejemplo, no vemos nuestra razón; y, sin embargo, tenemos la razón. No vemos nuestra inteligencia, y la tenemos. En una palabra, no vemos nuestra alma y, sin embargo, existe y vemos sus efectos, porque podemos hablar, pensar, decidir, etc. Así tampoco vemos, por ejemplo, la corriente eléctrica y, sin embargo, vemos que existe, vemos cómo funciona este micrófono; vemos las luces. En una palabra, precisamente las cosas más profundas, que sostienen realmente la vida y el mundo, no las vemos, pero podemos ver, sentir sus efectos. No vemos la electricidad, la corriente, pero vemos la luz. Y así sucesivamente. Del mismo modo, tampoco vemos con nuestros ojos al Señor resucitado, pero vemos que donde está Jesús los hombres cambian, se hacen mejores.
Se crea mayor capacidad de paz, de reconciliación, etc. Por consiguiente, no vemos al Señor mismo, pero vemos sus efectos: así podemos comprender que Jesús está presente. Como he dicho, precisamente las cosas invisibles son las más profundas e importantes. Por eso, vayamos al encuentro de este Señor invisible, pero fuerte, que nos ayuda a vivir bien.

Julia: Santidad, todos nos dicen que es importante ir a misa el domingo. Nosotros iríamos con mucho gusto, pero, a menudo, nuestros padres no nos acompañan porque el domingo duermen. El papá y la mamá de un amigo mío trabajan en un comercio, y nosotros vamos con frecuencia fuera de la ciudad a visitar a nuestros abuelos. ¿Puedes decirles una palabra para que entiendan que es importante que vayamos juntos a misa todos los domingos?
Creo que sí, naturalmente con gran amor, con gran respeto por los padres que, ciertamente, tienen muchas cosas que hacer. Sin embargo, con el respeto y el amor de una hija, se puede decir: querida mamá, querido papá, sería muy importante para todos nosotros, también para ti, encontrarnos con Jesús. Esto nos enriquece, trae un elemento importante a nuestra vida. Juntos podemos encontrar un poco de tiempo, podemos encontrar una posibilidad. Quizá también donde vive la abuela se pueda encontrar esta posibilidad. En una palabra, con gran amor y respeto, a los padres les diría: "Comprended que esto no sólo es importante para mí, que no lo dicen sólo los catequistas; es importante para todos nosotros; y será una luz del domingo para toda nuestra familia".

Alejandro: ¿Para qué sirve, en la vida de todos los días, ir a la santa misa y recibir la Comunión?
Sirve para hallar el centro de la vida. La vivimos en medio de muchas cosas. Y las personas que no van a la iglesia no saben que les falta precisamente Jesús. Pero sienten que les falta algo en su vida. Si Dios está ausente en mi vida, si Jesús está ausente en mi vida, me falta una orientación, me falta una amistad esencial, me falta también una alegría que es importante para la vida. Me falta también la fuerza para crecer como hombre, para superar mis vicios y madurar humanamente.
Por consiguiente, no vemos enseguida el efecto de estar con Jesús cuando vamos a recibir la Comunión; se ve con el tiempo. Del mismo modo que a lo largo de las semanas, de los años, se siente cada vez más la ausencia de Dios, la ausencia de Jesús. Es una laguna fundamental y destructora. Ahora podría hablar fácilmente de los países donde el ateísmo ha gobernado durante muchos años; se han destruido las almas, y también la tierra; y así podemos ver que es importante, más aún, fundamental, alimentarse de Jesús en la Comunión. Es él quien nos da la luz, quien nos orienta en nuestra vida, quien nos da la orientación que necesitamos.

Ana: Querido Papa, ¿nos puedes explicar qué quería decir Jesús cuando dijo a la gente que lo seguía: "Yo soy el pan de vida"?
En este caso, quizá debemos aclarar ante todo qué es el pan. Hoy nuestra comida es refinada, con gran diversidad de alimentos, pero en las situaciones más simples el pan es el fundamento de la alimentación, y si Jesús se llama el pan de vida, el pan es, digamos, la sigla, un resumen de todo el alimento. Y como necesitamos alimentar nuestro cuerpo para vivir, así también nuestro espíritu, nuestra alma, nuestra voluntad necesita alimentarse. Nosotros, como personas humanas, no sólo tenemos un cuerpo sino también un alma; somos personas que pensamos, con una voluntad, una inteligencia, y debemos alimentar también el espíritu, el alma, para que pueda madurar, para que pueda llegar realmente a su plenitud. Así pues, si Jesús dice "yo soy el pan de vida", quiere decir que Jesús mismo es este alimento de nuestra alma, del hombre interior, que necesitamos, porque también el alma debe alimentarse. Y no bastan las cosas técnicas, aunque sean importantes. Necesitamos precisamente esta amistad con Dios, que nos ayuda a tomar las decisiones correctas. Necesitamos madurar humanamente. En otras palabras, Jesús nos alimenta para llegar a ser realmente personas maduras y para que nuestra vida sea buena.

