La aparente muerte de la verdad nos puede llevar a la muerte de los derechos humanos.
La proliferación de las redes sociales entre el gran público a lo largo y ancho del mundo no ha servido por ahora para encontrar una información veraz, sino al contrario, se difunden hoy más noticias falsas, más mentiras, que nunca en la historia de la humanidad. Ocurre en grado mayor en las grandes campañas electorales, como la de los Estados Unidos, el referéndum sobre el Bréxit británico y ahora se avecinan las elecciones de Francia y Alemania. La revista Time publica esta semana en portada: “Is truth dead?” (¿Ha muerto la verdad?) Si muere la verdad, muere la democracia y con ella la libertad de expresión y los derechos humanos.
Hay una lucha entre los medios de comunicación establecidos o clásicos y las redes sociales donde cualquier persona puede tener acceso a una información verdadera o falsa ¿Por qué?
La noticia falsa o “fake news” debe tener fuertes elementos de credibilidad, sin que el gran público lo pueda comprobar. Si se difunden historias falsas sobre personas e instituciones, generan, a veces, centenares de miles e incluso millones de adhesiones, que se multiplican pasando de una red social a otra y expandiéndose por todo el mundo. Desmentirlo puede ser un trabajo duro. El problema es que una vez en la red los falsos hechos son propalados también en el debate público.
Voy a citar un ejemplo −hay muchísimos−que tiene que ver con el papa san Juan Pablo II. En febrero de 1996 visitó Nicaragua, Guatemala y Venezuela. Mientras el Papa estaba en Guatemala, aparece un despacho de la agencia EFE con unas declaraciones de la mujer indígena maya, Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz en 1992. Dijo que el Papa le recibiría el viernes a primera hora (a las 7:00 am) antes de salir para Venezuela. “Me gustaría oír del Papa unas palabras de aliento para el Decenio Indígena”, dijo Menchú.
Todos los periodistas daban la audiencia por supuesta. Era normal que, estando el Papa en Guatemala, recibiera a la Premio Nobel toda vez que la recibió ya anteriormente en 1992 y 1993 en el Vaticano. Ningún periodista madrugó para estar presente a la audiencia del Papa a la activista indígena dado el enorme cansancio del viaje y de que se trataba, en palabras de Menchú, de una “visita de cortesía”.
Todo el mundo dio por hecho que la audiencia se había celebrado y los teletipos de las agencias informaban, tranquilamente, del encuentro entre Juan Pablo II y Rigoberta Menchú en la sede de la Nunciatura de Guatemala. Era el momento en que los periodistas subían al avión del Papa que les conduciría a Caracas.
Poco después, ya en el avión vuelo hacia Caracas, se descubrió la falsedad de la noticia por un hecho fútil. La conocida periodista española que falleció hace unos días en Madrid, Paloma Gómez Borrero, que siguió todos los 102 viajes del papa Juan Pablo II, siempre a la búsqueda del dato que le aportaría riqueza a la información, se fue a preguntar al fotógrafo del Papa:
“¿Cómo iba vestida Rigoberta en la audiencia del Papa?”
Cara extraña del fotógrafo: “¿qué Rigoberta?”, preguntó.
“¡Rigoberta Menchú, claro!”, que siempre iba vestida con un traje indígena.
El fotógrafo papal dijo con naturalidad: “No ha habido ninguna audiencia con Rigoberta Menchú”. Paloma Gómez Borrero se lo fue a contar a sus compañeros: “¡No ha habido audiencia del Papa a Rigoberta Menchú!”. Casi sonó a escándalo.
¿Quién dijo que habría una entrevista? La propia señora Menchú, que se las sabe todas. Nadie dio el desmentido. La agencia IPS, en un despacho que fechó en Caracas, dijo que “El Papa canceló una audiencia a la indígena Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz 1992”. Tampoco era cierto. No hubo cancelación porque la audiencia simplemente no estaba programada en la agenda del Papa, sino solo en la agenda de Menchú.
Por aquél entonces circulaban ya informaciones que Rigoberta Menchú había falseado parte de su biografía y su currículum, como después confirmarían su propia biógrafa, la antropóloga francesa Elisabeth Burgos, y el antropólogo norteamericano, David Stoll, entre otros. Más tarde, en 2007, Menchú decidió dedicarse a la política presentándose a las elecciones presidenciales de Guatemala, pero solo obtuvo el 3,05 por ciento de los votos y quedó en séptimo lugar. Menchú se retiró de la política.
Las mentiras en Facebook y twitter
Por las redes sociales circulan millones de mentiras o noticias falsas. El problema es que hay personas que solo se informan a través de redes sociales. Cuando una noticia falsa circula, puede dar la vuelta al mundo en unos minutos con centenares de miles de “me gusta” y compartidas, y el desmentido solo puede llegar a unos miles. Este es un problema jurídico y deontológico no resuelto.
BuzzFeed News, una agencia dedicada al análisis de contenidos de internet, contabilizó que en los tres meses anteriores a la campaña electoral presidencial de los Estados Unidos, las 20 noticias falsas más exitosas sumaron 8.711.000 acciones, reacciones y comentarios en Facebook, mientras que las 20 noticias más exitosas en la prensa nacional, con información contrastada y veraz, sumaron 7.377.000, en los tres últimos meses de campaña electoral en los Estados Unidos. Habíamos entrado en la era de la posverdad: no son los hechos los que interesan, sino los sentimientos.
De las 20 historias falsas, las más seguidas en Facebook fueron que Clinton vendió armas al ISIS o Estado Islámico, y que el papa Francisco apoyaba a Donald Trump. Otra noticia falsa fue que si ganaban los republicanos estaban ya preparados 250.000 sirios para ser acogidos como exiliados en Estados Unidos, cuando Barak Obama solo habló de 10.000. O también la falsa noticia que Donald Trump grabó los genitales del conocido drag queen, Rupaul, durante una fiesta en 1995.
¿Por qué circulan tantas noticias falsas? En primer lugar, para que una mentira circule ha de ser “creíble” y narrada con detalles de verosimilitud. Existe una cierta desconfianza con los medios establecidos, porque hay público que los ve enganchados al poder económico y político. Además, en Facebook y twitter se puede interactuar sin tomar apenas riesgos de nada. Las redes sociales no son responsables de sus contenidos por muchas falsedades y calumnias que se digan. Hay historias que impactan y no se sabe si son verdad o no, pero a muchos poco les importa.
¿Cómo eliminar las mentiras? Mark Zuckerberg presidente de Facebook el pasado mes de noviembre, dijo que es muy difícil saber quién dice una verdad o una mentira, pues se requiere una tecnología muy avanzada que hoy no existe.
Por otro lado, hay muchos blogueros y usuarios de twitter y de Facebook, con perfiles desconocidos, que cuentan historias fascinantes con el sólo objetivo de ganar fans, tráfico, público y publicidad, con escasa o nula preocupación de si una noticia es verdadera o falsa. Siguen el refrán italiano “se non è vero è ben trovato” (si no es verdad podría serlo) y mezclan verdad con falsedad, medias verdades con medias mentiras, y al final ya no sabemos dónde está el límite entre lo verdadero y lo falso, entre lo real y lo ficticio, entre lo que ocurre y lo que se inventan.
Salvador Aragonés, en aleteia.org.
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