miércoles, 23 de junio de 2010

26 de junio de 1975: recuerdos del Prelado del Opus Dei

          En esta entrevista, realizada las pasadas navidades por una televisión española, Mons. Javier Echevarría recuerda los pormenores de ese 26 de junio de 1975.


VIDEO: 26 de junio de 1975: recuerdos del Prelado
 
    «Sí, aquí en esta casa rindió su alma al Señor. Los que vivíamos a su alrededor, le habíamos oído muchas cosas a propósito de la última llamada del Señor. Pero concretamente nos decía Almudi.org - San Josemaríaque, —no porque nos consideremos mejores: en el Opus Dei sabemos que tenemos la misma calidad o peor que las demás personas, y por lo tanto de todos tenemos que aprender—, pero nos decía que en el Opus Dei tenemos que tender a gastar la vida bien exprimidos, como un limón, dando hasta la última gota. Bueno, pues el Señor le hizo caso. 

    Llevaba años, ya al final de su vida, muy gastado por una enfermedad terrible, una diabetes que provocó consecuencias muy fuertes. Porque a un paciente de la diabetes, le aflige la vista, y tiene consecuencias pulmonares y cardíacas. Y además estaba gastado porque se entregaba a todo lo que hacía. Y se notaba que la vida iba ya a su fin. Como él decía: "Se me hace de noche"

    Aquél día, el 26 de junio de 1975, le ayudé a Misa. Y era maravilloso ver la piedad con que se acercaba a ese momento que era el momento álgido, cumbre, de su jornada. Celebró la misa de la Virgen, que aquel día se podía celebrar. Después salimos en coche hacia un centro interregional para las mujeres, y estuvo hablando con ellas: les habló del alma sacerdotal, de la posibilidad que tienen de unirse al sacrificio de Cristo y de saber que el altar no está lejos de ellas, está en sus vidas, porque cada uno podemos hacer de nuestra vida un altar con una ofrenda a Cristo. 

    En un momento dado, los que le acompañábamos observamos algo, algo que no era normal en él, un gesto como de asfixia. Entonces cortamos aquella reunión. Quitó importancia a su situación y emprendimos el camino de regreso a Roma, porque este Centro está como a unos 20 kilómetros de aquí. 

    Durante el viaje no habló, pero respiraba paz. Nos daba paz con su manera de aceptar la voluntad de Dios con lo que fuera. Llegamos a esta casa y, para no preocupar a la gente, bajó del coche con la soltura de siempre, aunque podía costarle esfuerzo bajarse del coche o subir las escaleras. Y cuando llegó al oratorio hizo una genuflexión piadosa, amando al Señor que se inmola y se queda ahí oculto por nosotros, y fuimos al despacho de trabajo. 

    Yo me quedé cerrando las puertas del ascensor y oí su voz que me llamaba: “¡Javi! ¡Javi!”. Porque esa es otra cosa bonita: en el Opus Dei nos llamamos con los nombres que nos han dado nuestros familiares, de esa manera no nos separamos de la familia de sangre. La queremos más que antes. En casa, mis padres y mis ocho hermanos me llamaban Javi. 

    Y San Josemaría me dijo: "No me encuentro bien". Y en ese momento, cayó desplomado y se nos marchó al Cielo. No tuvimos conciencia de que nos dejaba. Aunque sabíamos que no nos dejaría definitivamente, porque estábamos seguros de algo que nos había dicho: "Cuando me marche de este mundo, si me ayudáis a saltarme el purgatorio, desde el cielo os ayudaré más".
 
OPUSDEI.ORG
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