Adriano: Santo Padre, nos han dicho que hoy haremos adoración eucarística. ¿Qué es? ¿Cómo se hace? ¿Puedes explicárnoslo? Gracias.
Bueno, ¿qué es la adoración eucarística?, ¿cómo se hace? Lo veremos enseguida, porque todo está bien preparado: rezaremos oraciones, entonaremos cantos, nos pondremos de rodillas, y así estaremos delante de Jesús. Pero, naturalmente, tu pregunta exige una respuesta más profunda: no sólo cómo se hace, sino también qué es la adoración.
Diría que la adoración es reconocer que Jesús es mi Señor, que Jesús me señala el camino que debo tomar, me hace comprender que sólo vivo bien si conozco el camino indicado por él, sólo si sigo el camino que él me señala. Así pues, adorar es decir: "Jesús, yo soy tuyo y te sigo en mi vida; no quisiera perder jamás esta amistad, esta comunión contigo". También podría decir que la adoración es, en su esencia, un abrazo con Jesús, en el que le digo: "Yo soy tuyo y te pido que tú también estés siempre conmigo".

Livia: Santo Padre, el día anterior a mi primera Comunión me confesé. Luego, me he confesado otras veces. Pero quisiera preguntarte: ¿debo confesarme todas las veces que recibo la Comunión? ¿Incluso cuando he cometido los mismos pecados? Porque me doy cuenta de que son siempre los mismos.
Diría dos cosas: la primera, naturalmente, es que no debes confesarte siempre antes de la Comunión, si no has cometido pecados tan graves que necesiten confesión. Por tanto, no es necesario confesarse antes de cada Comunión eucarística. Este es el primer punto. Sólo es necesario en el caso de que hayas cometido un pecado realmente grave, cuando hayas ofendido profundamente a Jesús, de modo que la amistad se haya roto y debas comenzar de nuevo. Sólo en este caso, cuando se está en pecado "mortal", es decir, grave, es necesario confesarse antes de la Comunión. Este es el primer punto. El segundo: aunque, como he dicho, no sea necesario confesarse antes de cada Comunión, es muy útil confesarse con cierta frecuencia. Es verdad que nuestros pecados son casi siempre los mismos, pero limpiamos nuestras casas, nuestras habitaciones, al menos una vez por semana, aunque la suciedad sea siempre la misma, para vivir en un lugar limpio, para recomenzar; de lo contrario, tal vez la suciedad no se vea, pero se acumula. Algo semejante vale también para el alma, para mí mismo; si no me confieso nunca, el alma se descuida y, al final, estoy siempre satisfecho de mí mismo y ya no comprendo que debo esforzarme también por ser mejor, que debo avanzar. Y esta limpieza del alma, que Jesús nos da en el sacramento de la Confesión, nos ayuda a tener una conciencia más despierta, más abierta, y así también a madurar espiritualmente y como persona humana. Resumiendo, dos cosas: sólo es necesario confesarse en caso de pecado grave, pero es muy útil confesarse regularmente para mantener la limpieza, la belleza del alma, y madurar poco a poco en la vida.
      Al final del Encuentro el Santo Padre ha dirigido estas palabras:

    Queridos niños y niñas, hermanos y hermanas, al final de este hermosísimo encuentro, sólo quiero deciros una palabra: ¡Gracias!
    Gracias por esta fiesta de fe.
    Gracias por este encuentro entre nosotros y con Jesús.
    Y gracias, naturalmente, a todos los que han hecho posible esta fiesta: a los catequistas, a los sacerdotes, a las religiosas; a todos vosotros.
    Repito al final las palabras que decimos cada día al inicio de la liturgia: "La paz esté con vosotros", es decir, el Señor esté con vosotros; la alegría esté con vosotros; y que así la vida sea feliz. ¡Feliz domingo! ¡Buenas noches!; hasta la vista, todos juntos con el Señor. ¡Muchas gracias!
Roma, 15 de Octubre de 2005
ZENIT / ALMUDÍ

sábado, 25 de junio de 2011

Reflexiones ante el anteproyecto de ley español sobre el final de la vida

Andrés Ollero
   Análisis realizado por Andrés Ollero, co-director del Master de Bioética y Bioderecho de la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid) 

Como es bien sabido, el artículo 3.1 del Código Civil español establece, con influjo expansivo en todo el ordenamiento jurídico, que “las normas se interpretarán según el sentido propio de sus palabras, en relación con el contexto, los antecedentes históricos y legislativos, y la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas, atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquéllas”. No parece pues exigencia desorbitada sugerir que también el legislador debe tener en cuenta la realidad social, y no otra ideológicamente imaginada, a la hora de regularla. 

Bioéticos y juristas 
      La primera impresión que deriva de la lectura del anteproyecto es que es fruto de elucubraciones de bioéticos, no muy conocedores de la técnica y las responsabilidades jurídicas y notablemente encelados en sus debates teóricos. Al fin y al cabo, en línea con leyes anteriores destinadas a imponer a la ciudadanía un novedoso código moral, por qué renunciar a ver convertidas en ley cuestionadas teorías personales… Todo parece indicar que nos hallamos ante un planteamiento ideológico de la cuestión, que desfigura la realidad al servicio de intereses u opciones personales. 

