viernes, 31 de diciembre de 2010

Luz de las gentes, familia de Dios

   Cristo es la luz de las gentes que, desde los cristianos y sus familias, quiere llenar de amor el mundo y las familias del mundo. Así puede verse, en nuestro tiempo, el sentido de la Navidad.
 
   La luz de la Navidad significa que Dios ha querido compartir nuestra historia, nuestro mundo y nuestra vida, para que todo lo nuestro se introduzca en la vida de Dios mismo. La luz de Cristo es la gracia que nos da la vida verdadera y nos la hace conocer “visiblemente”. Meditando en la encarnación del Verbo, dirá San Juan: “Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos” –atención ahora– “para que también vosotros estéis en comunión con nosotros” (1 Jn, 1, 3). Podría haber dicho: para que formemos una sola familia, la familia de Dios.
   Lo pintó con mimo y detalle un artista holandés de la escuela flamenca, Geertgen tot Sint Jans, a principios del renacimiento, en su cuadro “Nacimiento de Cristo” (c. 1490, National Gallery, de Londres).
   La fuente de la luz es el mismo Niño desde el pesebre. La luz inunda el rostro de la madre que le contempla a sus pies, en actitud adorante. Ilumina asimismo al conjunto de ángeles que rezan a la cabecera del recién nacido. San José, el buey y la mula, permanecen en segundo plano, sugeridos en la penumbra, su mirada fija en Jesús. En lontananza, otro ángel anuncia a los pastores la noticia de la Noche Santa, que supera con su luz la del pequeño fuego en el que se calentaban.
   En su mensaje de Navidad, ha explicado el Papa que la nueva familia de Dios –la Iglesia– “comienza su camino en la gruta pobre de Belén, y a través de los siglos se convierte en Pueblo y fuente de luz para la humanidad”. Y añadía: “También hoy, por medio de quienes van al encuentro del Niño Jesús, Dios sigue encendiendo fuegos en la noche del mundo, para llamar a los hombres a que reconozcan en Él el ‘signo’ de su presencia salvadora y liberadora, extendiendo el ‘nosotros’ de los creyentes en Cristo a toda la humanidad”. Como María, la Iglesia ofrece al mundo a Jesús, sin miedo. “No se lo guarda para sí”.

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Ramiro Pellitero, Universidad de Navarra
iglesiaynuevaevangelizacion.blogspot.com

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