martes, 26 de octubre de 2010

JUEGAN A SER DIOS

    Me parece muy oportuno, con ocasión del Nobel a Robert Edwards, leer este artículo del Dr. Orozco. Destaco algunos párrafos
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   Manipulando los sentimientos de los ingenuos, juegan a ser Dios. Ponen la ciencia en manos de la técnica y la técnica en manos de su poder, político y económico. Esta es la realidad. Actualmente el poder dominante carece de ética, por una sencilla razón: carece de antropología. Toda ética supone una antropología: ¿qué es el hombre? ¿de dónde viene? ¿a dónde va? La prensa, la radio, la televisión más o menos crítica –la que se sale más o menos de lo políticamente correcto-, anda muy preocupada sobre "la idea de España" o "de Nación" que tiene el Gobierno. Pero esto es insignificante al lado de la cuestión siguiente: ¿qué idea tienen de hombre, qué idea tienen de persona? Esta es la cuestión fundamental. ¿Y qué idea tienen de verdad y de mentira, de ciencia, y de progreso científico? Porque lo obvio es que no atienden siquiera a lo que la ciencia más estricta -hoy mejor que nunca- sabe del embrión humano desde los primeros instantes de su existencia.
 
    La situación actual es espantosamente fáustica, mefistofélica. La ciencia del Fausto «crea» un mundo artificial caracterizada por una antropología plana y por una ética de la potencia. Un mundo cuya perfección técnico-formal no podrá salvar al hombre de la corrupción y de la aniquilación, al contrario. Visiblemente en la obra de Wagner, en apariencia científicamente perfecta, no se encuentra en acción únicamente la ciencia, sino una antropología carente del conocimiento de la naturaleza misteriosa del hombre; con un éthos de dominio encubierto por el manto de un lenguaje pseudeocientífico y altruista. En realidad andan por caminos de un radical individualismo antipensonalista, del más puro estilo orweliano.
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   Benedicto XVI subrayó que «en el ser humano, en cada ser humano, en cualquier fase o condición de su vida, resplandece un reflejo de la misma realidad de Dios. Por eso, el magisterio de la Iglesia ha proclamada constantemente el carácter sagrado e inviolable de cada vida humana, desde su concepción hasta su fin natural. Este juicio moral vale ya en el inicio de la vida de un embrión, antes de que se implante en el seno materno». El Papa continuó diciendo que «quien ama la verdad debería percibir que la investigación sobre temas tan profundos nos posibilita ver e incluso tocar casi la mano de Dios. Más allá de los límites del método experimental, en el confín del reino que algunos llaman meta-análisis, donde no basta o no es posible la percepción sensorial, ni la verificación científica, inicia la aventura de la trascendencia, el compromiso de "proceder más allá».
 
    ¿Consideraciones demasiado elevadas para una mente materialista? No tanto. El científico, sin necesidad de la fe en un Dios personal trascendente, hoy sabe –hay muchos testimonios de esto- que la vida humana, desde su comienzo, apunta al misterio de la trascendencia, de manera que le resulta perfectamente natural oponerse a semejante manipulación del ser humano, aun en su más temprana existencia.
 
    El chantaje de la supuesta intolerancia religiosa, en el mundo occidental ya no cuela. La Ciencia tiene la palabra. La Ciencia ya ha hablado. Cada día lo hace más alto. Y el «no matarás al inocente», no lo convertirás en cobaya, no lo cosificarás, no lo convertirás en tu instrumento, vale para todos, pertenece a la ética universal. Quien no lo admite, niega la dignidad del ser humano como tal, se niega a sí mismo, reniega la humanidad; se autodescalifica en cualquier discurso sobre democracia y libertad.
ANTONIO OROZCO
ARVO.NET
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