      Si un jurista persa[1], o cualquier otro observador externo, examinara el contenido del anteproyecto llegaría a la conclusión de que en España los enfermos terminales sólo tropiezan con un grave problema, que se cierne sobre ellos como una aterradora amenaza: la obstinación terapéutica. Los profesionales sanitarios se habrían conjurado para llevar a cabo un despiadado concurso, rivalizando en quien consigue dilatar artificialmente más el momento de la muerte de sus pacientes. Realidades bien conocidas, como las que han popularizado tristemente a determinado centros sanitarios de Leganés o de Andalucía, no precisarían por el contrario regulación jurídica alguna. 

      Tampoco existiría en España ningún lobby empeñado en el adelantamiento de la muerte de los pacientes esgrimiendo su particular concepto de muerte digna, afortunadamente eliminado del texto tras revolotear no poco sobre él. De su efectiva existencia da cuenta la curiosa telepatía legal que ha presidido la elaboración de las tres normas autonómicas previas a este anteproyecto (Andalucía, Aragón y Navarra). En un alarde de autodeterminación, dan paso a fórmulas clónicas (en el contenido e incluso en la numeración del articulado) con alguna nimia originalidad de redacción como fruto ocasional del debate parlamentario. 

      Ni siquiera habría que reflexionar sobre en qué medida la Ley 41/2002 de 14 de noviembre, básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica acierta al no excluir con claridad un rechazo ilimitado de tratamientos, sin respeto alguno a la lex artis. Habría que subsanar esta situación si de veras se quiere cerrar el paso a la posibilidad de un suicidio asistido, en coherencia con la doctrina sentada hasta el momento por el Tribunal Constitucional.

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Andrés Ollero
Zenit / Almudí

viernes, 24 de junio de 2011

La catequesis, transmisión de vida cristiana

La catequesis, transmisión de vida cristiana

La enseñanza de la Religión en la escuela es un derecho fundamental de las familias, que debe reconocer toda sociedad madura y libre

          Transmitir la vida cristiana de la fe es una responsabilidad de todos y cada uno de los cristianos: «De por sí, la fe no se conserva en el mundo, no se transmite automáticamente al corazón del hombre, sino que debe ser siempre anunciada», ha dicho Benedicto XVI ante la asamblea eclesial de Roma (13-VI-2011). 

Catequesis y Enseñanza Escolar de la Religión
      En esta tarea, hoy se distinguen dos modalidades complementarias: la enseñanza escolar de la Religión y la catequesis. La enseñanza de la Religión en la escuela —pública o privada— es un derecho fundamental de las familias, que debe reconocer toda sociedad madura y libre. Esta enseñanza subraya los aspectos intelectuales del cristianismo, y se sitúa en diálogo con la formación científica y cultural. Junto a ella, la catequesis es transmisión de “vida cristiana” en el seno de las familias, con la ayuda de la parroquia y otros grupos, movimientos e instituciones eclesiales.

      «La peculiaridad de la catequesis, distinta del anuncio primero del Evangelio que ha suscitado la conversión, persigue el doble objetivo de hacer madurar la fe inicial y de educar al verdadero discípulo por medio de un conocimiento más profundo y sistemático de la persona y del mensaje de Nuestro Señor Jesucristo» (Juan Pablo II, Catechesi tradendae, 19).

La catequesis hoy
      ¿Cómo plantear hoy la catequesis? Ante todo se precisa redescubrir la vida cristiana uno mismo, el propio educador: procurar vivirla —con la ayuda de otros en el seno de la familia de Dios que es la Iglesia— en sus diversos aspectos: personales y familiares, profesionales y sociales. Además el Papa actual suele señalar la importancia de aprovechar la catequesis de niños y jóvenes para llegar a sus familias. Con estos presupuestos, se puede hablar de una metodología que atienda a tres dimensiones integrales y complementarias de la vida cristiana, que se pueden llamar, un poco esquemáticamente: la razón, la experiencia y la tradición. 

Razón y fe
      a) La razón es lo propio de las personas. Por eso hay que transmitir los valores humanos (por ejemplo, a través de historias y películas que muestran a personas que hacen el bien). Al mismo tiempo se requiere el anuncio de la fe que perfecciona lo humano, y que se basa en la manifestación del amor de Dios en Jesucristo. Las “razones” de la fe no son menos razones sino mejores y más perfectas, incluso desde el punto de vista humano. Por ejemplo, los sacramentos se acomodan a la “realidad humana”: el agua que lava en el Bautismo, el pan y vino que alimentan en la Eucaristía; en la Biblia Dios “explica” su amor por la humanidad hablando del amor humano (sobre todo en el Cantar de los Cantares). 

