Redescubrir que la fe cambia la vida
“La celebración de los cincuenta años de la apertura del Concilio Vaticano II –observa el Papa– es una
ocasión importante para volver a Dios, para profundizar y vivir con
mayor valentía la propia fe, para reforzar la pertenencia a la Iglesia”.
Se trata –añade– de profundizar en el encuentro con Cristo, que nos
transforma personalmente (no solo interesa a nuestra inteligencia sino
que afecta a toda nuestra vida: sentimiento, corazón, inteligencia,
voluntad, corporeidad, emociones, relaciones humanas). “Con la fe –señala– cambia verdaderamente todo en nosotros y para nosotros, y
se revela con claridad nuestro destino futuro, la verdad de nuestra
vocación en la historia, el sentido de la vida, el gusto de ser
peregrinos hacia la Patria celestial”.
Ahora bien, se pregunta Benedicto XVI si la fe es verdaderamente la fuerza transformadora de nuestra vida,
o es solo un elemento más de ella. En sus próximas catequesis el Papa
se propone “hacer un camino para reforzar o reencontrar la alegría de la
fe, comprendiendo que ésta no es algo ajeno, separado de la vida
concreta, sino que es su alma”.
La fe como "alma" de la vida concreta
La fe como “alma” de la vida concreta. Cómo ha de entenderse esto,
según propone Benedicto XVI, queda claro al fijar la mirada en la cruz
de Cristo. En esa perspectiva, “la fe en un Dios que es amor (…) indica
de manera luminosa que sólo en el amor consiste la plenitud del hombre”.
Ante tantas formas de barbarie que hoy se presentan incluso como
"conquistas de civilización", es necesario subrayarlo: “La fe afirma que
no existe verdadera humanidad más que en los lugares, gestos, tiempos y
formas donde el hombre está animado por el amor que viene de Dios, se
expresa como don, se manifiesta en relaciones ricas de amor, de
compasión, de atención y de servicio desinteresado hacia el otro”. En
cambio, “donde existe dominio, posesión, explotación, mercantilización
del otro para el propio egoísmo, donde existe la arrogancia del yo
cerrado en sí mismo, el hombre resulta empobrecido, degradado,
desfigurado”. Por tanto, “la fe cristiana, operativa en la caridad y fuerte en la esperanza, no limita, sino que humaniza la vida; más aún, la hace plenamente humana”.
La fe no es solamente información, sino transformación
Pues bien, la fe consiste en acoger este mensaje transformador. No
sólo es una información que viene de Dios para decirnos que es amor;
sino que al revelarse, Dios mismo se auto-comunica y nos hace capaces de
acoger esa palabra que nos transforma (cf. 1 Ts 2, 13). Esto lo ha
hecho con palabras y obras, especialmente en la historia de un pueblo y a
través de los profetas, y, sobre todo, al enviarnos a su propio Hijo,
que ha muerto y resucitado para salvarnos a toda la humanidad.
La cuestión es cómo acoger y permanecer fieles (palabra que viene
de fe) a esta palabra reveladora sobre Dios y salvadora para nosotros
(cf. 1 Co 15, 1-2). La fe cristiana se ha desarrollado en el Credo, que
es la profesión o el símbolo de la fe, y que está centrado precisamente
en el anuncio de la muerte y resurrección de Cristo (cf. 1 Co 15,
3-4).
Redescubrir la fe es reconocer el Credo como proyecto de vida
“También hoy –señala el Papa– necesitamos que el Credo sea mejor conocido, comprendido y orado”. Y agrega: “Sobre todo es importante que el Credo sea, por así decirlo, ‘reconocido’. Conocer,
de hecho, podría ser una operación solamente intelectual, mientras que
‘reconocer’ quiere significar la necesidad de descubrir el vínculo
profundo entre las verdades que profesamos en el Credo y nuestra
existencia cotidiana a fin de que estas verdades sean verdadera y concretamente —como siempre lo han sido— luz para los pasos de nuestro vivir,
agua que rocía las sequedades de nuestro camino, vida que vence ciertos
desiertos de la vida contemporánea. En el Credo se injerta la vida
moral del cristiano, que en él encuentra su fundamento y su
justificación”.
Observa Benedicto XVI cómo el ambiente actual de nihilismo,
individualismo y realtivismo (que favorece la falta de esperanza, de
responsabilidad y de vinculos estables) contagia tambien a los
creyentes. Ya los documentos preparatorios del sinodo sobre la nueva
evangelización hacían este diagnostico: “Una fe vivida de modo pasivo y privado, el rechazo de la educación en la fe, la fractura entre vida y fe”.
El Papa concluye que actualmente no se conocen los contenidos de la fe y
se tiende a una religion auto-fabricada. “En cambio –propone- debemos
volver a Dios, al Diosde Jesucristo; debemos redescubrir el mensaje del
Evangelio, hacerlo entrar de forma más profunda en nuestras conciencias y
en la vida cotidiana”.
En definitiva, el Año de la Fe es una oportunidad ideal de
redescubrir la fe, que no es sólo información sino transformación. Un tiempo para que la fe se haga vida en nuestra vida,
como “alma” de la vida concreta. Reconocer la fe, tal como se
“contiene” en el Credo, es hacer posible que la fe proporcione luz para
nuestra existencia cotidiana, agua para los desiertos que nos rodean,
vida para esa “nada” que avanza, sinuosa o abiertamente, queriendo
destruirnos.
Ramiro Pellitero
Iglesia y nueva evangelización.blogspot.com
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