No se confundan. No recomiendo la Camille Paglia -el ‘huracán Camille’, como se la denomina en Estados Unidos- que abusa de la performance con el objetivo de mostrarse -ella así lo manifiesta- «desagradable y molesta». No recomiendo la iconoclastia ni -de nuevo sus palabras- la «egomanía furiosa» de un personaje preocupado por la provocación y el cultivo de una imagen insolente. Pero, sí recomiendo la Camille Paglia que reflexiona y ensaya.
Camille Paglia -discípula tardía del crítico Harold Bloom y profesora de Humanidades en la Universidad de las Artes de Filadelfia- es, más allá de su egolatría y belicosidad, una escritora y ensayista de primer orden que conviene leer. Una pensadora polémica que no solo rompe con muchos de los
tópicos y tabúes de lo político y culturalmente correcto, sino que lo hace basándose en los sólidos resultados de una investigación artística, literaria, antropológica, psicológica y pedagógica. Camille Paglia no es -aunque lo parezca- la enésima mercancía fabricada por el mundo del espectáculo editorial norteamericano. No lo necesita. El ensayo de Camille Paglia cotiza al alza por sí solo en la bolsa de valores de la literatura de no ficción. Por eso, hay que leerla.
Camille Paglia es un antídoto frente a los Idus de marzo del feminismo radical español -altivo, pancartista, faltón, acusica, vocinglero y teatral- que, sí o sí, toma la calle. Ese feminismo que se define como anticapitalista, antiliberal, marxista, ecologista, antimilitarista, pacifista, transfeminista, ciberfeminista y separatista, porque hay que tener la mínima relación con el hombre. Feminismo que arremete contra el denominado sistema patriarcal -conocido también como heteropatriarcal, patriarcal heteronormativo o capitalista patriarcal- que estaría -dicen- en el origen de la dominación padecida por la mujer.
Hay que leer a Camille Paglia para refutar el tópico feminista y progresista de la construcción cultural de lo masculino y lo femenino más allá de lo biológico, diseñado a principios del siglo XX a partir de determinados estudios antropológicos y psicoanalíticos que el feminismo (Kate Millet, ‘Política sexual’, 1969) reformula a conveniencia. ¿Y si estuviéramos ante una idea de parte? Así empieza ‘Sexual Personae’ (1990): «Al principio era la naturaleza... No podemos esperar entender el sexo y el género hasta que aclaremos nuestra actitud hacia la naturaleza. El sexo es un subconjunto de la naturaleza. El sexo es lo natural en el hombre». Ítem más: «Las feministas simplifican excesivamente el problema del sexo cuando lo reducen a una cuestión de convención social: reajustar la sociedad, eliminar la desigualdad sexual, purificar los roles sexuales y la felicidad y la armonía reinará». Sensu contrario, nuestra autora analiza las distintas representaciones de imaginarios sexuales que recorren la historia y la cultura de Occidente al tiempo que cataloga una serie de estereotipos o ‘máscaras sexuales’ -medusa, femme fatale, pitonisa, gorgona, etc.- que describirían la realidad de las relaciones sexuales humanas. Tres mensajes explícitos: la sexualidad de la mujer es la fuerza más poderosa que mueve a la humanidad; hay que reconocer, aceptar y promover -cosa que el victimismo feminista niega- determinadas características femeninas -psicológicas, emocionales y sexuales- que constituyen y definen a la mujer; la aportación del hombre -su combatividad- ha sido fundamental para salir de la cueva prehistórica en donde mandaba el conformismo de la mujer.
Hay que leer a Camille Paglia (’Vamps &Tramps’, 2001) para justificar la constitución de un feminismo que huya del victimismo, el proteccionismo, el paternalismo y el infantilismo del feminismo radical -estalinista y con afán de hacer del mundo una guardería, afirma nuestra autora-, que confíe en la acción independiente de unas mujeres autónomas que se defiendan a sí mismas. Detalle: la autora juega con el título del libro -‘Vamps &Tramps’, es decir, vampiresas y vagabundas- para proponer, frente al feminismo integrista, una feminismo «revampirizado». Sigue el detalle: Camille Paglia establece un sutil juego de palabras entre ‘vamp’, vampiresa, y ‘revamp’, modernizar.
Hay que leer a Camille Paglia para reivindicar razonadamente el pensamiento libre frente al feminismo radical que cree que la ‘belleza es una conspiración heterosexista’ y apuesta por una estéril e injustificada guerra de los sexos de consecuencias funestas. Al respecto, la autora ridiculiza -‘lloriqueo tremendo’, ‘teatro callejero’ y ‘conducta infantil, adolescente’ que es ‘malo para las mujeres’- la mentalidad feminista que ‘culpa de todos los problemas humanos a los varones blancos imperialistas’ y propone ‘liberar el feminismo de las feministas’ (’Free Women, Free Men’, traducido como ‘Feminismo pasado y presente’, 2018).
Un feminismo libre de feministas que ya ha echado a andar en España gracias, entre otros, a trabajos como el de Jesús Trillo-Figueroa que defiende un ‘feminismo femenino’ basado en la libertad de elección, el valor de la familia, la corresponsabilidad y el derecho de la mujer a ocupar el puesto que desee en casa o en la empresa (’Una revolución silenciosa’, 2007), el de Edurne Uriarte que reconoce que la mujer tiene valores y ambiciones distintos de los del hombre y no siente la misma necesidad de poder y prioriza la familia y el hogar (’Contra el feminismo’, 2008), el de María Blanco que apuesta por un feminismo liberal que defienda la libertad y la responsabilidad individual al tiempo que no delega la representación e intereses de la mujer -«nadie tiene el monopolio de los que piensan las mujeres», dice- en un feminismo victimista por sistema que frecuenta el odio y practica el ‘mamporrismo’ contra toda disidencia (‘Afrodita desenmascarada’, 2017) o el del libro colectivo editado por Miriam Tey que reclama los derech os de las mujeres -también, de los hombres- más allá de un feminismo anacrónico, frentista, de gestos vacíos, dogmático, endogámico, ridículo e ininteligible que ha dejado de ser -si lo fue alguna vez- emancipador (‘Hombres y sombras’ . 2020).
En el feminismo femenino, el feminismo liberal y el feminismo democrático realmente existente en España -aunque ocultado y desvirtuado por el feminismo altanero y engallado y sus correspondientes terminales mediáticas-, se perciben huellas de la Camille Paglia que, en su última recopilación de textos (‘Provocations’, 2018), además de un canto a la libertad de pensamiento y expresión, brinda una excelente radiografía de nuestro tiempo. Un tiempo en que lo políticamente correcto censura y tritura cualquier pensamiento que se aparte del canon progresista. Un tiempo en que los jóvenes -bombardeados con imágenes que impiden discriminar lo real de lo virtual- reciben unos mensajes que se caracterizan por sus ‘políticas de identidad inflamatorias y divisivas’. Ante la ‘magia de las imágenes’, la ‘idolatría absoluta’ y el ‘futuro sin alma’, Camille Paglia reivindica la responsabilidad personal y el ‘mantente libre’ frente a un feminismo -displicente, sectario y aquejado de complejo de superioridad- repleto de tópicos que es incapaz de superar sus propios y estrechos límites.
Camille Paglia, por así decirlo, todavía mantiene el encanto de la mujer ‘perversa’ que desea que Ella, sin renunciar a nada, piense y actúe haciendo oídos sordos al cuento de la babysitter feminista de turno, siempre empeñada en indicar el recto camino que seguir bajo pena de excomunión feminista. Razón de más para leer a Camille Paglia.
Miguel Porta Perales es articulista y escritor
abc.es
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