      Benedicto XVI les decía a los obispos de Brasil que los «catequistas no son simples comunicadores de experiencias de fe, sino que deben ser auténticos transmisores, bajo la guía de su Pastor, de las verdades reveladas» (11-V-2007). Habría que preguntarse si como educadores cristianos, conocemos y consultamos con frecuencia el Catecismo de la Iglesia Católica y su Compendio

La experiencia cristiana
      b) La experiencia cristiana se apoya en la experiencia humana, la asume, purifica y perfecciona. Para ello es preciso que la fe se haga vida, se haga carne de nuestra carne, algo así como la vida de Dios se hizo carne en Jesús de Nazaret. Ser cristiano es “encarnar” la fe en la vida personal y en la cultura que nos rodea, y que nosotros mismos contribuimos a configurar.
      Y esto comienza con la experiencia de Dios: es decir, el conocimiento y el trato personal con Jesucristo, centrado en la oración y los sacramentos. Concretamente «la catequesis eucarística y sacramental debe realmente llegar a lo profundo de nuestra existencia, ser precisamente educación para abrirme a la voz de Dios»; a la vez, «me lleva al otro porque el otro recibe al mismo Cristo, como yo. Por tanto si en él y en mí está el mismo Cristo, también nosotros dejamos de ser individuos separados. Aquí nace la doctrina del Cuerpo de Cristo, porque hemos sido todos incorporados, si recibimos bien la Eucaristía en el mismo Cristo» (Encuentro con los párrocos de Roma, 26-II-2009). También es importante la catequesis sobre el Sacramento de la Penitencia y el sentido del pecado. Como lo es una catequesis sobre la Doctrina Social de la Iglesia (cf. Discurso inaugural de la V Asamblea del CELAM, 13-V-2007).

Vida cristiana y tradición eclesial
      c) La vida cristiana se desarrolla en una tradición. Se acompaña de una historia que la transmite y una Escritura que la recoge, de un lenguaje comunicable y una existencia gozosamente compartida en la familia de Dios, que es germen de solidaridad para formar libremente, de todas las gentes, la familia universal de Dios en el mundo. Como consecuencia, es una vida de servicio a los demás, a sus necesidades materiales y espirituales, comenzando por los más cercanos y por los más débiles. Esto lo debe promover todo catequista o educador, junto con el amor a la Iglesia y la fidelidad a su Tradición. 

      De este modo la catequesis puede ser “escuela” de servicio a la sociedad y de vida cristiana auténtica; escuela de «sabiduría, es decir, un mensaje que conjuga fe y vida, verdad y realidad concreta» (Benedicto XVI, Homilía 5-IX-10). Además en la catequesis, la fidelidad a la fe de la Iglesia debe conjugarse «con una "creatividad catequística" que tenga en cuenta el contexto, la cultura y la edad de los destinatarios» y que sepa mostrar la vida de fe como un «camino de belleza» (Discurso ante la asamblea eclesial de Roma, 13-VI-2011).

Lo que no es la catequesis
      Y así se entiende lo que “no” es la catequesis. No consiste en enseñar una pura teoría como conjunto de verdades abstractas o normas de un código voluntarista o moralista. No es la promoción de sentimientos “baratos” (una ingenua solidaridad a nivel meramente humano) o falsamente “piadosos” (pseudorreligiosidad sentimentalista), o de un intimismo o espiritualismo que llevase a evadirse del mundo. Tampoco se trata de impulsar una revolución fundamentalista o fanática en nombre de Dios o de la justicia. La Iglesia tampoco es un grupo de personas que piensan sólo en el “más allá” —cuyos modelos serían los clérigos o los “religiosos”— ni un grupo de presión para conseguir posiciones o influencias humanas.
Una escuela de sabiduría y amor
      «Todos —proponía el Papa al principio de su pontificado— debemos comprometernos seriamente, como siempre, en una renovación de la catequesis en la que sea fundamental la valentía de dar testimonio de la propia fe y de encontrar los modos adecuados para hacer que sea comprendida y acogida, pues la ignorancia religiosa ha alcanzado un nivel espantoso» (Encuentro con los obispos de Suiza, 7-XI-2006).
      Digámoslo de nuevo. La catequesis es la educación de la vida cristiana como sabiduría y amor efectivo. Es transmitir un mensaje que une la fe y la vida, la verdad y el amor. Por eso sabe conjugar los elementos esenciales de la vida cristiana con los “modos” opcionales, diversos y legítimos, de expresar la fe, celebrarla y vivirla.
      En todo caso, sobre la base del testimonio y del compromiso personal (ejemplo y palabra) del educador, y con el conveniente conocimiento de las personas y las familias, la catequesis es un don de Dios y una altísima tarea. 

Ramiro Pellitero, Universidad de Navarra
ReligionConfidencial.com

jueves, 23 de junio de 2011

‘África está llena de tumbas de misioneros, no de miembros de la ONU’

‘África está llena de tumbas de misioneros, no de miembros de la ONU’

Los misioneros están con la gente hasta el final, sufriendo con ellos, corriendo los mismos riesgos y compartiendo la propia experiencia, porque es una experiencia que nace de una vocación, por lo tanto vivida plenamente 

Para conocer la importancia de la religión en África es suficiente ir a los cementerios, allí encontramos tumbas de misioneros y sacerdotes, no en cambio las de los funcionarios de la OMS o de la ONU.

      De otro lado hoy los intereses económicos e inversiones en África son muchos. Es necesario, por ello, entender que el primer capital es el humano, contrariamente terminará en un asalto o en la especulación.

