Se ha editado recientemente una novela que, al parecer, ha tenido mucho éxito en Francia, quizá porque siempre llama la atención un autor joven, y también porque su obra está muy bien escrita. El título es “Esperando a Mister Bojangles”, y es la historia de un matrimonio absolutamente esperpéntico, narrada, en gran medida, por el hijo, un niño de 6 o 7 años, encantado con el ritmo festivo de sus padres, pero sin llegar a comprender muchas cosas.
El planteamiento inicial es conocido: tenemos mucho dinero así que, a vivir, a divertirnos, a emborracharnos. La mamá es una mujer llena de fogosidad, el padre está encantado de seguirle la marcha, y el niño no hay forma de que vaya a la escuela porque se acuesta tardísimo la mayoría de los días. Al leer este libro disparatado se acuerda uno de “El gran Gatsby”. El ritmo de vida, la vaciedad de la existencia, el puro hedonismo.
La novela, ya clásica, de Fitzgerald, era una caricatura irónica de aquel mundo frívolo del nuevo rico, en los días previos a la gran crisis de los años 20. Esta, de Bourdeaut, parece más bien mostrar el alma vacía del escritor, pues al describir la situación de esta familia absurda, no parece que tenga una intención moralizante si no que describe lo que muchos desearían.
Gatsby muere por equivocación, pero a su muerte se descubre nítidamente que no tenía ni un amigo. Entre tanto dinero y entre tanta fiesta, la verdad es que estaba solo. Es lo que el autor nos quiere mostrar, para que, en contraste, una persona sensata se dé cuenta de que esa vida no lleva a nada. Los protagonistas de Bourdeaut, en cambio, se suicidan, y uno puede pensar que, dado el estilo de vida, no quedaba otra solución. La juerga continua no es algo que llene a la persona. Y estas pobres gentes no conocían otra cosa.
Es el sin sentido, tan presente en nuestra sociedad, donde priva el placer. En un porcentaje alto de las personas que nos rodean, lo que hay es ansia de dinero para tener comodidad, tener placeres, vivir bien. Viven sin un sentido último que descubra el porqué de su existencia. De manera que, en cuanto fallan los soportes materiales caben pocas soluciones. Pero, ¡cuidado!, pocos nos dirán esta verdad: la causa de mortalidad más alta en nuestro país es el suicidio.
Llama la atención en el libro de este autor francés que no hay una sensación de tragedia en el desenlace. Y, como lo más natural del mundo, si ella se suicida, él se va detrás, y el niño queda de espectador huérfano. En el ambiente de la novela se respira nihilismo, vaciedad, algo que no se manifiesta en la obra salvo que uno mismo esté inmerso en lo mismo. Un autor con un sentido último trascendente nunca dejaría así el desenlace, porque o te parece bien o te parece mal. Pero ahora hay mucha gente vacía que no tiene nada que decir al respecto. Sólo así se puede entender que en Francia haya tenido éxito. Y como diría Sancho Panza “¿Estamos aquí o en Francia?”.
Quizá podamos encontrar en la novela un guiño, una tentación de buscar algo, en la magnífica descripción que hace de la fiesta de San José, en el Levante español, donde tienen un “castillo” y pasan temporadas. Los protagonistas se emocionan con ese ambiente sacro, de gran alegría. La narración que hace solo es posible porque el autor ha estado presente, porque describe la fiesta con todo lujo de detalles. No se descarta que esa experiencia de devoción le haya supuesto el encuentro con una lucecita en su sombría existencia, porque también en su relato es el único momento en el que puede vislumbrarse algo de claridad.
Bourdeaut, Olivier, Esperando a Mister Bojangles, Salamandra 2017
Angel Cabrero
religionconfidencial.com
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