jueves, 17 de junio de 2010

¿UN PAÍS DE ABORÍGENES?

          La consigna la daba, la pasada semana, Felipe González: «Cuando las cosas van mal, militancia pura y dura». O sea, aborto, restricción de la libertad religiosa, ataque a las creencias y convicciones de los españoles… Zapatero busca su salvación con un conflicto ideológico, titulaba, el lunes, una información El País, al hilo de un comentario de Radio Vaticano sobre la nueva ley de libertad religiosa (sic) que prepara el Gobierno, parte de cuyo contenido se filtró a través de este diario, apenas tres días después de la visita del Presidente al Vaticano. José Luis Restán, en Iglesia en directo, el nuevo programa que dirige en Popular María+Visión, se refería a aquel encuentro como muestra de la normalidad que debería presidir las relaciones del Gobierno con la Iglesia, desde una laicidad positiva, en lugar del tristemente habitual laicismo agresivo. 

          Entrevistado en Análisis Digital, Andrés Ollero, de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, decía: «Puede que Zapatero piense que ya tiene suficientes problemas y que no es el momento de generarlos artificialmente con la Iglesia católica, aunque nunca se sabe…» Y la Agencia Efe parecía confirmar los buenos augurios con el anuncio, avalado por fuentes de la Moncloa, de que la ley de libertad religiosa dejaba de constituir una prioridad. Pero El País disipó, el domingo, las dudas. Nada nuevo bajo el sol, por otra parte. «Hay una estrategia de desmontar el alma de un pueblo que tiene una tradición –decía el arzobispo de Oviedo, monseñor Jesús Sanz, a El Comercio de Gijón–. 

          Querer ignorar que hay un arte, una literatura, una manera de concebir las cosas que es cristiana es pensar que hablamos de un país de aborígenes, en el que yo no reconozco a mi país. Hay un intento de deconstruir la Historia». En el caso de algunos, el intento viene de muy atrás. César Vidal, al hilo de las celebraciones, en el PSOE, del centenario de la llegada al Congreso de su primer diputado, Pablo Iglesias, recordaba que éste dejó muy claro a su llegada al Hemiciclo que se proponía «la supresión de la Iglesia», y que no dudó en justificar a quienes se dieron a la quema de conventos y templos. 

ALFA Y OMEGA
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