      Estas fueron algunas de las ideas que surgieron en la mesa redonda organizada por la asociación Harambee en Roma, cuyo presidente del Comité Científico y Cultural, Giovanni Mottini, explico a ZENIT algunas de las problemáticas existentes.  

¿Vuestra Asociación apoya proyectos de instituciones religiosas o laicas?
Harambee apoya la educación tanto religiosa como laica. La única condición es que los proyectos sean realidades locales. Aunque sean útiles o eficaces no nos interesa apoyar a Ongs europeas que trabajan en África.

Nos interesa en cambio que sean ellos mismos los protagonistas directamente involucrados, porque cuando sostenemos un proyecto hacemos además un trabajo de capacitación que vuelve beneficiario también al protagonista local, que además crece a través del proyecto que le hemos dado.

Le enseñamos también a escribir el proyecto en modo tal que esta primera experiencia con nosotros —que de todos modos puede repetirse— sea también un aumento de conocimiento que permita proponerse a otros financiadores públicos o privados.

¿Cuál es el porcentaje de proyectos que ‘Harambee’ ha apoyado entre las instituciones religiosas y las civiles?
Aproximadamente la mitad. Las religiones son una realidad muy significativa en los países en vía de desarrollo y las que dan el testimonio más fuerte. 

Digo siempre que para entender qué hacen los misioneros en África, la mejor cosa es ir ver un cementerio local, porque allí no se encuentran tumbas de los funcionarios de la Organización Mundial de la Salud, ni de la Organización de las Naciones Unidas, sino la de los misioneros. Porque ellos están con la gente hasta el final, sufriendo con ellos, corriendo los mismos riesgos y compartiendo la propia experiencia, porque es una experiencia que nace de una vocación, por lo tanto vivida plenamente.

¿De qué se trató en este último encuentro de Roma?
En la mesa redonda de hoy queremos discutir sobre un mundo que está siempre más presente en la realidad del continente africano.

Porque África en este momento sigue siendo ‘terra incognita’ por muchos lados, una nueva América a la cual todos están yendo.

No se debe demonizar ni criminalizar un interés económico o comercial del mercado hacia África. Pero queremos dar una contribución que refuerce sobre todo la dimensión de humanización que es necesaria en el mercado. Y por lo tanto hacer entender que el primer capital es el humano.
Y el mismo éxito que se quiere para una empresa en África pasa a través de una atención profunda y auténtica al interlocutor local y al que será el propio patner o colaborador.
De lo contrario, incluso esa experiencia de mercado corre el riesgo de estar destinada al fracaso o terminará en una economía de asalto o de especulación.

¿Ha habido algún proyecto con la empresa italiana ‘Cremonini’?
Está presente en dos países africanos, en Angola y Kinshasa. Nos interesa iniciar con ellos un diálogo pues estamos convencidos de poder aportar patrimonio intangible como el de la valorización de los recursos humanos. Esto para ellos es también una garantía para poder hacer buenos negocios.

¿Saldrá por lo tanto un proyecto?
Aún estamos en una fase anterior. La idea es que cuando las grandes multinacionales hablan de responsabilidad social, lo hagan en términos auténticos, humanos y humanizadores. Que no sea simplemente una estrategia más tipo centro de atención al cliente.

¿Cómo nació ‘Harambee’, el proyecto, hace unos años?
Harambee nace como una iniciativa espontánea cuando fue la canonización de san Josemaría Escrivá, con la idea de dejar una señal, a través de una iniciativa que fuera un agradecimiento a san Josemaría por su enseñanza sobre la formación cristiana y la santidad, además de un compromiso concreto de los cristianos en la realidad social. En concreto en una realidad paradigmática como lo es África.

Por lo tanto se propone intervenir para sostener proyectos de educación. Su campo específico es la educación entendida como ‘educere’ del latín, vale a decir sacar afuera especialmente de los jóvenes y niños africanos, el máximo potencial como premisa para construir el futuro del continente. 

¿Cuáles son las iniciativas más interesantes realizadas?
Hemos sostenido proyectos en el campo educativo en una veintena de países africanos, muy diversos entre ellos, como las escuelas de los campos prófugos en Sudán llevado adelante por las monjas canosianas. O por ejemplo la de formar docentes en Kenia, sabiendo que en África es necesario mejorar la calidad de la formación escolar. Los niños van al colegio pero la calidad de la enseñanza es escasa.

¿Por qué en el sector de la educación?
Nuestro lema no es ‘construir escuelas’ sino ‘hacer escuela’. Y crear un sistema eficaz de calidad de la enseñanza. Hemos realizado también formación profesional, pero nos dirigimos especialmente a los niños entre 8 y 10 años, cuando ellos tienen la máxima receptividad y cuando pueden construir los instrumentos intelectuales que después dan autonomía, capacidad de elegir, iniciativa y capacidad de emprender. 

Sabemos que estamos haciendo una elección que requiere coraje, en un sector poco espectacular a diferencia por ejemplo del de la salud. Salvar un niño es más espectacular evidentemente, pero la pregunta es, ¿una vez salvado este niño, qué adulto necesito formar?

