Según Joseph Ratzinger existen cuatro leyes que indican en qué orden está edificada la vida en nuestro mundo:
La ley natural dice que la propia naturaleza contiene un mensaje moral. El contenido intelectual de la creación no es sólo matemático-mecánico. Ésta es la dimensión que eleva las ciencias naturales a leyes naturales.
Pero hay más inteligencia, más «leyes naturales» en la creación. Ésta lleva en su seno un orden interno y nos lo revela. A partir de ella podemos leer los pensamientos de Dios y la forma correcta en que debemos vivir.
En segundo lugar está la ley de la concupiscencia quiere decir que el mensaje de la creación está oscurecido. A él se opone una especie de dirección contraria existente en el mundo a través del pecado. Expresa el hecho de que el ser humano, como suele decirse, da coces contra el aguijón. Pablo lo expresa así: «El ser humano siente una ley en su interior que le impulsa con frecuencia a hacer lo contrario de lo que realmente querría».
En tercer lugar «la Ley» los cinco libros de Moisés[El Pentateuco con el "Decálogo"], que constituyen el ordenamiento jurídico de Israel. Éstos exponen el sistema vital de Israel, su sistema de oración y al mismo tiempo su sistema moral. Pablo analizó después críticamente dicho sistema. Al hacerlo comprobó que esa ley fue un poder ordenador -y en muchos aspectos sigue siéndolo para nuestros conciudadanos judíos y también para nosotros, cuestión de la que seguro hablaremos aún-, aunque por otra parte no podía liberar por entero a las personas. He aquí la razón: cuanto más exigente es la ley, mayor se torna el impulso en contra.
No obstante, santo Tomás de Aquino, refiriéndose a las palabras de san Pablo, habló también de una ley, la ley de Cristo, que sin embargo es de muy distinta naturaleza. Tomás dice que la nueva ley, la ley de Cristo, es el Espíritu Santo, es decir, una fuerza que nos impulsa desde dentro, que no nos ha sido impuesta desde fuera.
Según esto existen, pues, cuatro planos muy diferentes: en primer lugar, el mensaje de la creación. Segundo, el movimiento contrario del ser humano en su historia, en la que en cierto modo, intenta construirse su propio mundo opuesto a Dios. Tercero, la alocución de Dios en el Antiguo Testamento, que señala el camino al ser humano, pero manteniéndose opuesto a éste y en cierto modo ausente. Así, la ley de la antigua alianza sigue siendo provisional, apunta más allá de sí misma. Y en cuarto y último lugar, Cristo, que más allá de las leyes externas nos toca desde dentro, marcándonos con ello el rumbo interno de nuestra vida.
Joseph Ratzinger en "Dios y el mundo"
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Juan Ramón Domínguez Palacios
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