¡Qué importante es tener modelos de identidad! Cada uno tiene que ir labrando su personalidad, trabajándola con detalle, de forma artesanal. Cuando yo era un joven estudiante de Medicina tenía, en una libreta muy personal, una lista de gente a la que a mí me gustaría parecerme. Y yo lo decía de una forma clara y tajante: «Cuando sea mayor me gustaría parecerme a…».
Y tenía unas cuantas personas que me servían de referente y que yo seguía de cerca: mis padres; Luis, mi hermano el mayor; Sole, otra hermana mía, y un par de profesores que eran arrebatadores y alguno más suelto. Luego, ya siendo médico, tuve unas cuantas personas más y concretaba aspectos: éste como ejemplo de trabajo,
aquél como una personalidad atractiva y el otro como coherencia de vida…
‘El modelo de identidad es un prototipo humano atractivo, sugerente, que invita a seguirlo, a imitarlo, a copiar muchas cosas de su conducta’. Un ejemplo vivo con tirón para seguir sus pasos. Yo como psiquiatra sé la importancia que esto tiene. Y saber elegir los personajes. Quiero desmenuzar esto:
El proceso arranca al descubrir a alguien especial, que nos llama poderosamente la atención y que es una ‘enseñanza viva’, una lección abierta con un mensaje que nos arrastra en esa dirección.
El análisis de esa persona produce ‘admiración’ y provoca en nosotros una reacción de copiar, de seguir unos pasos más o menos parecidos. Es un referente, representa un texto emblemático, un arquetipo, un espejo donde mirarse, un exponente de cómo enfocar la vida, un ideal, un paradigma. Guía, norte, canon, muestra viva de cómo vivir y hacer las cosas…
Todo va respondiendo a un ‘proceso gradual de imitación’. Es difícil que esté encarnado solo en una persona, lo normal es ir espigando facetas y vertientes concretas. De éste tomo su integridad; de aquel otro, su entrega a la familia; de ése su profesionalidad y, del de más allá, su espiritualidad…o su cultura. Y de ese modo apreso lo mejor de unos y de otros y trato de ponerlo en práctica en mi vida.
Cuando uno ha tenido modelos de identidad sanos, fuertes, positivos, atractivos, con gancho… eso ha ido funcionando como ‘un imán, un reclamo, una llamada’, un punto de mira… y entonces todo ha sido más fácil. Es la seducción positiva. El referente notarial. Yo quiero ir por ese camino, a mí me gusta ese modo de ser y funcionar, lo quiero hacer mío.
Hay dos procesos de ‘aprendizajes’ contrapuestos. Por ‘imitación’ y por ‘contraste’. El primero se lleva a cabo calcando, fotocopiando, imitando eso positivo que yo he descubierto en alguien y que me lleva de la mano en esa dirección. El segundo, sigue el camino inverso, hago lo contrario de algo negativo que he visto en mi cercanía. Dice un chico joven: he aprendido de mi padre, cómo no se debe tratar a una mujer; he aprendido de aquél político, cómo no se debe actuar cuando tienes un cargo de responsabilidad. Está claro que el primero funciona mejor, tiene un resultado más adecuado.
‘Todo aprendizaje es esencialmente cognitivo’. Esto quiere decir que se desarrolla mediante un proceso en donde se almacena y procesa toda la información que nos llega de fuera y que nos llama la atención, y que es ordenada en nuestra mente. Una vez allí, uno valora, discrimina y selecciona lo que le parece mejor. ‘Los modelos de conducta y de vida se transmiten a través de vidas reales, auténticas, que iluminan nuestro futuro’. Las razones, enseñan; las acciones, convencen; las vidas ejemplares, arrastran.
Hoy los modelos se han diversificado mucho por la pluralidad de la vida humana. Y al mismo tiempo son los medios de comunicación los que trasiegan unos y otros: el deportista de élite, el futbolista, la cantante, el político… el problema es que muchos de ellos son copiados sin más, sin hacer una crítica de ellos, por falta de una educación adecuada, y nos encontramos en la actualidad con lo que vemos: se han popularizado los tatuajes de forma exponencial; muchos imitan la vida rota de los famosos y se separan de su mujer o de su marido por dificultades frecuentes de la convivencia, que podrían resolverse con relativa facilidad; además de otros comportamientos pobres que se cuelan en la vida de jóvenes y menos jóvenes.
Lo que falta hoy en nuestro mundo son modelos de identidad auténticos, verdaderos. De él aprendemos a vivir. Nos educa. Nos seduce con su fuerza y nos transporta hacia lo mejor. Pero en la actualidad no hay casi líderes. Él produce admiración y tiene gancho, reclamo, capacidad para cautivar y servir de guía. El líder real tiene autoridad: te ayuda a crecer como ser humano y es un referente que te abre horizontes y caminos por donde transitar.
Cuando eres joven, estás lleno de posibilidades; cuando eres mayor, estás lleno de realidades. Uno es lo que hace, no lo que dice. Por eso, la vida es un resultado: es la consecuencia de lo que yo he hecho con ella de acuerdo con lo que proyecté. Ahí entran dos notas esenciales: haber sabido trabajar mi ‘personalidad’ con esmero de artesano y pulir las aristas de ella para hacerla más equilibrada, más madura, mejor compuesta. Y, la segunda nota, haber sido capaz de poner en marcha mi ‘proyecto de vida’ coherente y realista, diseñado con los pies en la tierra, con sus grandes argumentos, saltando en su interior: ‘amor, trabajo, cultura, amistad… y aficiones’.
‘La felicidad consiste en esto: encontrarse a sí mismo y tener un programa personal de vida’. Sin perder de vista que la felicidad absoluta no existe, sino que debemos aspirar a una ‘felicidad razonable’: buena relación entre lo que uno ha deseado y lo que uno ha conseguido. No pedirle a la vida lo que no nos puede dar.
Cuando se han tenido modelos fuertes, potentes, claros… el panorama de la existencia se ilumina de forma extraordinaria. Se trata de seguir esos pasos aproximadamente. Se alcanza así una cierta ‘plenitud’, que procede de una gavilla de personas que han servido de focos luminosos. ‘Elegir bien los modelos es clave’. Y equivocarse es un enorme error. La vida es un jeroglífico que es necesario descifrar.
Enrique Rojas es catedrático de psiquiatría
abc.es
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