Un niño instruido no se distingue de uno no instruido, si bien su futuro es muy diverso. Esto pide coraje y una gran perspectiva por nuestra parte y por parte de los donantes. Por ello hacemos también un fuerte trabajo en Europa en favor de la educación y formación. Es una verdadera solidaridad que no es solamente una solidaridad en el dar pero en el ser, que empeña en primer persona y que rinde a nuestro donador participante de un proyecto innovador. Pedimos a nuestro donante de invertir en algo que no ve y no podrá ver, pero que es mucho más intelectual y profundo.

Giovanni Mottini
ZENIT.org / Almudí

miércoles, 22 de junio de 2011

La preparación para el amor en la era digital

La preparación para el amor en la era digital
    Intervención del profesor Jokin de Irala en el acto de imposición de becas en el Colegio Mayor Aldaz, en febrero 2011
Excma. Sra. Vicerrectora, Directora del Colegio Mayor Aldaz, Decana del Colegio Mayor Aldaz, Becarias, residentes, novios si los hay, Madres y padres inquietos, si hay novios, Señoras y señores, 
    Muchas gracias, por esta beca de honor.
      Cuando yo salía con mi novia, hoy mi esposa y madre de mis 5 hijos, nos escribíamos cartas. Alguna vez le mandé una carta urgente porque me encontraba muy triste. Dicha carta urgente llegaba a los cinco días cuando yo ya no estaba triste. Es posible que los jóvenes de hoy no entiendan el efecto que tiene, sobre una relación, el retraso de la comunicación de los afectos porque son la generación digital, la generación de los TICs (tecnologías de información y de comunicación). Cuentan con sms, msm, watsups, twitts y chats para estar permanentemente conectados e ir viendo las 3 millones de fotos de sus 500 amigos. Es la generación de la inmediatez.
      Pero cada generación tiene sus retos. No se pueda decir que la inmediatez sea especialmente buena para el amor o una sexualidad sana y en realidad los 500 amigos son contactos. Ser desagregado como contacto hoy se vive como una tragedia y mostrar una foto puede significar que alguien en Australia o China opine de dicha foto, en el mejor de los casos.
      La generación digital tiene que aprender a no dejarse enredar por las redes sociales. Después de derrochar virtualmente sus afectos mediante múltiples “wuapas", “tkm1000, 2000” y tkiero muxo (con K y muxo con X), deben aprender a comunicarse finalmente con alguien que les gusta, que no es un perfil de tuenti sino de carne y hueso y todo ello sin estar bajo los efectos del alcohol… y a las 6 de la tarde y no a las 6 de la mañana medio dormidos, en el mejor de los casos.
      Los jóvenes de hoy son probablemente los mejor preparados de la historia en muchos aspectos. Nunca han estado mejor informados sobre biología y sexualidad. Tienen grandes oportunidades de viajar y de conocer otras culturas. Las opciones de ocio son múltiples y pueden pasear por centros comerciales al abrigo del calor, del frío o de la lluvia o bien hacer “puenting” o visitar playas paradisíacas del caribe sin más motivo que “un viaje de estudio”.
      Pero todo esto coexiste con la sensación que tienen bastantes jóvenes de cierta infelicidad y de fracaso en las relaciones de amistad o amorosas. Demasiados jóvenes parecen desconocer los matices que existen entre:
      — la amistad y el amor;
      — la atracción, el deseo, la libido, y el amor;
      — estar contento y ser feliz;
      — lo frecuente y lo normal;
      — la tolerancia o la libertad responsable y el permisivismo
      — o bien entre una sexualidad deshumanizada y la riqueza y belleza de la sexualidad humana.
      ¿De dónde viene esta insatisfacción y este desconocimiento de las cuestiones importantes de la vida?
      A lo mejor esta situación es resultado de una educación sin formación, sin disciplina y sin aprendizaje para el sacrificio; una educación excesivamente protectora y centrada en darle todo al joven, en vez de prepararle para el servicio al prójimo. Esta educación le ha hecho más vulnerable y poco preparado para afrontar los retos de su tiempo.
      Parte del problema de la cultura empobrecida que vivimos hoy se debe al incremento de “desvinculación” y “fisiologización” en la población.
      Por desvinculación entendemos la rotura de toda forma de tradición cultural que sirva para entender nuestros orígenes y nuestro lugar en el mundo. Esto lleva a perder nuestro sentido de pertenencia y a quebrar los vínculos que nos hace inteligibles.
      La fisiologización hace referencia a la dependencia de los apetitos y pulsiones, al analfabetismo afectivo. Por ejemplo, algunos tienen un “subidón”, de repente, porque han conseguido ver a su cantante favorito y minutos después tienen un “bajón”, porque no pueden salir a cenar al tener que prepararse para un examen el día siguiente.
      Así, muchos pasan de “subidón” a “bajón”, incluso varias veces al día. Es una auténtica noria afectiva que reduce a su víctima a la inactividad e incapacidad de servir al prójimo, de amar, pues está demasiado ocupada en observar, interpretar y atender a sus propios “subidones” y “bajones”.
