martes, 1 de junio de 2010

Crisis y felicidad

          Estaba dándole vueltas a cómo escribir una columna positiva y animante para los tiempos duros que nos han tocado —que nos hemos buscado— sin hozar en lo de siempre, y me acordé de la lección inaugural que impartió este curso mi amigo Luis Ravina Bohórquez, director Almudi.org - Paco Sánchezdel área «Pobreza y Desarrollo» del Centro de Investigación en Humanidades de la Universidad de Navarra

          Planteaba en aquella conferencia propuestas atrevidas para nuestro modelo económico, pero yo me quedé con una consideración casi marginal: «Los seres humanos solemos pensar que si tuviéramos más dinero seríamos más felices», decía, para desmentirlo inmediatamente, siguiendo estudios concienzudos de otros autores: «Un incremento brusco de la renta, por ejemplo, cuando nos toca la lotería, no produce un efecto duradero, nos adaptamos en unos cinco años. Sin embargo una pérdida importante de nuestra salud o la separación matrimonial tienen efectos duraderos en nuestro índice de felicidad”.

          Supongo que se podrá afirmar también lo contrario: una caída brusca de nuestra renta —algo que ya le ha sucedido, por lo menos, a unos nueve millones de españoles— o del nivel de los servicios que disfrutamos tampoco debería producir un efecto duradero en nuestra felicidad o infelicidad. 

          Es cierto que resulta más fácil acomodarse a lo bueno que sobrellevar lo malo. Hace falta más virtud y coraje para lo segundo que para lo primero. Pero de la adversidad, si no te tumba, siempre se sale robustecido. «No hay mal que por bien no venga», reza el viejo refranero. Y en este caso acierta.

          La crisis, afrontada con gallardía, sirve para adelgazar muchas grasas físicas y mentales, para darnos cuenta del tiempo perdido discutiendo bobadas, para retomar lo que verdaderamente importa, para querer entendernos y, con los sacrificios necesarios, salir juntos de este feo embrollo. Y a lo mejor conseguimos un «índice de felicidad» más alto y duradero.

FRANCISCO SÁNCHEZ
ALMUDÍ

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