martes, 15 de febrero de 2011

MÁS ALLÁ DEL NIHILISMO

El hecho de que Juan Pablo II haya sido la persona que más jóvenes haya convocado en la historia humana, a pesar de que su mensaje podía resultarles particularmente incómodo y exigente (a ellos como a todos nosotros), tiene que ver con que ese anciano era un hombre que planteaba las preguntas fundamentales de la vida, las únicas que son capaces de sacar a la gente de su aburrimiento
Las últimas dos décadas del siglo XX dieron por tierra con los utopismos, la exaltación de las revoluciones y la creencia de que unos individuos eran tan inteligentes que se podían dedicar a remodelar la sociedad y el hombre a su antojo. Los gritos y puños crispados de los que querían cambiarlo todo, fueron reemplazados por la sonrisa burlona del que piensa que no hay nada nuevo bajo el sol.
      La generación postrevolucionaria no alberga grandes esperanzas, prefiere sufrir un poco todos los días antes que encontrarse con grandes decepciones. La razón contemporánea es una razón cansada, nihilista. Ya no pretende desentrañar el sentido de la historia ni buscar la verdad de las cosas. Tiene horror al fracaso y prefiere el juego.
      Hace unos años, en la Ciudad Universitaria de Santiago de Compostela, decía una pared pintada: “Dios no existe, Marx ha muerto, y últimamente yo no me encuentro nada de bien”. Pero el malestar actual no es comparable a las tragedias que tuvieron que sufrir millones de personas en el siglo pasado. Es simplemente el malestar de quien dice: “comamos y bebamos, que mañana moriremos”.
      Nada se debe hacer en demasía. Hoy, hasta muchos estudiantes universitarios han descubierto las ventajas de la esquizofrenia: mientras de lunes a viernes mantienen un comportamiento irreprochable, dejan los excesos para el fin de semana. Ciertos respetables gerentes hacen otro tanto. Es la esquizofrenia estabilizada, medida.
      Una de las características de estas personas es la carencia de raíces. Son perfectamente cosmopolitas, y hoy están en Santiago como mañana podrían estar instalados en Nueva York, si hubiese presupuesto para hacerlo. Pasan, pero no moran. El valor que más aprecian es la autonomía. 
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Joaquín García Huidobro
Joaquín García Huidobro es abogado, doctor en filosofía y actualmente trabaja como profesor en la Universidad de los Andes (Chile). Este artículo es un capítulo de su libro “Una locura bastante razonable”, Andrés Bello, Santiago de Chile 2003

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