      Esto ya lo describía San Agustín en Las Confesiones. Afirmaba que, antes de su conversión, cuanto más crecía en edad, más estúpidamente vacío se volvía, hasta el punto de no poder pensar de la realidad más que lo que percibía por los sentidos. Esto se observa en los experimentos sociales de “gran hermano” y “operación triunfo” donde desbordan el sentimentalismo y los lloros. Al final uno acaba carente de cualquier criterio objetivo para comprender la realidad.
      Una población desvinculada y fisiologizada será apática ante los desmanes y las consignas de algunos gobernantes. No reaccionarán ante:
      — gobernantes que declaran que un feto de 12 semanas es un ser vivo pero no un ser humano; o
      — que afirman que el respeto de la intimidad de una menor significa que sus padres no deban saber que está embarazada ni que quiere abortar,
      — propuestas de ley que pretenden liberalizar la venta de la píldora del día después a la vez que no se pueda comprar, sin receta médica, un analgésico para eliminar la cefalea provocada por esa misma hormona adquirida como quien obtiene una golosina,
      — planes educativos que plantean, que para ser buen ciudadano, uno tiene que ser favorable al aborto, a la clonación o a la sexualidad deshumanizada, y reducida a genitalidad y el vagabundeo sexual,
      Una población así, se dejará arrastrar por la pendiente deslizante de las modas, de la banalidad y la vulgaridad, de la inercia o la sensación de fatalidad.
      Los vínculos entre seres humanos generan relaciones de respeto y comprensión donde pedir perdón resulta lógico; la desvinculación lleva inevitablemente a la falta de respeto y a la violencia. La educación afectivo-sexual, que es preparación para el amor, es esencial para una vinculación sana.
      La pregunta frecuente entre padres y madres sobre cuando hay que iniciar la educación sexual se suele contestar afirmando que es mejor una hora antes que cinco minutos tarde. Cuanto antes mejor, si es proporcional a la madurez del hijo. Pero yo diría que esta educación empieza incluso antes de nacer los hijos, empieza a vuestra edad, hoy, mientras que os formáis para poder ser transmisores de valores.
      Esta formación empieza por preguntaros si es posible una educación neutra. No es lo mismo una educación afectivo-sexual integral que una educación sexual veterinaria. La integral se basa en una antropología capaz de percibir los rasgos de Dios en una persona, y es más plenamente humana.
      La veterinaria, se limita a informar sobre la biología de la sexualidad y a transmitir que lo importante es lograr el máximo placer con el mínimo esfuerzo y daño personal posible. Es esencialmente aplicar el utilitarismo al campo de los deseos e impulsos sexuales.
      Cada enfoque se basa en sus propios valores o en la falta de los mismos. Algunos enfoques son más saludables y llevan a la felicidad, otros no.
      Otra pregunta que debéis haceros es ¿qué papel desempeña la fe en esta educación? Hace poco, en una conferencia a padres mexicanos me preguntaban si los padres religiosos educan mejor a sus hijos.
      Hay padres que no son religiosos y que educan bien a sus hijos. También hay padres religiosos que los educan mal. Pero no cabe duda que la transmisión de la fe y su integración en la educación afectivo-sexual es un valor añadido porque tiene en cuenta a una dimensión crucial del ser humano.
      Desde esta perspectiva, el cristiano tiene más recursos para vivir plenamente el amor y su sexualidad. En una homilía pronunciada en 1952, San Josemaría Escrivá refiriéndose a la fe como llama que purifica los corazones produciendo una enorme capacidad de amar en todos los ámbitos y también en el amor humano, decía lo siguiente: «somos portadores de la única llama capaz de encender los corazones hechos de carne» (hasta aquí la cita) ¿Realmente piensa alguien que un texto gubernamental puede hilar tan fino? Por eso debemos ser cautos cuando un gobierno quiere educar nuestra sexualidad.
      La educación afectivo-sexual integral, es aquella que forme a personas capaces de asumir las consecuencias de sus actos en vez de ser rehenes de sus impulsos y deseos. Personas capaces de amar y servir al prójimo, con todo el valor que tienen como personas sexuadas femeninas y masculinas.
      San Agustín afirmaba que «el amor es la voluntad con toda su fuerza» y Karol Wojtyla en su libro Amor y responsabilidad afirmaba que el amor no es amor y no lo será hasta que el deseo de gozar de la sexualidad no este subordinado a la disposición de amar en todas las circunstancias.
      Nuestros estudios en jóvenes desde el Instituto Cultura y Sociedad nos confirman que los jóvenes anhelan conocer el amor verdadero. Los datos muestran, por ejemplo, que reclaman una mejor educación de su carácter para ser más dueños de sus emociones y pasiones.
      A lo mejor algunos jóvenes parecen inicialmente rechazar esta propuesta. Pero, como también decía San Agustín, lo hacen como instintivamente se rechaza la mano de quien va a quitarnos la venda de una herida, no necesariamente porque no entiendan que el verdadero amor se corresponda con este mensaje.
