El reciente escrito de Benedicto XVI sobre las causas de los abusos perpetrados por sacerdotes, ha sido una verdadera llamada de atención firme y clara, y una invitación a todos los creyentes en Cristo Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, para que aumentemos nuestra Fe en Dios Padre, en Cristo, Dios Hijo; y en la Iglesia sostenida por Dios Espíritu Santo..
Han sido muchas y muy variadas las reacciones ante esas palabras: alabanzas, agradecimientos, ataques, desconocerlas o pasarlas por alto, y hasta informar de su existencia con una breve reseña para cumplir y quitarles importancia, como han hecho alguna que otra publicación que a sí misma se define como católica, o como romana.
En estos días en los que acabamos de vivir las tres grandes luces del paso de Dios sobre la tierra: la Institución de la Eucaristía y el Sacerdocio, la Pasión y Muerte del Hijo de Dios hecho hombre, y su gloriosa Resurrección, nos damos más cuenta de las verdades que Benedicto XVI se ha visto obligado, en conciencia, a recordarnos.
“El poder del mal nace de nuestro rechazo al amar a Dios”. “Un mundo sin Dios sólo puede ser un mundo sin sentido”. Y yo añado: Y una Iglesia sin la conciencia clara de que es de Cristo y que todos hemos de manifestar la Luz de Cristo, alimentarnos de la Gracia, vivir sus Sacramentos y transmitir sus Mandamientos, “muere en las almas”.
Benedicto XVI señala, y no sin razón, que entre los creyentes en Cristo Nuestro Señor, ese abandono del amor a Dios, de la conciencia de Dios Creador y Padre, que nos ama y que nos indica el camino para que nosotros le amemos dándonos los Mandamientos y la Gracia para vivirlos, acaba manifestándose en la falta de Fe en la Eucaristía.
Se ha hecho referencia al clericalismo, a la homosexualidad y al abandono de la ley moral, como las causas de las situaciones de pecado que todos lamentamos; y ciertamente no se pueden olvidar que esos males están presentes; y el segundo y el tercero de manera bastante patente. Volveré sobre esas dos causas.
Las palabras de Benedicto XVI nos recuerdan, y hemos de agradecérselo, que en el fondo de todo está la falta de Fe en la Eucaristía. Un sacerdote que cree en la Eucaristía, en la Presencia Real, Verdadera y Sustancial de Cristo en la Hostia Consagrada, y que celebra la Santa Misa como si fuera su primera Misa, su última Misa, su única Misa, no abusa de nadie.
“La forma en la que reciben el Santísimo Sacramento en algunas lugares los que asisten a Misa, sencillamente porque están allí, manifiesta claramente que muchos la ven como un mero gesto ceremonial. Si pensamos en lo que hay que hacer (para resolver los problemas que se dan hoy en la Iglesia), es claro que no necesitamos otra Iglesia inventada por nosotros.
Al contrario, lo que de verdad necesitamos es renovar la Fe en la realidad de que Jesucristo se nos da en el Santísimo Sacramento”.
El gesto del sacerdote capellán de los bomberos que actuó en Notre Dame, Jean Marc Fournier confirma la verdad de estas palabras: arriesgándose entre las llamas, y después de salvar la Corona de Espinas, que estaba a punto de ser abrasada, se dirigió al Sagrario y puso a salvo el Santísimo Sacramento, bien consciente de que estaba librando del incendio el Cuerpo Vivo de Nuestro Señor.
Benedicto XVI nos dice lo mismo. Tengamos Fe en la Eucaristía, y la Iglesia renacerá siempre de las cenizas a las que el demonio pretende reducirla, con la ayuda de algunos sacerdotes y obispos, y lo hará en la Fe en la Resurrección de Cristo que vivimos hoy todos los creyentes.
Ernesto Juliá
religionconfidencial.com
Juan Ramón Domínguez Palacioshttp://enlacumbre2028.blogspot.com.es
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