La causa de la defensa de la vida no está perdida. Por más que parezca que sí, incluso en España, lo que la salva es la iniciativa de personas concretas, el trabajo del día a día. Y grupos de relación, de amistad, de afinidad, con un liderazgo aceptado desde la pluralidad. Un liderazgo capaz de aglutinar y hacer posible el encuentro entre realidades y proyectos.
Esto es, al fin y al cabo, lo que ha ocurrido este fin de semana en Budapest, en la celebración del II Forum One of use, un proyecto que pilota con más que acierto Jaime Mayor Oreja.
Algún día, por cierto, habrá que agradecer a este político, -que en su vida siempre se ha enfrentado a causas nada fáciles-, que esté entregado, desde la sociedad civil, a estas relevantes cuestiones prepolíticas de nuestro tiempo, de nuestra España y de nuestra Europa. Con cierto sano espíritu de Quijote que le impide quedarse paralizado.
No hay que olvidar que la política, con mayúsculas, desde la tradición clásica, apuntaba al bien común de la sociedad, que es lo que la definía y hacía posible la vida digna. ¡Y qué bien más primero que la vida!
En el estado actual de la reflexión, y de la acción, sobre la defensa de la vida hay varios niveles. Todos ellos se dieron cita en Budapest, en un ejemplar mosaico de representaciones, de culturas de apoyo a la vida.
El nivel primero sería el del acompañamiento en el día a día. Personas que trabajan para acoger la vida que está en riesgo de extinción, que acompañan a las madres gestantes que se plantean el aborto como solución; médicos, investigadores, que no cejan en el empeño de conocer para explicar, de conocer para sanar y salvar; de investigar para hacernos entender, desde los argumentos de la razón científica, los procesos de la vida. Psicólogos, terapeutas y agentes sociales que dan soluciones prácticas a contextos. Geniales emprendedores capaces de crear una app, o una web, que ayude a quienes escriben en Google la palabra “aborto” o “abortar” o “cómo y dónde abortar”, por ejemplo.
Después está el nivel social, influido por una cultura ambiente que conspira sistemáticamente contra la vida, porque conspira contra la relación entre naturaleza y verdad. En este frente son fundamentales los medios de comunicación, y las redes sociales, los social media, para crear un clima favorable a favor del acogimiento de la vida. Aquí se echa en falta pensadores que nos hagan entender el valor de la vida y nos alerten de ciertas sibilinas amenazas culturales.
Y, también está el nivel de la política. Un desierto, en una Europa que le ha dado la espalda a la defensa de la vida y que está inmersa en las grandes contradicciones que representan esta cuestión. Por ejemplo, la demográfica. Salvo honrosas excepciones como Irlanda –ahora en debate- y Hungría. Este último país ha demostrado, con datos, que cuando se apoya la maternidad y la infancia desde el Estado la sociedad reacciona muy favorablemente.
La causa de la vida ha sido apartada como “políticamente incorrecta” por el pensamiento dominante. Ha sido sentenciada por los poderes más o menos ocultos de ese nuevo orden internacional que ha dictado una causa general contra la vida.
Y sin embargo, el pasado fin de semana en Budapest, lo que dominaba era la esperanza y el optimismo. Pese a los datos escalofriantes de abortos en Europa, pese a las políticas antinatalistas que se iban desgranando en una lista que anunciaba el fracaso de la misma esencia de la política, el tono general era de una sano realismo y de una motivación alentadora para continuar en la batalla de David contra Goliat, sabiendo que, al final, vence David con su inteligencia y con mucha ayuda.
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