      Para poder transmitir estos valores, además de conocerlos, debéis integrarlos en vuestras vidas personales sabiendo que el mensaje cristiano bimilenario de reservar la entrega de la sexualidad humana para el matrimonio, lugar donde puede ser respetada en su totalidad, es coherente y lo que realmente llena de felicidad. La Iglesia es coherente también cuando propone, y alienta a que se os ayude a los jóvenes, a que os preparéis para ese momento, madurando hasta poder asumir el compromiso de un proyecto familiar estable e indisoluble con otra persona, si tal es vuestra vocación.
      La Iglesia no puede renunciar a un mensaje que conoce por la revelación de Dios y por su experiencia milenaria como lo mejor para el ser humano en su búsqueda de sentido y felicidad: hemos sido “creados por amor” y “elegidos para amar”.
      Queridas residentes del colegio mayor Aldaz y queridos novios si seguís aquí: tenéis ante vosotros la apasionante tarea de aprender a amar amando. El mensaje cristiano sobre la afectividad y la sexualidad es una guía para aprender a prepararnos para el amor; para administrar mejor el tesoro de la sexualidad humana. Un tesoro porque nos permite entregarnos a alguien y dar vida. Porque libremente puedo entregar “lo más mío, de mí para ser tuyo, de ti”. Y esto es una raíz que comparten tanto la conyugalidad como la virginidad. Esperar al matrimonio antes de tener relaciones sexuales es más importante de lo que parece. Esto no se improvisa y precisa de autodominio. Como algunos sabéis por experiencia propia, sin esfuerzo personal no se construye el amor.
      ¿No renunciamos diariamente a cosas cuando estudiamos, hacemos ejercicio, tenemos paciencia, nos ponemos una corbata, evitamos comer demasiado, dejamos de fumar o de frecuentar ciertos lugares? El amor no es ajeno a la renuncia. La espera es una aventura que ilusiona:
    • La espera te permite adquirir la madurez psicológica, las virtudes necesarias para amar mejor. Durante la espera, puedes construir tu personalidad y dedicarte al servicio de los demás. Como decía antes, se aprende a amar amando.
    • La espera te permite conocer mejor a la otra persona para amarla más plenamente cuando el compromiso sea posible,
    • La espera te permite construir con él, con ella, un proyecto de futuro duradero. Juntos formaréis “un equipo” para amar a los demás,
    • La espera es un don más completo, total a esa persona con quien un día puedes compartir un proyecto de familia, aunque hoy no conozcas a esa persona todavía. ¡¡Es fantástico poder amar a alguien sin ni siquiera conocerla todavía!!
    • La espera es por ello un acto de amor anticipado que se materializa la primera vez que te entregas a la persona amada, es también una fidelidad anticipada. Puedes ser fiel a alguien que aún no conoces.
    • La espera te permite respetar la libertad de la persona amada hasta el momento del compromiso,
    • Si eres creyente, la espera te permite además contar con la fuerza de un sacramento especial antes de entregarte,
    • Por último, la espera permite preparar tu corazón para lograr un amor fiel, exclusivo, incondicional y definitivo.
      Tu corazón, tu capacidad de amar debe crecer desde las realidades ordinarias de tu vida personal. San Josemaría Escrivá dijo un día en la Universidad de Navarra que en el horizonte, parecen unirse el cielo y la tierra pero donde de verdad se juntan, es en nuestros corazones cuando vivimos santamente la vida ordinaria.
      Por cierto, aunque alguien haya tenido ya relaciones sexuales puede optar por reconquistar su virginidad, dejando de tenerlas y preparando así su corazón para el amor exclusivo hasta encontrar a esa persona con quien comprometerse para toda la vida, para amar en todas las circunstancias. Esa nueva espera también es un acto de amor y tiene su propio valor.
      Contad también con la fuerza de la oración para vivir mejor esa espera porque como decía Benedicto XVI en su primera encíclica Dios es Amor «con la oración recibimos constantemente fuerzas de Cristo». El amor no es cosa de uno, sólo el yo; ni cosa de dos, tú y yo, sino definitivamente cosa nuestra, unión en un nosotros único, con sus acciones propias. Para llegar a constituir una pareja excelente de patinaje artístico donde dos patinan al unísono, los patinadores antes tuvieron que aprender a patinar por separado y tuvieron que entrenarse con esfuerzo. En un segundo tiempo, tuvieron que encontrarse y trabajar juntos para buscar la unión desde sus diferentes estilos. Al final viene ese resultado fecundo de un patinaje excelentemente coordinado, donde dos parecen uno.
      Federico Mayor Zaragoza afirmaba un día que “El mundo que dejemos a nuestros hijos dependerá en gran medida de los hijos que dejemos a nuestro mundo”. Si somos capaces de transmitir la belleza de la sexualidad humana, los jóvenes aceptarán que les quitemos las vendas de sus heridas. Hagamos esto con la máxima competencia profesional, cultivemos la formación y el estudio y no dejemos de ser interlocutores competentes de este mensaje de esperanza.
Jokin de Irala
Prof. Titular de Universidad de Medicina Preventiva y Salud Pública.
Vicedecano de Formación Médica, Investigación y Posgrado. Facultad de Medicina.
Director del proyecto “Educación de la Afectividad y de la Sexualidad Humana” del Instituto Cultura y Sociedad
Universidad de Navarra